Antes de llegar a la gloria en París y proclamarse como nuevo campeón olímpico de los 100 metros, Noah Lyles pasó por su propio infierno. La actual figura del atletismo, que muchos consideran como el sucesor de Usain Bolt en la velocidad, no siempre fue el sonriente deportista que la gente identifica por sus bailes y gestos frente a la cámara, ya que incluso se enfrentó a una profunda depresión.
Al igual que otras figuras como la tenista Naomi Osaka o la gimnasta Simone Biles, Lyles le recordó al mundo y a los medios de comunicación sobre la importancia de la salud mental. Fue en 2020 que reveló que tomaba antidepresivos y que estaba en terapia para tratarse. “He demostrado que puedo sumergirme en una tormenta de pensamientos oscuros y salir de ella”, llegó a comentar el estadunidense.
La noticia causó impacto, ya que Noah mostraba una imagen bastante relajada y divertida en las pistas, una que parece se ha recuperado y que le ha devuelto la energía, esa que transmite cada vez que es capturado en una fotografía o en un video.
Sus comienzos
Nació hace 26 años en Gainesville, Florida, con unos padres, Keisha y Kevin, que ya hacían atletismo y fueron quienes despertaron su interés hacia la actividad física, pero primero tuvo que sobreponerse a problemas de asma desde los cuatro años.
Dichas dificultades respiratorias fueron acompañadas por un trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH) y dislexia que pusieron en entredicho la posibilidad de hacer deporte. Una infancia en la que recuerda estar en el hospital con un respirador artificial y con medicamentos, hasta que le extirparon las amígdalas y pudo recuperarse, aunque todavía trabaja con tres terapeutas distintos.
Una vez superados estos problemas, comenzó a adentrarse en el deporte, lo que se convirtió en un eje importante en su vida. Si bien empezó como gimnasta, no tardó en dirigirse hacia las pistas, en las que fue desarrollándose hasta volverse en la estrella en la que muchos lo identifican hoy.
El talento ya lo tenía y lo desarrolló al punto de que mostró su valía en 2014, cuando participó en los Juegos Olímpicos de la Juventud en China y se proclamó campeón de los 200 metros. Un año después, Lyles mostró ser un atleta multifacético al superar los 2,03 metros en salto alto. Apenas tenía 18 años de edad y ya había sido reconocido como el Atleta del Año a nivel preparatoria en Estados Unidos. Ya se preveía una vida deportiva llena de éxitos y titulares como el de ayer.
Su lucha para ascender
Llegó al gran escenario en los Juegos Olímpicos de Río 2016, en los que se quedó cerca de disputar la Final de los 200 metros, prueba en la que la leyenda jamaicana Usain Bolt terminó proclamándose campeón olímpico.
Y como si se tratara de una cruel jugarreta del destino, una lesión lo privó de participar en los Campeonatos Mundiales de Atletismo de Londres 2017, en la que fue la despedida de Bolt en el deporte de alto rendimiento.
Dos años que bien pudieron ser críticos en su carrera, pero pronto comenzó a dar de qué hablar en el mundo del atletismo. Se proclamó campeón mundial en los 200 metros, tanto en los Campeonatos de Doha (2019) como en Eugene (2022).
Tuvo su primera oportunidad de revancha en 2021, cuando participó en los Juegos de Tokio. Pero el metal áureo tuvo que esperar: acabó con la presea de bronce en los 200 m, por detrás del canadiense Andre De Grasse (oro) y del estadunidense Kenneth Bednarek.
Y de ahí no ha hecho más que mirar hacia adelante, con una actuación memorable en el Mundial de Budapest en 2023, en los que se coronó en las pruebas de 100, 200 metros y 4x100 metros. Aunque no le gustan las comparaciones con Bolt, comenzó a ganarse ese título como sucesor.
Ya ganó los 100 metros y apunta a más éxitos como en Hungría. Hoy comienza su andar en los 200 metros y más adelante se sabrá si formará parte del equipo de relevos. Pero el atleta que anunció su depresión en 2020 hoy parece haber superado sus propios demonios y enamorar las cámaras con su carisma y ocurrencias.
FCM