Yayoi Kusama: espejos y luces en el Tamayo

Más de un centenar de piezas de esta prominente artista japonesa se albergan en Chapultepec: pinturas, obras en papel, esculturas, videos e instalaciones de 1950 al 2014 se exponen en este museo hasta el 18 de enero de 2015.

La exposición en el Museo Tamayo.
Gabriela Gorab
Ciudad de México /

Yayoi Kusama nació en Matsumoto en 1929. La artista se caracteriza por un estilo y personalidad revolucionarios e inconformes, sobre todo por la rigidez de la cultura japonesa en la que vivió. Ha ido constantemente de lo privado a lo público en una extensa gama de medios, del dibujo a la pintura, de la fotografía al performance, del estudio a la vida real. Su arte está influenciado por sueños de la infancia, visiones en las que el mundo lucía cubierto de lunares, y por tendencias suicidas, así como el por sufrimiento de un fuerte sentido de despersonalización y de búsqueda en el arte de una urgencia por vivir.

A sus 20 empezó con obras poéticas y semiabstractas en papel. Más adelante, a finales de 1950, creó su famosa serie Infinity Ned (Red infinita), caracterizada por pinturas excepcionales únicas, basadas en la reproducción insistente de pequeños arcos pintados que siguen estándares rítmicos en capas de puntos, redes, garabatos y adhesivos. Gracias a su traslado a Nueva York en 1957, conoció a los artistas Donald Judd, Andy Warhol, Claes Oldenberg y Joseph Cornell, quienes la impulsaron e inspiraron en su innovadora carrera al producir una serie de pinturas influenciadas por el expresionismo abstracto.

De niña utilizó el arte para curarse. Dejó la pintura por las esculturas, que llamó Accumulations (Acumulaciones), usando objetos cotidianos como maletas, zapatos y sillas cubiertos con elementos rellenos de tela que semejaban falos, serie conocida como Sex Obsession, la cual formó parte del movimiento Pop Art y del ascenso de la cultura hippie de finales de los años sesenta sin dejar la compulsión de la artista por repetir las obsesiones psicológicas que marcaron el inicio de un paso radical en su obra, cuando creó Aggreagtion: One Thousand Boats Show (Conglomerado: Espectáculo de mil botes).

Consta de una sala donde se expone un bote de remo con incrustaciones rodeado de 999 fotografías idénticas. Su obsesión por los falos ha contemplado el significado y radicalización de su obra, dando como resultado intervenciones y performances en vivo que se convirtieron en elementos básicos de la subcultura del downtown neoyorquino, teniendo como sedes Central Park, Wall Street y el Brooklyn Bridge.

En un mundo dominado por hombres, Kusama supo abrirse camino gracias a su ritmo de trabajo y la meticulosidad con la que ha sabido exponer su esencia en cada obra, al igual que su coraje y lucha por mantener la paz, a grado tal que le escribió una carta abierta al entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, donde le ofrecía tener sexo con él a cambio de terminar la guerra contra Vietnam. El mandatario rechazó la oferta.

Una mujer interesada siempre en el auge de Occidente, emprendedora, diseñadora de modas y empresaria son algunas de las características que muestra en su filme Kusama’s Self-Obliteration, meramente experimental, donde se documentan las diferentes actividades e inspiraciones resumidas de la artista. En 1973 Kusama volvió a Japón, cuatro años más tarde empezó a vivir por voluntad propia en el Hospital Seiwa, un psiquiátrico en Tokio, teniendo a cinco minutos su estudio, lo que le permitió seguir haciendo pinturas, esculturas, grabados e instalaciones con un equipo de asistentes, mientras que por la noches dedicaba su tiempo a escribir novelas y poemas con la misma incesante creatividad.

Infinity Mirrored Room es como se llama una de sus instalaciones más famosas, la cual consta de un cuarto de espejos y 75 luces LED que parpadean a ritmos desiguales y en donde se ven reflejos proyectando una alusión a la luz y oscuridad del espacio exterior. El resultado es un brillo a la vida. La obra de Yayoi es, pues, un tipo de exhibicionismo casi narcisista sosteniendo el deseo de desaparecer, una dualidad extremista donde se experimentan los estados psicológicos de la artista y que a la vez han sido liberados.

Después de ir y venir por dos años, ella volvió a entrar al hospital en 1977 de forma permanente, ahí permanece hoy, a pesar de que se ha convertido en una de las artistas vivas más célebres del mundo, con una producción de proporciones casi industriales. A sus 85 años, Yayoi es un ejemplo viviente de cómo salvaguardar al niño interior, concibiendo una serie de entornos distinguidos por los patrones de su imaginación, renovando el acercamiento con sus instintos más radicales.


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Sofía Provencio, encargada del área de Comunicación Social del Museo Tamayo, asumió la encomienda de diseñar la estrategia correspondiente que plantearían para la exhibición, mientras que los curadores Philip Larratt-Smith y Frances Morris, junto con el Estudio Kusama, se encargaron de la distribución museográfica en el inmueble y de la adecuación de muebles, marcos y otras escenografías que hiciera falta.

Para Sofía, la sala Obliteration Room es su favorita, ya que el hecho de que un cuarto en blanco se esté interviniendo con estampas de puntos de colores hace que el público y la artista interactúen de alguna forma, y que dé cómo resultado un cuarto diferente día a día. Una vez terminada la obra en México, el punto de encuentro de la exhibición será Perú, donde continuará su gira por Latinoamérica.

Obsesión infinita consta de 10 salas y una más educativa, ambas reúnen más de 100 obras de la artista. Su visión, pasión, deseos escondidos, miedos y todo aquello que guarda en su mente se encuentra expuesto en la Ciudad de México, abierto para todo público, de martes a domingo de 10 de la mañana a seis de la tarde. Algunos de los patrocinadores que brindaron apoyo son la Fundación Olga y Rufino Tamayo, la Fundación Japón, el Intituto Tomie Ohtake y Grupo Hábita.

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