La historia de Yellow Submarine —décimo álbum de los Beatles, lanzado el 13 de enero de 1969 en Estados Unidos— es atípica. Para empezar, hay que reconocer que se trata de uno de los discos menos exitosos del cuarteto de Liverpool, precedido de un confesado desgano creativo suscitado por la desconfianza que generaba en el grupo la realización de la película animada.
Corría el verano de 1968 cuando el largometraje homónimo se estrenó en el London Pavilion Cinema. La banda sonora no se publicó de inmediato porque en esos días John, Paul, George y Ringo habían comenzado las sesiones de grabación del White Album, que vería la luz el 22 de noviembre de ese año. Gran acierto, pues el disco se mantuvo 30 semanas en la cima de las listas.
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Concentrados en la realización del material con el que alcanzaron la cumbre de su creatividad —según declaró Lennon en una entrevista para Rolling Stone en 1970—, los Fab Four rechazaban a la idea de filmar otra película, pero el contrato con United Artists reclama la confección de una más.
La solución vino de la mano de Al Brodax, productor de la serie de dibujos animados The Beatles, que había sido emitida semanalmente desde septiembre de 1965 en la cadena ABC de Estados Unidos con éxito abrumador.
Lennon y compañía detestaban la serie, en buena medida por el doblaje, de modo que vieron Yellow Submarine como una redención ante sus alter ego caricaturescos y como una forma de quitarse de encima los compromisos contractuales con la menor inversión posible de esfuerzo.
Para el soundtrack, el mánager Brian Epstein prometió cuatro canciones originales, pero entre los músicos se palpaba la sensación de que su creatividad estaba siendo drenada sin ninguna retribución. En una entrevista con David Sheff para Playboy, Lennon confesó que, salvo los dibujantes, “el equipo de Yellow Submarine no era más que un hatajo de bestias repugnantes. [...] Cogieron todas nuestras ideas para la película sin darnos ningún crédito a cambio”.
El desgano bordeó lo ridículo. Jean-Michel Guesdon y Philippe Margotin cuentan en el abultado libro Todo sobre los Beatles que el cuarteto solía bromear al respecto: “si la realización de un tema es decepcionante, se guardará para la película”.
La conmoción asaltó a los Beatles cuando asistieron a la premiere: el filme superó sus expectativas y disipó toda duda. El guión era sólido y las imágenes —espejo impecable de la psicodelia que había inundado la música del grupo en el pasado— resultaban portentosas en pantalla grande.
John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr lamentaron no haberse involucrado más en la producción.
A pesar de la desilusión de algunos seguidores por no encontrar más de cuatro canciones inéditas, el álbum fue bien recibido, pero no alcanzó la gloria de su antecesor.
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