Alejandra Orozco en París. Ni a la sombra de nadie, ni por pura suerte

El camino no ha sido sencillo. “No es nada fácil empezar tu carrera deportiva al revés”, es decir, ganando. La clavadista tiene la posibilidad de llevarse una tercera medalla olímpica.

Alejandra Orozco nació en Guadalajara el 19 de abril de 1997. | Reuters
Ciudad de México /

La arena en el traje o la piedra en el zapato. Son los Juegos Olímpicos de Río 2016. Alejandra Orozco y la experimentada Paola Espinoza suben 59 escalones para llegar a lo alto de la plataforma. Los narradores dicen que el dúo podría lograr una medalla, repetir la hazaña de Londres 2012, cuando ganaron sorpresivamente una presea de plata y Orozco era una debutante de 15 años.

Paola, entonces una institución de los clavados, sube a la plataforma repitiendo mancuerna con Alejandra, en espera de repetir el éxito. El dueto lleva trajes de baño rojos con una estampa de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. La alberca había perdido su color azul celeste por un verde oscuro, verde sospechoso, pero el Comité Organizador había dicho que era seguro nadar ahí, en el centro acuático Maria Lenk de Brasil. Así que Paola camina al frente, su compañera Alejandra imita sus movimientos.

En la primera ronda, enfrentándose a las poderosas chinas, las experimentadas de Malasia, las canadienses y las estadounidenses, las mexicanas quedan en cuarto lugar. En un momento, la cámara enfoca a Alejandra Orozco, se ve distraída. Llega la tercera ronda y quedan en la sexta posición. La entrenadora Ma Jin, quien llegó a México en 2003 para preparar a deportistas como Rommel Pacheco y Jahir Ocampo, abraza a Espinoza, mientras que Orozco la busca, quiere el mismo abrazo pero ella no se lo da.

Alejandra Orozco tenía 15 años cuando ganó su primera medalla olímpica. | Fernando Bizerra

En la plataforma de diez metros, en el último y quinto clavado, el dúo da tres pasos, tres giros y medio y un clavado adelantado: tardan un segundo y medio en entrar a la fosa acuática que, se sabrá después, tomó esa coloración por exceso de algas. Alejandra Orozco no estira el torso, entra encorvada y varios segundos antes que su pareja, lo que se refleja en la puntuación final. Después de ese clavado en aguas verdes, las clavadistas no pudieron salir del sexto lugar. 

Nos costó mucho trabajo, Río no fue nuestra competencia. Para Alejandra fue difícil y no la juzgo. Creo que no es nada fácil empezar tu carrera deportiva al revés”, recuerda Paola en entrevista para DOMINGA, la revista digital de MILENIO.

En Brasil, en clavados individuales, Alejandra quedó en el lugar 20. El agua verde de esa alberca sirve como presagio de los años por venir: competencias difíciles, empezar de cero. Alejandra inició su carrera al revés, ganando una presea olímpica siendo una desconocida. Luego de un difícil andar, la maldición, la piedra en el zapato, la arena en el traje de baño, lo que fuere, se marchó en Tokio 2020 cuando Alejandra alcanzó a Paola Espinoza en el medallero olímpico de las clavadistas mexicanas de más alto rendimiento.

Ahora en las vísperas de los Juegos Olímpicos de París 2024, la abanderada de la delegación mexicana lleva consigo el peso de ser una de las grandes promesas. Se espera de ella y de su nueva compañera de clavados, Gabriela Agúndez, que logren otra medalla con la que supere a la persona que le abrió el camino olímpico. ¿Lo logrará?

Los inicios de Alejandra Orozco en los clavados

Según lo consignó Proceso, sabemos que Alejandra Orozco tenía mucha presión por los cambios físicos que experimentaba su cuerpo, producto de la adolescencia, sus músculos crecían y no se sentía cómoda. Tenía la presión de volver a tener el cuerpo de la niña que fue en Londres cuando pesaba 47 kilos y no los 56 que la báscula marcó en Río de Janeiro.

Clavados es un deporte mental: hay que controlar las emociones entre los minutos que pasan entre clavado y otro y esos 59 escalones dan para pensar en muchas cosas. “Cuando decides hacer clavados sincronizados, con una persona, es en las buenas, en las malas y en todas y así es como lo asumí”, dice Paola Espinosa.

Después de Brasil, Alejandra sintió ganas de abandonarlo todo y quemar sus naves. Cayó en la cuenta de que no quería ser la sombra de Paola, tenía que mostrar que no había llegado ahí por suerte, que podía tener una carrera también por ella misma.

La clavadista mexicana Alejandra Orozco ganó la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. | Juan Carlos Bautista

La historia de Alejandra Orozco comienza a los ocho años, cuando dijo a su mamá que la matricularan en clases de gimnasia: había visto a una vecina que daba vueltas de carro. La familia no tenía idea del mundo deportivo, su padre se dedicaba a la crianza de cerdos en un rancho de Zapopan, donde Alejandra tiene un brincolín. Su madre, dedicada al cuidado del hogar, la llevó a las instalaciones del Consejo Estatal para el Fomento Deportivo, en Jalisco, y la inscribió. El centro estaba a una hora de casa. Tenía que cruzar Zapopan para llegar a la calle de Fray Antonio Alcalde, en la colonia Miraflores, Guadalajara. Meses después, pidió a sus papás que la metieran a clavados, había pasado por la fosa y vio con asombro a clavadistas caer dentro del agua. Siempre fue de emociones fuertes, así que empezaría a alternar gimnasia con clavados.

La historia moderna de los clavados data de cuando los gimnastas europeos utilizaron la alberca para hacer sus movimientos y caer al agua para evitar lesiones. Al inicio de los Juegos Olímpicos las mujeres no podían competir, de hecho, el restaurador de los juegos modernos, Pierre de Coubertin, dijo que ver competir a las mujeres era el acto más antiestético que había visto, según la periodista Olga Trujillo en Olimpo 2024, Digital del canal público El Once.

La misma periodista cuenta que los primeros Juegos Olímpicos en incluir el deporte de natación y a las mujeres fueron en Saint Louis 1904; un periódico australiano publicó: “los caballeros que organizan los Olímpicos de 1912, en Suecia, permitieron que las mujeres participaran por primera vez en natación”. Fue gracias a la lucha de la australiana y nadadora Fanny Durack, quien pasó de ser vetada en competencias —por ser mujer— a ser la primera campeona olímpica de los 100 metros.

De vuelta en Guadalajara, Alejandra Orozco salía a las 7:00 horas de la mañana, regresaba a las 8:00 horas de la noche a su casa para hacer la tarea antes de dormir. La primera vez que vio a Paola Espinosa fue en un entrenamiento, ese día la pequeña se golpeó en el trampolín y cayó a la fosa; cuenta la periodista Beatriz Pereyra, que Paola le dio la mano y hasta intercambiaron algunas palabras. Después del accidente en un entrenamiento, en un mal clavado, Alejandra cambió su manera de ver las cosas: no estaba ante un hobby, sino un deporte de alto rendimiento. Así que su entrenador le soltó una sentencia: podía dejar el deporte o tomárselo en serio.

Paola Espinoza y Tatiana Ortiz, la dupla que ganó bronce en Beijing 2008, no pudo clasificar para Londres 2012 durante el Campeonato Mundial de Natación. Paola y su entrenadora se pusieron a ver todos los videos de las olimpiadas nacionales en donde estaban los mejores atletas infantiles y juveniles de todo México.

La clavadista Alejandra Orozco. | Cuartoscuro

Les había gustado mucho una chica que se llamaba Julieta que entrenaba en Tijuana. La fueron a ver. Le propusieron irse a vivir a Ciudad de México para entrenar y poder ir a Londres 2012. Pero, según Reforma, un mes antes “Alejandra sorprendió […] en el selectivo nacional para el Mundial de Shanghai”. Por lo que la Federación Mexicana de Natación tuvo una acalorada reunión. Recuerda Paola, recurrieron a Iván Bautista, el entrenador de Alejandra Orozco, una deportista bajacaliforniana. Le pidieron se fuera al entonces Distrito Federal para entrenar y preparar la dupla.

Para Paola era muy difícil conciliar la diferencia de edad, se llevaban once años, pero en ese entonces era muy fácil de dirigir a su compañera. “Ella tenía tantas ganas y tanta hambre de llegar a cumplir ese sueño. Ella creo que sintió el compromiso de una manera muy responsable, porque cada entrenamiento sufría y lloraba porque quería llegar a hacer clavados a la perfección y le agradezco mucho”. 

Tenían entrenamientos duros porque no les iba nada bien. Fue un primer año bastante difícil porque no ganaban. “Nos íbamos a las competencias y todas nos ganaban, de hecho, fuimos a la Copa del Mundo 2011, que era el selectivo para los Juegos, y pasamos en último lugar”.

Paola llevaba el rol de la experiencia, la que podía ayudarla, aconsejar, se contenía las emociones para que la otra no se diera cuenta de todo lo que estaba pasando porque, cuando llegas a unos Olímpicos, se conocen las miradas, los gestos, cuando estás nerviosa.

Alejandra Orozco obtuvo la medalla de plata junto con Paola Espinosa en Londres 2012. | Juan Carlos Bautista

Alejandra Orozco gana su primera medalla

El día que Alejandra Orozco se casó, el escote del vestido de novia revelaba el bronceado de su espalda y la marca del traje de baño en la piel. Ha hecho en su vida más de medio millón de clavados desde que empezó a prepararse para Londres 2012. Un año antes fue voluntaria en los Juegos Panamericanos de Guadalajara. Al año siguiente tocaría el pináculo de su carrera. La de ella es una de esas historias donde la fama llega demasiado rápido y no estás del todo preparada. Apenas tenía 15 años cuando se convirtió en la medallista más joven de la historia de México.

Paola y Alejandra suben a la plataforma de clavados un 31 de julio de 2012, en el Centro Acuático de Londres, Reino Unido. Las mexicanas usan un traje de baño azul con bordes negros. Para el primer clavado eligieron uno de 2.0 grados de dificultad, dice la transmisión oficial del Comité Olímpico Internacional. Caminan hacia la plataforma de frente, Paola dice “¡uno, dos…!” y las mexicanas dan un salto hacia arriba, llevan su cabeza a los pies, y estiran su torso con las piernas hacia el cielo para caer al agua como una flecha. El público se emociona. Ejecución 8.5-9.0, sincronización igual, sumaron 51.60 puntos.

Para su segundo salto caminan al borde de la plataforma, levantan los brazos, saltan, forman una escuadra con su cuerpo, estiran la espalda en dirección a la plataforma y caen. Para entonces, al revisar las transmisiones, vemos que Alejandra todavía no tenía esa costumbre de no mirar al tablero que ahora practica en competencias: prefiere esperar al último salto. Para el tercero, dieron tres vueltas con el cuerpo encogido hasta extenderse antes de llegar al agua. Los aplausos y chiflidos las acompañaron. El tablero las ponía en segundo lugar. Para el cuarto, la complejidad aumentó, hacen giros y vueltas con su cuerpo en posición de escuadra. Recibieron un total de 343.32 puntos para el quinto clavado. Quedan en segundo lugar, se abrazan. La competencia termina. Los medios dicen que han hecho historia.

Suben el peldaño que las corona como campeonas de la primera medalla de plata olímpica, para México, en la plataforma de diez metros femenil. Es Olegario Vázquez Raña, uno de los hombres más ricos del país y cuatro veces atleta olímpico, quien le pone a Alejandra esa medalla que le pesaría tanto. Ese año, México logró su mejor resultado, de acuerdo con el Comité Olímpico Mexicano, ya que logró sus primeras medallas en tiro con arco y fútbol, y dos representantes (Paola, incluida) se convirtieron en las primeras mexicanas en subir al podio en dos ocasiones.

Lo que vendría con el fracaso

Después del fracaso en Río, Alejandra y Paola buscan caminos diferentes. Alejandra tuvo que probar que esa medalla no fue casualidad, hizo su propio camino para no ser la sombra de su compañera con la que participó en diversas competencias. No quería ser acaso la sucesora, sino tener sus propias historias que contar. Entonces, decidió regresar a casa, sentirse arropada y cobijada para salir de ese círculo vicioso. Se tomó un tiempo para sí misma y para pasar tiempo con su papá, Pedro, con quien tiene una relación cercana. Regresó a Jalisco, a la granja a volver a saltar en el brincolín y tomarse un tejuino.

Alejandra se recuperó y buscó una pareja en salto, tal como cuando Paola buscó a Alejandra varios años atrás. En 2017, encontró un perfil: Gabriela Agúndez, quien había hecho todo el proceso olímpico, el período de cuatro años para clasificar a los próximos Juegos. Se conocieron y les gustó su forma de trabajo. Se llevan cuatro años de diferencia, pero las dos traían la misma mentalidad de comprometerse. Los primeros años los recuerda divertidos, tenía una nueva pareja con la cual aprender de cero.

Alejandra Orozco se posicionó entre las 12 finalistas del Mundial de Natación 2023. | Juan Carlos Bautista

Tuvieron competencias buenas y malas en la Copa del Mundo y el Mundial de Natación, pero siempre con la mentalidad de “qué más, qué sigue”. Tomaban vuelos para entrenar entre Baja California Sur y Jalisco, se alternaban una semana y otra. Sin embargo, en los marcadores, siempre quedaban en cuarto o quinto lugar. Pero cuando llegaron a los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y ganaron la segunda posición en sincronizado y comprobaron que podían, la porra apoyó a las mexicanas. En salto individual, Alejandra se llevó el bronce y su compañera, la plata. Ese fue el empujón que necesitaba para saber que tenía otra oportunidad.

Empezaron a ganar medallas cuando llegó el Mundial de Gwangju, en Corea del Sur, pero con malas noticias. Estaban en busca de los pases olímpicos, habían entrenado día y noche, pero el entrenador de Gabriela Agúndez empezó a tener un dolor de cabeza y el cubano tuvo que regresar a México: se sabría pronto que tendría un tumor cerebral. En mayo de 2020, Yunieski Hernández falleció. La muerte del entrenador fue un golpe muy duro para Gabriela, a solo un año de los Juegos Olímpicos de Tokio.

El entrenador de Alejandra, Iván Bautista, se quedó con muchos de sus atletas. Del segundo lugar se fueron a noveno. Y luego se quemarían las instalaciones donde entrenaba Gabriela en Baja California Sur, así que decidió emigrar a Guadalajara.

"Ella me compartió mucho lo que yo necesitaba. Tenía una historia diferente a la mía. Que alguien a tu lado confíe en ti significa mucho. Creo que muchas personas confiaron en mí mucho más de lo que yo misma lo hacía”, dijo Orozco a la periodista Marta Martín en Olympics.com. Para Tokyo 2020 las mexicanas hicieron lo que saben hacer: arriesgarse, ser constantes y crecer en el marcador. Juntas se llevaron la medalla de bronce.

Alejandra Orozco se quitó la arena en el traje o la piedra en el zapato o liberó la maldición. Después de 2016, vivió una lucha por la salud mental. Se repuso y continuó, pudo entender todo lo que había al reverso de la medalla de Londres. En Tokio mostró que su pasado no fue suerte. Ahora en París tiene la posibilidad de ganar una tercera medalla en su disciplina. Con esto podría convertirse en la segunda mujer, después de María del Rosario Espinoza de Taekwondo, en ganar tres medallas olímpicas.

Ahora, a sus 27 años, el gran cierre en su carrera podría aproximarse. Durante el evento del Comité Olímpico, que se llevó a cabo en junio pasado, donde se anunció que Alejandra caminaría al frente de la delegación nacional como abanderada, declaró a la prensa que se plantea “cerrar ciclos” después de esta justa olímpica. No deja en claro el retiro, aunque la prensa deportiva asumió que eso pasará.

Cualquiera que sea el resultado siempre puede volver al brincolín del rancho de su papá. Y lo hará.

GSC/AMP


  • Florencia González Guerra
  • Periodista multimedia y productora. Su trabajo se centra en la documentación y narrativa para las historias que cuenta. Ha ganado dos veces el Premio Walter Reuter.

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