Tres poemas de Joan Margarit

El escritor catalán, nacido el 11 de mayo de 1938, fue distinguido con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. La suya es una voz que ha sabido conjugar el lirismo y la vida

Joan Margarit
Ciudad de México /

Horarios nocturnos (Aguafuertes, 1995)


Acostado contigo, oigo pasar los trenes,

y por mi frente cruzan sus luces encendidas

rasgando el terciopelo de esta noche.

Cada rato en silencio me deja una luz roja,

la nota en el pentagrama de cables y de vías

oscuras y brillantes. Acostado contigo,

oigo cómo se alejan con el ruido más triste.

Quizá me he equivocado no subiendo a uno de ellos.

Quizá el último acierto sea —abrazado a ti—

dejar pasar los trenes en la noche.



Gente en la playa (Se pierde la señal, 2012)

La mujer ha aparcado.

Baja y, con lentitud, saca del coche

una silla de ruedas.

Después, coge al muchacho,

lo sienta y le coloca bien los pies.

Se aparta algún cabello de la cara

y, sintiendo ondear su falda al viento,

va empujando la silla en dirección al mar.

Entra en la playa por el paso

de tablas de madera que, de pronto,

a unos metros del agua, se interrumpe.

Muy cerca, el socorrista mira al mar.

La mujer alza al chico:

lo coge por debajo de los brazos

y camina de espaldas hacia el agua,

mientras los pies inertes

dejan dos surcos en la arena.

Ha llegado muy cerca de las olas

y lo deja en el suelo para volver atrás

a por el parasol y la silla de ruedas.


Estos últimos metros.

Los malditos, crueles metros últimos.

Estos te romperán el corazón.

No hay amor en la arena, ni en el sol,

ni tampoco en las tablas, ni en los ojos

del socorrista, ni en el mar.

El amor son

estos últimos metros.

Su soledad.



Amar es dónde (Amar es dónde, 2015)


Sentado en un tren miro el paisaje

y de pronto, fugaz, pasa un viñedo

como el relámpago de una verdad.

Sería un error bajar del tren

porque entonces la viña desaparecería.

Amar es dónde, algo lo evoca siempre:

un terrado a lo lejos, la tarima vacía

(en el suelo una rosa) de un director de orquesta,

los músicos que hoy están tocando solos.

Tu habitación al clarear el día.

Y, claro está, los pájaros que cantan

en aquel cementerio una mañana de junio.

Amar es un lugar.

Perdura en lo más hondo: es de dónde venimos.

Y también el lugar donde queda la vida.

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