Un viaje por la literatura portuguesa

FIL Guadalajara

De Los Lusíadas, el poema épico de Luís Vaz de Camões, a la potencia narrativa de Gonçalo M. Tavares y Dulce Maria Cardoso, las letras lusitanas tienen una fuerza que se nutre de la innovación formal y la nostalgia.

La ciudad de Porto fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Editorial Milenio
Ciudad de México /

Portugal es reconocido históricamente por su brillante época de navegaciones y descubrimientos, pero también llegó a nuestros días un gran legado intelectual que se materializa en escritores y libros. Esta amplia lista de nombres ha logrado resonar en territorio ultramarino estableciendo lo que conocemos como literatura portuguesa, delimitando sus bordes y forjando su carácter. 

Si bien comparten un espíritu saudoso, los estilos y voces desarrollados a lo largo de los siglos muestran la gran diversidad de maneras en las que se ha vivido y entendido la literatura en el país luso. Comúnmente relacionados con este estado nostálgico, los escritores portugueses se despliegan formando rutas que cruzan el tiempo y que nos llevan a encontrar caminos inesperados en el papel.

Como navegante en nuevos puertos, quien se adentre en los senderos de la literatura portuguesa se encontrará con grandes figuras, faros eternos de sus sucesores. Sus obras se establecen como cimientos en las construcciones culturales e identitarias del país marítimo, surgen en la historia como monumentos en diálogo permanente con nuestra época.

 Uno de ellos fue el gran poeta nacional, Luís Vaz de Camões, quien representa un momento iniciático en la literatura lusófona y que pasó a ocupar un lugar clave en el imaginario portugués. Su obra y vida están rodeadas de mitos, de un misterio peculiar; por ejemplo, se dice que tuerto y después de escribir su obra máxima, Los Lusíadas (1572), en una gruta en Macau, viajó a Goa con el único manuscrito que existía del poema épico. 

Cuenta la historia que el barco que tripulaba naufragó y él nadó hasta encontrar tierra firme, estirando en todo momento fuera del agua el brazo con el que sostenía el texto original. Al pasar el tiempo, Camões se convirtió en el depositario del espíritu nacional, en el poeta náufrago, voz del pueblo.

Los textos producidos en los siglos XV y XVI son otro punto clave en la cartografía literaria portuguesa. Durante este periodo se escribió una cantidad impresionante de crónicas de viaje y relaciones de naufragio escritas por navegantes, por exploradores que pasaban muchos meses fuera del hogar y que describían la vida mar adentro y en tierras extrañas. 

La expansión territorial y cultural portuguesa llegó a otros continentes, se asentó en América, África y Asia. El mundo se expandía, mudaba de forma y así también su manera de concebirse en él.

Con el paso del tiempo surgieron otras figuras que se establecieron como puntos de anclaje imprescindibles. El siglo XIX llegó con todo su esplendor a desbordarse en escritores como Almeida Garret y Cesário Verde.

 El primero llevó la excursión marina a terrenos firmes en su libro Viajes por mi tierra (1846), narración que recorre y desentraña desde la intimidad el país en el que nació; la renovación de la novela tomaba su forma en esta nueva literatura de viajes íntimos. El nombre de Garret resonaba en las publicaciones de la época y lo colocó como una figura importante de su tiempo.

 Por su parte, Cesário Verde fue un escritor que no obtuvo tanto reconocimiento en vida, pero cuyos textos fueron rescatados y publicados de manera póstuma. Su poesía volvía la mirada a la urbe, a sus rincones y habitantes, náufragos citadinos. 

La modernidad llegó a Portugal con El Libro de Cesário Verde (1887), el cual marcó la pauta de lo que sería la poesía portuguesa del siglo XX. Empezaba una nueva época, Verde se convertiría en timón y vela de las generaciones de poetas venideras. Tras una muerte trágica y prematura, su nombre se convirtió en un referente para otros que también pasarían a la posteridad.

Con el nuevo siglo llegó también uno de los nombres más conocidos y leídos de la literatura lusófona hoy en día: Fernando Pessoa, él mismo obra y personaje, quien creó un entramado poético que aun hoy es incomparable y asombroso para el lector que lo recorre. 

Sus heterónimos dibujan una constelación que ilumina el panorama poético de su época y cuyos nombres han obtenido relevancia y actualidad propia; Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro son los más conocidos, pero el universo del poeta se extendió a más de 300 heterónimos. 

En medio de un ambiente político tenso, inmersos en el régimen salazarista, sus versos surgieron en Portugal como una marea implacable que estableció nuevos paradigmas; cuestionando y reconstruyendo la manera de pensarse como poeta portugués y como ciudadano de Europa.

No faltó mucho tiempo para que Portugal se abriera paso en aguas europeas. La consolidación y el reconocimiento internacional llegaron de manera definitiva en los años noventa con el que es, hasta el día de hoy, el único escritor portugués laureado con el Premio Nobel de Literatura: José Saramago. Su novelística convirtió a Portugal en un punto indispensable de visita dentro del canon mundial. Su estilo ha sido ampliamente estudiado y admirado por la crítica y los lectores. 

La proyección e importancia que obtuvo se ve reflejada en las múltiples traducciones y adaptaciones cinematográficas realizadas de su obra dentro de la cual destacan los libros Ensayo sobre la ceguera (1995), El evangelio según Jesucristo (1991) y Las intermitencias de la muerte (2005). Saramago es, posiblemente, uno de los nombres más emblemáticos y de los escritores lusófonos más leídos dentro y fuera de Portugal.

 El mapa es amplio y el recorrido nos lleva a autores con los que compartimos esta época. Las literaturas portuguesas actuales son parajes poco conocidos en México a pesar de estar asentadas en una larga tradición.

 De entre la bruma surge el nombre de Lobo Antunes, quien se convirtió en un autor de culto por sus novelas, en las cuales toca temas como la guerra, la enfermedad, la locura, la muerte. Escritor, eterno nominado al Nobel de Literatura, médico y paciente, Antunes prestó sus servicios en Angola durante la guerra colonial, acerca de la cual escribe constantemente. Han llegado con fuerza, hasta este lado del Atlántico, libros como Memoria de Elefante (1979), En el culo del mundo (1979) y Las naves (1988). 

Pero la narrativa portuguesa adopta múltiples estilos e intereses en nuestros días. Tenemos, por ejemplo, a Lídia Jorge, quien vivió también la guerra e independencia de Mozambique y cuyas novelas entraron en el panorama literario contemporáneo en Portugal desde los años ochenta con El día de los prodigios (1980). 

Jorge se convirtió en una escritora interesada en exponer y desentrañar las actitudes más humanas, en crear una ficción que colinde con sus vivencias íntimas. 

Otra de las narradoras que vino a irrumpir con potencia en las listas de escritores europeos es Dulce Maria Cardoso, quien con novelas como Mis sentimientos (2005) y El retorno (2011) ha sido acreedora a múltiples galardones a lo largo de su carrera, como el Premio Europeo de Literatura.

 Por otro lado, la actividad poética que acunó Portugal ahora se renueva y se da a conocer gracias a la escritura de autores como Nuno Júdice, quien manifiesta una intriga constante por las maneras secretas en las que funciona la cotidianeidad y lo que ella resguarda, por la naturaleza de la poesía que se esconde en lugares inesperados. 

Las coordenadas de lo que hoy se lee y se publica se han establecido poco a poco en los últimos años. La mirada de grandes casas editoras se ha fijado en Portugal, impulsando autores jóvenes que son ya necesarios para comprender los rumbos que se tantean actualmente y brindándoles alcance internacional. Alfaguara, por ejemplo, ha publicado y traducido a Valter Hugo Mãe.

 Nacido en Angola en los años setenta, Valter Hugo vivió y creció en Portugal. Su libro La máquina de hacer españoles (2010) impulsó su carrera como narrador, aunque antes se habían editado ya algunos libros de poesía de su autoría. 

La obra está impregnada por una nostalgia que ilumina las páginas del portugués, su estilo disruptivo ha capturado la atención e interés del público y de importantes figuras nacionales como Saramago quien dijo, en 2007, que Valter Hugo Mãe era un “tsunami literario”. 

Compartiendo generación se encuentra uno de los jóvenes escritores más traducidos de la actualidad portuguesa: José Luís Peixoto, quien entiende la literatura como una “cartografía invisible” y cuyos textos están en constante diálogo con otros de sus intereses como la música y el viaje. 

Ganador del Premio José Saramago 2011 y con más de quince libros publicados, su escritura desarrolla un estilo poético cuidado que es posible percibir en textos como Te me moriste (2001), Cementerio de pianos (2006) y Libro (2010). 

La potencia narrativa lusófona encuentra aguas claras en Gonçalo M. Tavares: nacido en Angola pero representante de la literatura portuguesa actual, obtuvo importantes reconocimientos europeos como el Premio Portugal Telecom 2007. 

Ha escrito libros de gran relevancia como Jerusalén (2004) y Aprender a rezar en la era de la técnica (2007). Por último, debo mencionar a Afonso Cruz, artista multidisciplinario, escritor, ilustrador de libros infantiles y músico, tiene publicados, hasta la fecha, más de una decena de libros entre los que destacan Jesucristo bebía cerveza (2012); el humor y la ironía saltan al lector para atraparlo y hacerlo repensar las maneras de narrar el mundo. 

Ahora contamos con la fortuna de tener a Portugal como invitado de honor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2018, en donde se presentarán traducciones al español de escritores lusófonos, algunos de los cuales nunca antes habían sido publicados en México y que visitarán tierras nacionales. 

La efervescencia del ambiente cultural portugués, de sus producciones artísticas y, en concreto, de las muchas exploraciones literarias se ha propagado y hoy permite la construcción de puentes con el resto del globo. 

Los viajes emprendidos por la literatura portuguesa auguran un futuro lleno de nuevos descubrimientos, de intercambios culturales y del nacimiento de voces que se encuentran para hablar de un país y un mundo compartido.


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