Cada noche de lunes, la esquina que forman las calles 13 Oriente y 4 Sur se convierte en un punto de reunión para los poblanos que aman la lucha libre, o también para quienes buscan liberar el estrés con el espectáculo que se vive en el ring de la Arena Puebla, el “templo del dolor”.
La Arena Puebla abrió sus puertas el 18 de julio de 1953, con un cartel de lujo que estuvo protagonizado por las leyendas del cuadrilátero Enrique Llanes, Tarzán López y Black Shadow, quienes enfrentaron a El Santo, Cavernario Galindo y El Verdugo.
Este 2022, el recinto cumple 69 años de existencia, pero las emociones y la pasión que despierta el arte entre doce cuerdas son las mismas. Esta tradición ha sido preservada con vehemencia por la familia poblana encabezada por Benjamín Mar, actual administrador del recinto y quien heredó de su padre el amor y el respeto a la lucha libre.
“A Manuel Robles, mi padre, lo mandan por parte de administración a liderar la Arena Puebla y en 1986 toma las riendas de la fabulosa Arena Puebla, el templo del dolor, el templo sagrado de la lucha libre en Puebla”, menciona Benjamín Mar, quien resalta que el recinto ha sido semillero de grandes luchadores.
A lo largo de su historia, el inmueble deportivo ha sido testigo mudo del nacimiento de gladiadores que han forjado sus bases luchísticas en el ring, como el maestro Black Tiger, Asturiano y Toro Bill Jr, pero también ha sido cementerio de máscaras como la de Espíritu Maligno y Arez; y escenario de la caída de cabelleras como la de King Jaguar y Police Man.
Stigma, el primer poblano en ser campeón ligero del CMLL
En años recientes, la Arena Puebla vio el surgimiento de un personaje que se perfila como ídolo de la afición: Stigma, un joven que lleva la encomienda de darle larga vida a la lucha libre, como lo hizo su abuelo Manuel Robles y actualmente, su padre Benjamín Mar.
Stigma pertenece a la nueva generación de luchadores y es el primer poblano en poseer el Campeonato Mundial Ligero del CMLL.
“Aquí me hice como luchador local, probando suerte, buscando esa oportunidad y estar dentro del Consejo Mundial de Lucha Libre. La gente a lo mejor no lo sabe, pero dejan parte de su vida o dejamos parte de nuestra vida aquí en la Arena Puebla con tal de agradar a nuestro público”, explicó el gladiador con 12 años de trayectoria.
Pasión que envuelve al cuadrilátero
En la Arena Puebla el desfile de capas y máscaras inicia cada lunes a las 21 horas, una vez que suena el silbato y se anuncia la caída. Mientras en el pancracio se desarrolla la batalla, abajo se mueve otro mundo donde se escucha la voz del anunciador y la de las personas que ofrecen cerveza o refresco, también de aquel que vende máscaras.
En esta algarabía es común ver al acomodador que asigna las butacas al público y, por supuesto, los gritos de quien apoya a los técnicos o vitorea a los rudos. No falta quien disfruta con cemita en mano y se emociona con una máscara de su ídolo. Todo ello, mientras las patadas, los lances y el sonido del cuerpo en la lona adornan el entorno.
La lucha libre también es símbolo e identidad de México, tanto que a nuestro país le reconocen el talento que hay entre las cuerdas. “Me encanta, siempre que vengo aquí para Puebla siempre intento venir a la Arena Puebla. Vengo de Barcelona. Allá no hay lucha libre, vemos la de Estados Unidos y yo sigo mucho la de aquí, la de Puebla”, menciona Jordy, quien viajó desde España con su familia para apreciar las luchas.
Sin embargo, el deporte-espectáculo no podría estar completo sin los integrantes de las porras, personajes que, sin su presencia, la lucha libre perdería su magia pero que al paso de los años se forja como símbolo de la pasión deportiva en Puebla.
AFM