Priorizar las necesidades cotidianas de las personas hace ciudades más justas: Sara Ortiz

Col•lectiu Punt 6 publicó una segunda edición del libro 'Urbanismo feminista. Una transformación radical de los espacios de vida' (Virus Editorial, 2023), en el que reúne una serie de reflexiones y aportes de varias autoras.

El urbanismo feminista busca crear ciudades accesibles y seguras para todas las personas. (Cortesía: Col•lectiu Punt 6)
Ciudad de México /

¿Existe un modelo ideal de ciudad feminista? La respuesta corta podría inclinarse más hacia el no, en tanto que no existe una sola forma de lograr una ciudad que sea segura y accesible para todas las mujeres, personas LGBTQIA+, racializadas, indígenas o con diversidad funcional, entre otras.

Desde una perspectiva interseccional es necesario pensar que nuestros espacios y nuestro derecho a la ciudad están atravesados por diversos factores como el género, la orientación sexual, la clase y el origen étnico.

Hasta hace muy poco era imposible pensar en el desarrollo de las ciudades desde una perspectiva feminista, sin embargo en la década de los 70 y 80 grupos y teóricas feministas empezaron a plantear aportes que darían las bases a lo que hoy muchas mujeres involucradas en la disciplina llaman urbanismo feminista.

En entrevista Sara Ortiz, integrante de Col•lectiu Punt 6, cuenta que cada vez hay más personas interesadas en integrar una perspectiva feminista en la planificación urbana, en la arquitectura y en temas de movilidad.

"Ha sido un impulso, sobre todo, del movimiento feminista, de grupos y colectivos como el nuestro. Para nosotras fue una manera de atreverse a llamar a las cosas por su nombre, sabiendo que llamando a algo feminista corríamos el riesgo de ser excluidas de muchos espacios. Pero gracias a (este tipo de) trabajos y también a personas jóvenes que están en las universidades y reclaman poder incluir esta perspectiva en todos los ámbitos, es que se ha avanzado un poco".

En algunos lugares se han logrado cambios a nivel legislativo. Por ejemplo, en Cataluña, explica, ocurrió un caso anecdótico: "En el año 2004, con la Ley de barrios, por primera vez se obligaba a que los proyectos que querían recibir fondos tenían que incorporar la perspectiva de género. Eso ha ayudado, y si se ha llegado a esa legislación es también porque han sido las mujeres feministas, ya sea desde el movimiento o desde la política y las instituciones a las que han entrado, quienes han logrado hacer cambios. Dicho esto, aún estamos muy lejos de que sea una perspectiva totalmente incorporada de manera transversal en todos los proyectos y en las maneras de pensar el urbanismo, y solo hace falta ver las ciudades en las que vivimos".

En 2019 Col•lectiu Punt 6 publicó el libro Urbanismo feminista. Una transformación radical de los espacios de vida. Ahora se presenta una segunda edición ampliada, con una presentación de la arquitecta y académica feminista Ana Falú y el prólogo de su colega, la arquitecta y urbanista Zaida Muxí.

En el libro —editado por Virus— la argentina Ana Falú señala: "El racismo, las misóginas, las homofobias, las xenofobias son todas expresiones de la misma base patriarcal y capitalista, como también lo es el extractivismo urbano, ese que se apropia del suelo y de los bienes urbanos comunes, de todo aquello que quita al desarrollo y a la calidad de vida de las personas, que extiende innecesariamente las ciudades, que dificulta la movilidad que aproxima, que aleja servicios y equipamientos centrales para la vida".

En ese sentido, agrega que "el urbanismo feminista expone los retos a los que se enfrenta la sociedad actual a la hora de avanzar hacia la igualdad de oportunidades y derechos” por ejemplo, “reconocer la importancia del mundo reproductivo y de cuidados, trabajar hacia la paridad de lo productivo-reporductivo o romper el dualismo entre lo público y lo privado".


Mientras que la también argentina Zaida Muxí, profesora en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, explica en el libro que "el urbanismo feminista propone un cambio de prioridades en la sociedad actual, situando la vida cotidiana de las personas en el centro de las decisiones urbanas, para transformar así las desigualdades que el sistema capitalista, patriarcal y colonial ha reproducido".

La socióloga Sara Ortiz coincide con Falú y Muxí sobre la importancia de integrar una perspectiva feminista en el urbanismo y remarca que uno de los riesgos de no hacerlo es que difícilmente se empezarán a trabajar las ciudades desde las necesidades cotidianas de las personas diversas para tener ciudades más justas, sostenibles y equitativas, y que dejen de ser “solo de un grupo en particular, como se ha hecho hasta ahora, pensando las ciudades para un hombre blanco que trabaja, de clase media, con ingresos y vivienda asegurada”.

La colectividad como herramienta de cambio

Trabajar en colectividad ha sido una estrategia de gran valor para empezar a pensar las ciudades desde otros lugares. Desde Col•lectiu Punt 6 se ha trabajado con comunidades abriendo el diálogo que prioriza una escucha activa para entender cuáles son las problemáticas de cada grupo que dan lugar a un ejercicio de empatía, cuenta Sara Ortiz.

“Cuando trabajas con mujeres no hablan solo de ellas. Hablan de su comunidad: si tienen hijos hablan de sus hijos e hijas, hablan de las personas mayores, de los jóvenes. Por lo tanto, eso rompe con la individualidad; con el ejercicio de trabajo en grupo puedes construir colectivamente recomendaciones y cambios”.

En ese sentido, Sara Ortiz explica que es necesario visibilizar las tareas de cuidados y empezar a pensar en unidades de convivencia que permitan compartir estas tareas de manera colectiva.

Como ejemplo plantea viviendas colectivas con espacios de cocina o lavandería comunitarias, espacios de cuidados colectivos para infancias o espacios dedicados al acompañamiento de personas mayores “para empezar a romper con la reproducción de que somos solo las mujeres las que debemos estar a cargo de las tareas de cuidados”.

Y si bien, no existe un solo modelo para construir una ciudad más justa para todas las mujeres y diversidades —como ya se mencionaba al principio—, Sara Ortiz menciona algunas cuestiones básicas para tomar en cuenta: “No hay respuestas automáticas para todos los tipos y modelos de ciudad, depende de cada contexto, pero sería ideal que las personas pudiéramos desarrollar nuestra vida cotidiana muy cerca del lugar en el que vivimos, que la mayoría de actividades las pudiéramos hacer en una distancia de entre 5 y 10 minutos caminando y que las que estuvieran un poco más lejos se pudieran conectar a corta distancia en transporte público; que pudiéramos realizar actividades de manera autónoma y segura a cualquier hora, a pie o en bicicleta; que el espacio de carros tuviera cada vez menos lugar y solo fuera para personas que realmente lo necesitan; que se tuvieran espacios con elementos que nos ayuden al descanso, espacios públicos que no estén privatizados y nos permitan convivir con diferentes personas, que tuvieran actividades culturales y comunitarias en donde se reivindiquen y se visibilicen las aportaciones de la comunidad”.

Además, agrega algunos retos a resolver como la falta de equipamientos públicos que den respuesta a necesidades de salud, laborales, educativas, culturales, políticas y sociales o que la vivienda deje de ser un negocio, que no sea vista como mercancía, sino como un derecho garantizado y “que sea construida desde una mirada feminista donde las tareas de cuidado sean valoradas, visibilizadas y compartidas”, finaliza.

PCL​

  • Patricia Curiel
  • patricia.curiel@milenio.com
  • Estudió Comunicación y Periodismo en la UNAM. Escribe sobre arquitectura social y el trabajo de las mujeres en el campo de las artes. Cofundadora de Data Crítica, organización de investigación periodística que produce historias potenciadas por análisis de datos.

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