El primer sonido que sale de la trompeta de Wynton Marsalis es como un rayo que electriza las columnas de todos los asistentes a su primer concierto en la Alhóndiga de Granaditas, durante la edición 50 del Festival Internacional Cervantino.
Los presentes, de mirar sus celulares y hablar entre ellos, ante esta nota musical de inmediato enfocan su atención hacia el hombre nacido en Nueva Orleans en 1961, que por su experiencia en los escenarios, calidad técnica y, sobre todo, calidez humana, desde hace varios años ostenta el título de ‘Leyenda del jazz’.
En el escenario, Wynton, con gafas oscuras, pantalón negro y camisa blanca, primero explica que el evento de esta tarde, a diferencia del nocturno, es más un repaso por los conceptos esenciales del jazz, ese diálogo que él domina a través del instrumento metálico que también encumbró a Joe ‘King’ Oliver, Louis Armstrong y ‘Cootie’ Williams.
Al músico de 61 años lo acompañan 14 paladines, los integrantes de la Jazz at Lincoln Center Orchestra, big band estadunidense que goza de reconocimiento en el panorama musical por su ejecución perfecta de himnos que otrora hicieron sonar Thelonious Monk, Mary Lou Williams y Benny Goodman.
“El jazz nos muestra cómo trabajar juntos mientras celebramos nuestras diferencias”, resalta Wynton sobre el ensamble que lidera. “Los elementos fundamentales del jazz nos muestran cómo ejercer nuestros derechos individuales”, agrega.
Luego, el trompetista comenta que los músicos de jazz “tratamos de crear nuestros solos con imaginación, originalidad y un sentimiento conocido como soul”.
Alma, la traducción al español de este concepto (soul), es lo que Wynton les pide dejar en el escenario a los talentos de la Jazz at Lincoln Center Orchestra, y ellos lo hacen sin reproche; de ahí su fama de ejecutar cada nota de forma intachable.
El concierto, que también puede ser visto como una clase, sigue con Marsalis hablando de las tribus, es decir: las distintas secciones que conforman su orquesta; aplaude el trabajo de la parte rítmica (piano, contrabajo y batería) y bromea sobre las diferencias y cercanías entre los saxofonistas, trombonistas y trompetistas.
“Cada una de ellas es como una tribu, y cada vez que tocamos nos queremos y respetamos lo que cada uno hace”, apunta.
Entonces, la leyenda del jazz suelta una de sus máximas: “Improvisar es libertad, pero tocar juntos es una responsabilidad”.
No hay silencio en la Alhóndiga: si no proviene de un instrumento, el sonido surge de los asistentes, que aplauden, ovacionan y silban a cada integrante de la orquesta. También comentan en voz baja lo increíble que es presenciar a uno de los ‘grandes’ en acción; estar frente a ese viejo lobo de mar que desde niño desayunó, comió y cenó jazz… Su padre fue el mítico pianista Ellis Marsalis.
Durante el concierto, la prioridad es lo didáctico: explicar la función de cada instrumento, sección y concepto que conforma a un ensamble de jazz, pero no por eso hay ausencia de canciones: Conglomerado, Mississippi Mud Shuffle y Jumpin’ at the Woodside son melodías con las que la orquesta muestra su sintonía y calidad.
“En el jazz negociamos a través del diálogo y este lleva el nombre de swing”, es otra enseñanza del trompetista.
Tras 80 minutos de cátedra musical, Wynton Marsalis agradece a organizadores y asistentes por su apertura y atención, y antes de salir del escenario reitera: “Libertad es improvisar y el swing es responsabilidad, y a todo mundo le encanta improvisar pero no todos quieren tener responsabilidad”.
Cuando la leyenda del jazz sale del escenario cervantino, el rayo que al principio del evento electrizó a los asistentes no pierde intensidad, al contrario, se aviva en las ganas que crear, de encontrar el soul y la libertad.
jk