Los entendidos de estos temas lo reconocerán en un primero o segundo momento. La idea de la escritora Wendy Guerra para todos los demás lectores es enfrentarlos a un personaje que puede estar en cualquier lado, cerca de nosotros mientras espera a que sus hijos bajen de algún juego mecánico o durante la apertura de alguna exposición.
“Al personaje me lo encontré en la cena de inauguración de una muestra, donde nos presentamos y me dijo que era de un país que yo sabía que no era, y le dije ‘perdóname, pero con ese acento…’ Ahí empezamos a hablar y me lo encontré varias veces, de hecho la portada del libro es de un artista cubano José Bedía, un gran amigo, al que él siempre le compraba obra”.
Así fue como empezó a interesarse en la vida de un ser con distintas personalidades: podía organizar una guerrilla, pero a la vez era una persona que cuidaba a sus hijos y si debía darle un tiro a alguien lo hacía en nombre de lo que creía correcto, lo que terminó por convertirse en la novela El mercenario que coleccionaba obras de arte (Alfaguara, 2018).
“El libro es, además, un mapa, que desmitifica a la izquierda, a la derecha o al centro. Siempre he dicho que hay grandes próceres que tenemos como nuestros ídolos, pero no se ocuparon de sus hijos, ni de nadie, y te encuentras con un mercenario preocupado por ver a sus hijos, por escaparse de la reunión con el hombre de la CIA y llevárselos a Disney”, a decir de la también autora de títulos como Posar desnuda en La Habana, Nunca fui primera dama o Domingo de revolución.
La novela no fue nada sencilla de concretar, porque muchas veces se llegó a preguntar Wendy Guerra cómo podía existir un personaje así y, en especial, cómo escribía su historia, porque proviene de una izquierda, muy de izquierda, “sin ofender a mis padres o a mi mundo, aunque mi mundo también ha hecho lo suyo”, dijo a MILENIO la escritora invitada a la Feria Internacional del Libro del Zócalo.
LOS MALES DEL CONTINENTE
Adrián Falcón es el seudónimo del personaje real que protagoniza la historia de El mercenario que coleccionaba obras de arte, sobre quien aún se debe profundizar mucho para poder acercarse a “quién o quiénes son los que conviven en esa persona: trabajó con la CIA, se enroló con la contraguerrilla. Él es un personaje típico de una serie de televisión.
“Siempre digo que más allá de la izquierda o de la derecha, hay que conversar sobre los males del continente: son males profundos que han sembrado la lucha de contrarios. Me siento como un médico al que le traen un enfermo y lo curas: no le pides que te diga si es de izquierda o de derecha, para curarlo”.
Cuando Guerra terminó el proceso de escritura de Domingo de revolución, decidió contar la historia de este personaje, bajo el entendido de que la literatura, sobre todo para muchos autores de su generación, se había convertido en una escritura de escritorio, “y me incluyo: he estado en una zona de confort”.
“Estamos en un momento histórico en el que los malos son buenos y los buenos son malos, te das cuenta hasta en las series de televisión que una persona con buena voluntad puede trastornar al país: él conoce su condición histórica y no le molesta, incluso cree que muchas personas que piensan que no son mercenarios, al final lo son”, aseguró Wendy Guerra.
Una de las cosas que más llamó la atención de la escritora es que muchos de esos mercenarios, entre ellos el protagonista de la novela, interpretaran en su guerra de guerrillas la música de Silvio Rodríguez.
“Ahí me di cuenta que los opuestos se han dado la espalda. De ese mercenario todos tenemos un poco, porque a veces trabajamos para medios que no pagan bien, que nos explotan y todo ello estalla en situaciones en las que no quisiéramos estar involucrados”, enfatizó la escritora cubana.
Todos tenemos algo de mercenarios: Wendy Guerra
“Más allá de izquierda o derecha, debemos hablar sobre los males de América Latina”, asegura la escritora cubana.
México /
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