En 1990, el artista plástico mexicano de origen canadiense Arnold Belkin pintó su mural Inventando el futuro en uno de los muros interiores de la Biblioteca Enzo Levi, de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Ingeniería, en Ciudad Universitaria.
“Inventando el futuro corresponde a la última etapa de la producción de Belkin, quien dos años más tarde moriría en Ciudad de México y, si no me falla la memoria, es el antepenúltimo gran mural de alrededor de 30 que hizo”, dice Luis Vargas Santiago, del Instituto de Investigaciones Estéticas.
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De acuerdo con el especialista, la idea de los patrocinadores -la Sociedad de ex Alumnos de la Facultad de Ingeniería y la Asociación de Ingenieros Universitarios Mecánicos Electricistas y del Colegio de Ingenieros Civiles de México, AC - era regalarle a su Facultad un mural que resaltara el papel que ha tenido la Ingeniería en la historia de la humanidad.
“Se llama Inventando el futuro porque muestra la capacidad visionaria de la Ingeniería para mejorar las condiciones de vida de las personas”, agrega.
Con base en alegorías
Elaborado con base en alegorías, este mural tiene dos niveles: uno superior y otro inferior, en los cuales se registran cuatro grandes momentos de la historia marcados por figuras que representan los cuatro elementos de la naturaleza: la tierra, el fuego, el agua y el aire.
“En primer lugar, como representante de la tierra, hay un agrimensor viendo a través de su herramienta cómo se pueden trazar caminos; después, como representante del fuego, un Prometeo; a continuación, como representante del agua, una especie de androide abriendo, delante de unas tuberías, una válvula de lo que parece una presa hidráulica, y, finalmente, como representante del aire, un personaje alado conectado a una serie de invenciones satelitales”, señala.
Un segundo nivel de información se asocia a momentos históricos en los que la Ingeniería ha contribuido definitoriamente para que la humanidad avance.
“En este se aprecian la estructura de la pirámide del Sol, en Teotihuacan, que nos recuerda la importancia de la Ingeniería para las civilizaciones mesoamericanas; una representación del Palacio de Minería, que es donde surgió la primera escuela de Ingeniería de la UNAM, vinculada a la explotación de minas; el Puente Tampico, construido en 1988; y los proyectos de los satélites Morelos, que México lanzó al espacio en 1985. Por supuesto, cada una de estas obras y de estos proyectos se relaciona con los mismos elementos: la pirámide del Sol, con la tierra; el Palacio de Minería, con el fuego; el Puente Tampico, con el agua; y los satélites Morelos, con el aire”, apunta Vargas Santiago.
Un tercer nivel de información tiene que ver con los seres humanos que hacen posible o, bien, operan estos inventos tecnológicos de la Ingeniería.
“En este nivel se observan dos personas usando computadoras, otra controlando un circuito eléctrico, otra más impartiendo una cátedra (en referencia a las labores de la Facultad de Ingeniería), una mujer (la única) manipulando los controles de una grúa, un individuo frente a un mapa, otro con un teléfono, otro más operando un satélite en un monitor, un estudiante tomando clases y, por último, alguien con una antena. Sin duda, el elemento que más se conecta con el público es el estudiante que toma clases, pues el mural se localiza en una biblioteca y esta es visitada, sobre todo, por estudiantes… En pocas palabras, la temática de este mural aborda los cuatro elementos de la naturaleza y los avances más notables de la Ingeniería en sus ramas mecánica, hidráulica, civil y eléctrica”, afirma Vargas Santiago.
Superficies heladas
A partir de su práctica pedagógica en el Taller de Perfeccionamiento y Producción de Mural, que fundó en la década de los 80 del siglo pasado en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la Universidad Nacional, hoy Facultad de Artes y Diseño, Belkin se convirtió en el último gran innovador o, si se quiere, en el refundador del muralismo (en la década de los 50 había sido ayudante de David Alfaro Siqueiros).
“En esa época empezó a pensar en cómo se podía rescatar y reinventar el muralismo cuando este estaba llegando quizá a su ocaso o ya no era un arte con la fuerza necesaria para representar la historia y la política que tuvo en la posrevolución”, comenta el investigador universitario.
En dicho taller, donde llegó a ser uno de los profesores más populares y carismáticos de la ENAP, Belkin creó un método pedagógico y un modelo para pintar murales con relativa rapidez y a un bajo costo.
Un producto de este modelo es Inventando el futuro. El artista plástico nacido en Calgary, Canadá, en 1930, lo concluyó en sólo seis meses, con la colaboración de cuatro de sus alumnas: Maribel Avilés, Leonora González, Susanne Junge y Patricia Quijano, quien posteriormente sería su última pareja y esposa.
“En su elaboración, Belkin usó pintura sintética de resina, la famosa politec, que aplicó con diferentes técnicas, pero sobre todo con un aerógrafo. Por eso, es que vemos superficies tan heladas… Un aspecto interesante de Inventando el futuro es que pertenece a la etapa en la que Belkin comenzó a ser más optimista con respecto a lo que la ciencia, la tecnología y la cultura podían hacer por la humanidad. Es un mural que refleja colores mucho más intensos, alegres. Además, llama la atención que lo haya realizado en una universidad pública, donde se construyen los proyectos de renovación en términos de infraestructura y tecnología para el país. Creo que por ahí iba un poco la apuesta de Belkin”, indica Vargas Santiago.
Pintado en un muro falso de triplay de cedro, cubierto con sellador acrílico y montado en un bastidor de madera, este mural de 42 metros cuadrados fue inaugurado el 14 de septiembre de 1990, con la presencia de José Sarukhán Kermez, entonces rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.
hc