Para el escritor barcelonés Juan Marsé (1933) la función de la literatura en este momento “es muchas cosas a la vez: tiene que ser un entretenimiento; tiene que ser un reflejo de la verdad; si puede ilustrar, mejor; y tiene que ver con la cultura, con todo aquello que nos relaciona con los demás y con nosotros mismos. Es, en todo caso, una manera de intentar entendernos mejor de lo que nos entendemos”, afirma.
En entrevista exclusiva con MILENIO, el autor de obras como Últimas tardes con Teresa, Las muchacha de las bragas de oro, El embrujo de Shanghái o Rabos de lagartija, y Premio Cervantes de Literatura 2009, habla de su nueva novela, Noticias felices en aviones de papel, una obra en la que el escritor ha llevado a cabo un brillante ejercicio de depuración del estilo, en el que destaca especialmente la sencillez y sobriedad de su escritura.
Depuración
Al respecto, Marsé señala que desde la publicación de sus primeras novelas, a comienzos de los años 60, hasta ahora, “ha habido, sin duda, un proceso de depuración del estilo, porque con los años uno intenta afilar su instrumental y ser un poco más preciso. Si se puede hablar de que se progresa en algún sentido desde el punto de vista estrictamente narrativo, yo creo que sí, que el tiempo conlleva eso”.
En esta novela ese trabajo, en el plano del lenguaje y la estructura, dice Marsé, tiene que ver con el hecho de que se trata de una novela corta, de apenas 96 páginas, “y es sabido”, observa, “que en el relato corto hay que precisar mucho y procurar que ningún tema o subtema mire hacia otro lado que no sea el tema central, porque no hay mucho tiempo para lo demás. Es una técnica que creo que se debe utilizar tanto para novelas cortas como para cuentos”.
Otro factor que entra en juego en Noticias felices en aviones de papel es la ironía. Marsé comenta que “cualquier forma de humor es implorante siempre en literatura y en todo. Yo en particular soy muy partidario del humor. Para mí siempre, incluso las tragedias, tienen su lado cómico. En toda buena literatura, en mi opinión, hay humor”.
La nueva novela de Marsé se publica con una serie de ilustraciones a cargo de María Hergueta, y el autor indica que se debe a que la editorial Lumen pensó incluirla en una colección de novelas ilustradas. “Es la primera experiencia que tenido en este sentido”, expone, “y el resultado me parece bien, aunque yo siempre he tenido un problema con estas novelas ilustradas. Ya desde chaval, cuando leía novelas de aventuras, yo me formaba mi propia idea de los rasgos físicos de los personajes, y si coincidía con las ilustraciones, bien, pero si no, me creaba un pequeño problema, una especie de equívoco”.
Aunque Marsé aclara que en la memoria siempre hay cosas del pasado “porque un escritor sin memoria no es nadie”.
El origen de la novela
“Surgió de una situación yo diría que chistosa y ciertamente divertida. En principio tenía que ser un cuento muy breve que nació de una conversación en La Habana hace muchísimos años. Yo estaba en el Hotel Nacional y ahí coincidí con unos amigos, Andrés Trapiello y Juan José Armas Marcelo, alrededor de un policía cubano que tenía medios de proporcionarnos unas cajas de
habanos. Yo tenía el encargo de mi amigo Joan de Sagarra para llevarle una caja de puros y ese día el policía nos trajo varias cajas que repartió, pero le faltó una para uno de los amigos, y cuando llegó dijo: ‘A usted, señor Raciocinio’, alterando el nombre, ‘se la traeré mañana porque no tengo más cajas’. Y este apellido Raciocinio me estuvo persiguiendo durante mucho tiempo, y cuando surgió la chispa para el relato, partí de ahí, de explicar una cosa graciosa que me recordaba esa anécdota y que después se convirtió en algo muy distinto alrededor de un personaje que no tiene nada que ver y que es la señora Hanna Pawli, aunque a Raciocinio también lo incluí”.
Ese personaje femenino, una anciana bailarina polaca que vive en la Barcelona de finales de los años 80, intenta remediar su terrible pasado que la hizo abandonar Polonia cuando era joven, lanzando desde el balcón de su apartamento aviones de papel cargados de buenas noticias hacia una calle donde corretea un adolescente, Bruno, que convive con un mundo marginal.
“Ese mundo marginal es mi mundo”, asegura Marsé, “es mi escenografía, son mis barrios, mis experiencias personales, mis vivencias. Supongo que le pasa a todo escritor, a todo novelista, que refleja en sus obras el mundo en el que ha vivido. Yo procuro hablar de aquello que conozco, aunque no es nada biográfico. Pero sí hay relación entre lo que trabaja la imaginación y una serie de vivencias personales”.
Faltan noticias felices
Al hacer una comparación entre la Barcelona de aquellos años 80 que describe en esta nueva novela y la Barcelona actual, Marsé admite que “en parte hay mucho maquillaje en la actual. No soy sociólogo, pero bolsas marginales las ha habido, las hay y mucho me temo que las seguirá habiendo”.
Por otro lado, Marsé admite que el personaje que más se le parece es precisamente Bruno, “en una época determinada de mi vida”, aclara.
Respecto a la necesidad de noticias felices en nuestro mundo, Marsé considera que “hacen mucha falta. Primero hacen falta en la prensa, porque si no están en las páginas de los periódicos, mal se pueden fabricar esos aviones. Pero la pobre señora Pawli está pirada y hace estas cosas porque cree que debe hacerlas, porque recuerda a los chavales de su calle en Varsovia; pero insisto: no está en sus cabales”.
Por último, Marsé revela que tiene escritas varias decenas de cuartillas de otra novela que había empezado antes que Noticias felices en aviones de papel. “Es una novela larga de la que tengo más o menos la mitad, y de la que no hablo porque la contaría mal y la estropearía”, concluye.