Los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 tienen muchas anécdotas, como la de Marla Runyan. La estadunidense fue una de las 15 atletas que participaron en la final de los mil 500 metros y acabó octava en la prueba, un hito que vale la pena recordar.
Se trató de un gran éxito para una corredora ciega, siendo la primera invidente que participaba en unos Juegos Olímpicos. Fue a sus nueve años que se le detectó la Enfermedad de Stargardt, la cual es una degeneración macular hereditaria que provoca una pérdida de agudeza visual entre 20/200 y 20/400.
En su página web oficial, Runyan explicó que le costaba leer palabras en el pizarrón y los libros que tomaba, al punto de que terminó con una vista de 20/300 en el ojo izquierdo y de 20/400 en su ojo derecho. Legalmente ciega, puede ver personas y formas, pero no las identifica, por lo que trata de aprender la vestimenta de sus contrincantes, acordándose de sus colores vestidos y algunas otras características físicas para poder competir.
Su momento en Sídney 2000
Antes de su aparición en Sídney 2000, tuvo éxito en los Juegos Paralímpicos de 1992, al quedarse con el oro en las pruebas de 100, 200 y 400 metros, así como la de salto de longitud. Para la edición de 1996, volvió a ganar en los 100 metros y se subió a lo más alto del podio en el heptatlón.
Su éxito en los Juegos Paralímpicos la motivó a participar en los Juegos Olímpicos. Tras intentar clasificar en el heptatlón, quedó décima. Fue su buen desempeño en los 800 metros el que la motivó para buscar la calificación en la media distancia, lo que logró en 1999 gracias ganar en los Juegos Panamericanos y ser finalista del Campeonato Mundial, ambas ocasiones en los 1,500 metros.
Además de su octavo lugar en la Final de Sídney, compitió en los 5 kilómetros en Atenas 2004 y finalizó cuarta en el Maratón de Nueva York de 2002.
RGS