En el Pueblo Mágico de Zacatlán, en la Sierra Norte de Puebla, se encuentra la imponente cascada Tulimán, la cual forma parte del parque ecológico del mismo nombre. Esta belleza natural tiene una caída de agua superior a los 350 metros de altura, por lo que se convierte en la segunda más alta de México.
Esta cascada es superada por la de Piedra Volada o de Huajumar, localizada en el Parque Nacional Basaseachi, en el estado de Chihuahua, ya que tiene 453 metros de caída libre, sin embargo, esta solo se puede ver algunos días durante la temporada de lluvias, es decir, de junio a septiembre.
Por su parte, la cascada poblana fluye todo el año ya que es alimentada por el río Quetzalapan, el cual nace en la laguna de Chignahuapan, que tiene varios yacimientos.
Claudia Aguilar Morales, responsable administrativa del área de ventas del complejo, precisa que la cascada pertenece al ejido de Tulimán, cuyo nombre significa “Tierra donde nace el helecho del tule”. La cascada está inmersa en un bosque de pinos y encinos en una extensión de 96 hectáreas, donde es posible encontrar una amplia variedad de fauna, como mariposas, libélulas, víboras de cascabel, tlacuaches, mapaches, falso escorpión, tecolotes, zorrillos, entre otros.
La responsable del sitio señala que el agua del río Quetzalapan llega hasta este punto con fuerza para caer sin mesura y se divide en tres cuerpos o caídas, empezando por el Salto de Quetzalapan; luego se ralentiza y forma pozas.
Después, el afluente se encuentra con una poza artificial, la cual es alimentada por un yacimiento de agua con propiedades minerales. Más adelante se une con el río Tenechapan y dicha área es conocida como Dos Ríos, pues se forma la cascada de El Cajón, de unos seis a ocho metros.
“Esta agua tiene muchos beneficios para la piel, para los riñones. Bastante gente viene a visitarnos por esta agua. Desde ese yacimiento se abastece a dos pocitas, una natural y otra artificial. Ambas tienen menos de un metro de profundidad porque solo son para relajación”, señala Claudia Aguilar. Asimismo, comenta que el líquido del yacimiento tiene en promedio 30 grados de temperatura y se puede beber: “A la gente le llama la atención porque viene como gasificada”.
Atractivos para los visitantes
Por su parte, Antonio Ortega Pasarán, uno de los 17 socios de la cooperativa, narra que este proyecto tuvo su génesis en 1996: “Inició con faenas y documentación. Ese año inició en papelería, pero ya oficialmente en 1998”.
Se cuenta que hace algunas décadas, tras una serie de incidentes donde perdieron la vida algunos visitantes que cayeron en las cascadas, los ejidatarios solicitaron el apoyo de las autoridades municipales para enrejar la zona y evitar más accidentes.
A partir de ese momento inició el cobro para ingresar de solo cinco pesos, pero tras notar que los visitantes dejaban basura, los ejidatarios se organizaron y le dieron forma al parque ecológico como actualmente funciona.
Ortega Pasarán comenta que antes había varias pozas naturales, pero en octubre de 1999, debido a la depresión tropical número 11, las lluvias torrenciales provocaron deslaves tan intensos que cubrieron por completo la zona, incluso cambió el cauce del río. Ante ello, los ejidatarios hicieron la poza artificial.
Precisa que la afluente que alimenta a la cascada Tulimán también es conocida como río Chignahuapan y toma más fuerza porque se le une el río Almoloya: “Es el río Quetzalapan pero la gente en su comunidad o localidad le da su propio nombre”. No obstante, ahora solo se emplea entre 25 y 30 por ciento de la extensión del parque dividido en tres zonas o circuitos.
“Aprovechando la naturaleza, en la primera contamos con el área de cabañas y cascadas; más abajito está el área dos, (donde está el yacimiento) del agua mineral, (que se usa) en caso de que el río no crezca, y el puente colgante, que es peatonal para pasar el río. Después está el área tres, donde están los juegos de aventura”.
La poza o yacimiento del agua de manantial con minerales es conocida como “Las Costillas”, un sitio que puede atravesarse desde un puente colgante de 60 metros de longitud: “Es como una terapia. El agüita es buscada por mucha gente que siente algunos malestares físicos”; además, los visitantes pueden disfrutar del senderismo y los paisajes, “estar en contacto con la naturaleza”.
Protección del espacio
Antonio refiere que además de la maravillosa vista y hermosos cauces, existen diez palapas distribuidas por diferentes lugares del parque. Además, se puede practicar escalada de árbol y divertirse en una tirolesa de 120 metros de longitud. Lo anterior forma parte del Circuito de la Aventura, que consta de seis actividades, entre ellas el puente colgante, cuatro tirolesas y un cable de tensión y también se puede practicar el tiro con arco.
En el parque ecológico también se encuentra un Bromelario, el cual es atendido por los ejidatarios que fueron capacitados por estudiantes de la Universidad de Chapingo: “Les enseñaron cómo propagar la especie, la bromelia imperial. Se rescata y se pone en resguardo para reproducirla (…) hay seis especies. Se puede encontrar en varias partes del parque, desde las más accesibles hasta las menos”, detalla Aguilar Morales.
Sin embargo, el socio denuncia que muchos visitantes buscan llevarse esta planta, sin embargo, se impide ya que la especie debe mantener la humedad de los bosques junto con el heno, que es una variedad de bromelia.
“Cuando florea, saca unas flores chiquititas. Mucha gente cree que el heno es un hongo. Lo explotan para colocarlo en los nacimientos de diciembre, por eso les dejamos en claro que no pueden extraerlo ni quitarlo de los árboles porque sirve de alimento para algunos animales”.
Otro punto que destaca es que este sitio carece de botes de basura, “porque se hace consciencia de que toda la basura que uno genera se la tiene que llevar. Si viene en la mochila también ahí se puede regresar”. Tampoco se permite la ingesta de bebidas alcohólicas ni fumar, con el fin de evitar percances e incendios forestales.
Resguardar el pasado y pensar a futuro
Antonio Ortega comenta que entre los atractivos del parte, también se encuentra un horno para la fabricación de cal, la cual se estima data de la época prehispánica: “Se utilizaba para la construcción de los puentes de gato. (Aquí) Hay piedra que se presta para meterla al horno, se quema con pura leña de ocote o pino, se cuece y se utilizaba para hacer los puentes, que se hacían con lajas compactadas a media luna para que haga resistencia”, explica.
Sin embargo, debido a la pandemia los socios del ejido frenaron algunos proyectos: “Estamos trabajando en otras tirolesas, solo es cuestión de darle los últimos toques. (También buscamos) arreglar el camino, ya que la mayor parte está atendida para que los carros no tengan ningún contratiempo para bajar y subir”.
Respecto a las nuevas tirolesas, comenta que ya están montadas con una extensión de 800 metros, las cuales van de la zona dos a la tres y viceversa, con una plataforma intermedia. No obstante, la prioridad es la seguridad en todas las áreas “para que los turistas que nos visiten no sufran incidentes, pero depende mucho de ellos, si respetan la señalética no pasa nada”.
Esta maravilla ubicada en la Sierra Norte de Puebla se localiza en la colonia La Ciénega, a tan solo 20 minutos en auto desde el centro de Zacatlán con dirección a Chignahuapan.
Opera de lunes a viernes de 9 a 18 horas y sábado y domingo de 9 a 19 horas. El parque está abierto los 365 días del año. En días recientes recibió la aprobación para operar al 100 por ciento, por la contingencia sanitaria.
Cuenta con estacionamiento cuyo precio está incluido en el costo de la entrada. El automóvil se queda al inicio del recorrido de cada zona, ya que a partir de ahí se continúa a pie. Aproximadamente desde el acceso principal hasta la última área, conocida como la Unión de los Dos Ríos, son tres kilómetros.
En la primera zona, después del área de aparcamiento, para ver la cascada es necesario caminar 170 metros. En la dos es necesario descender cerca de 800 metros serpenteando el río. En la tres, el recorrido es más corto, aproximadamente unos 150 metros.
AFM