Galería del Teatro Isauro Martínez presentará la exposición 'El cuerpo de Félix Arias'

Félix Arias Valenzuela es aún valorado por los creadores de su generación, sin embargo, su obra es desconocida entre el grueso de la población.

Se inaugurará la exposición “El cuerpo de Félix Arias”. (Especial)
Editorial Milenio
Torreón, Coahuila. /

El próximo jueves 9 de febrero a las 19:30 horas, la Galería de Arte Contemporáneo del Teatro Isauro Martínez inaugurará la exposición “El cuerpo de Félix Arias”, homenaje póstumo a este artista originario de Guadalupe Victoria, Durango, quien falleció en la ciudad de Torreón en el año 2011.

Félix Arias Valenzuela es aún valorado por los creadores de su generación, sin embargo, su obra es desconocida entre el grueso de la población. De ahí la importancia de esta exposición retrospectiva que la Galería del TIM preparó ubicando piezas en colecciones privadas, comercios y en el acervo de la propia familia del artista, entre las cuales se encuentra su última producción, hasta hoy inédita.

Félix Arias, hasta el último momento de su existencia, construyó un testamento plástico que lleva a cuestas la idea natural de la muerte; existencia singular de una conciencia que es orígen de angustia, pero que al mismo tiempo, da sentido a la vida.

Nadie niega que la labor del hombre lleva resonancias de sus orígenes y cambios, pero para la supervivencia de una obra, los valores formales son decisivos, y en su caso, la especificidad y lo ideológico configuran su historia. La obra de Félix Arias no es decorativa.

En la Comarca Lagunera estudió una carrera técnica en química que le permitió trabajar en un laboratorio, y luego, estudió diseño gráfico. Emigró después a la Ciudad de México lo que le permitió adquirir una alta especialización en ciencias y artes.

En la Universidad Nacional Autónoma de México estudió la licenciatura en sociología, y también, en la Academia de San Carlos, edificio histórico perteneciente a la UNAM que alberga la división de estudios de posgrado de la Facultad de Artes y Diseño, se graduó como pintor y escultor.

Con el dominio de los idiomas inglés y francés, se acercó a teóricos y artistas de manera más profunda. Así vinculó a la ciencia social y el arte en su discurso, demostrando asimismo un gran ingenio y maestría en cuanto a la utilización de materiales y soportes, algunos considerados humildes como los papeles revolución y de china, configurando colecciones de arte moderno de gran calidad discursiva.

Regresó a La Laguna a mediados de la década de los ochenta refrescando así la panorámica artística local. Pocos recuerdan que Félix Arias además fue editor en el diario La Opinión y por un breve tiempo director de La Opinión de la Tarde, tabloide que abrió mercado al contenido enfocado en la nota policíaca descarnada.

Lector voraz, fue un gran crítico de su tiempo y prueba de ello es la pieza central de esta exposición, que realizó en el año 2004 y que coloca el énfasis en la denuncia internacional sobre la tortura que ejercieron agentes norteamericanos en la cárcel de Abu Ghraib, Irak, intervención que se ejerció como respuesta a los ataques cometidos el 11 de septiembre donde cayeron las Torres Gemelas.

Se le recuerda como un hombre poco sociable, evasivo y al mismo tiempo audaz en sus opiniones. Pero no habría que dejarse confundir. Félix Arias fue un hombre individual más no individualista. De conversación incisiva y exacta, fue irónico y sus cuestionamientos eran parte de sus exigencias personales.

La desmitificación de la caridad

Quienes lo conocimos y gozamos de su amistad le recordamos con alegría, era sin dudarlo generoso y solidario aunque demoledoramente honesto. En su obra persisten elementos de un gran humorista pues le repugnaba la sumisión, el servilismo, y el sentido ordinario y complaciente, lo que extendía a las relaciones con las que algunos artistas se desgastan para poder ser incluidos en una muestra colectiva.

Pragmático, supo administrar su tiempo. Alejado de las galerías que son escaparate para el trabajo del artista, no obstante dibujaba y pintaba vehementemente y lo que tuvo que decir lo hizo a través del arte, transformando su pensamiento en emoción.

Nacido en una familia católica, al madurar desmitificó a la religión y a la vida de Jesús le retornó su cariz de hombre rebelde al bajarlo ideológicamente de la cruz, para recobrar el signo del instrumento de tortura donde podrían morir crucificados otros hombres y mujeres juzgados ante convencionalismos sociales.

A la par, se identificaba y respetaba la cultura que emanaba del pueblo, la naturaleza, las costumbres. Es por ello que disfrutaba la visita a sitios populares: en cantinas de barrios y mercados hablaba con obreros y meseras quienes con sencillez le mostraron la alegría a pesar de la dureza de la vida, y la ironía socarrona lanzada al vuelo a través del albur.

Perseguida encarnizadamente la homosexualidad entre su generación, se concentró en la desacralización de los dogmas, mismos que el clero por sistema viola al practicar la pedofilia y la sodomía. Nunca negó su odio a las manifestaciones gregarias con las cuales la institución eclesial preserva el dolor de los creyentes.

Félix Arias mostró abiertamente el desprecio que sentía por la conmiseración que se hacía del pobre a través de la caridad, que sin duda lleva un plato a la boca del hambriento pero no lo aleja del estado de abandono en que se encuentra.

Fue un hombre indoblegable en su proceso de creación, y sus conversaciones, mordaces y cultas a un mismo tiempo, abarcaron moda, desarrollo industrial, política pública, violencia social, periodismo y arte moderno, entre otros tópicos, rehusando la evasión de la realidad.

Vivió en una comprensión amplia de la libertad, pintando lo que se amotinaba en su mente, lapidando mitos y mostrando el dolor que causa el deseo homosexual, motivo de castigo y purgación, de recriminación social y exclusión de un paraíso.

EGO

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