De manera indirecta, desde el 4 de marzo de 1946 las Grandes Ligas comenzaron a crecer, a ser en verdad más grandes. Ese día se dio el banderazo a una nueva era en el beisbol, pues se dio el primer paso para terminar con la injusticia racial. Ese día quedó grabado en la historia por lo que sucedería 407 días después, pues el 4 de marzo de 1946 debutaron oficialmente con los Royals de Montreal, sucursal de los Dodgers de Brooklyn, dos peloteros de raza negra: el pitcher Johnny Wright y el shortstop Jackie Robinson.
Branch Rickey, el gerente general de los Dodgers, estaba buscando, al mismo tiempo, mejorar al equipo y convertirlo en el objetivo de los aficionados, así que decidió hacer algo nunca antes visto: voltear a la Liga Negra, pues en sus propias palabras, él consideraba que esos peloteros eran “la mayor reserva de materia prima sin explotar en la historia del juego”.
51 días después de que se firmara el final de la segunda Guerra Mundial, Rickey comenzó su plan de integración en el beisbol profesional de los EU y el 23 de octubre de 1945 firmó a su primer objetivo: Robinson; una semana después, el día 30, agregó a Wright para que Jackie tuviera alguien a su lado, pues por las costumbres de aquella época, no iban a poder estar junto al resto de sus compañeros. Era apenas el inicio de la integración.
Así, el 4 de marzo de 1946 (dos días después de lo programado, gracias al mal clima) los Royals de Montreal llegaron a un pequeño campo (que dejó de existir hace ya muchos años) en la esquina de las calles South Mellonville y Celery, en Daytona, Florida, ciudad en la que tuvieron que comenzar su pretemporada porque donde solían hacerlo, en Sanford, Jacksonville, no se permitirá que negros y blancos jugaran en el mismo partido y los Royals se negaron a hacerlo sin sus nuevos miembros.
Aquel juego no fue nada especial para la prensa tradicionalista, que apenas le dedicó un pequeño párrafo bajo una cabeza de descanso en el Orlando Sentinel:
(Textual): “Reporte de estrellas negras: El beisbol rompió ayer un largo precedente cuando el shortstop Jackie Robinson y el lanzador John Wright, dos atletas negros, se presentaron a los entrenamientos de primavera con los Royals de Montreal, la sucursal de Brooklyn en la Liga Internacional”. Eso fue todo.
Un total de cinco personas conformaban aquel grupo histórico: los peloteros Wright y Robinson, Rachel, la esposa de Jackie y los periodistas Wendell Smith y Billy Rowe, empleados del Pittsburgh Courier, el diario con más penetración en la comunidad negra.
A pesar de que al inicio Wright parecía tener más probabilidades de hacer el equipo con los Dodgers, pues era un jugador más veterano y el staff de lanzadores de Brooklyn era francamente pobre, Johnny apenas tuvo un par de apariciones en esa pretemporada, y ambas fueron muy poco brillantes, por lo que nunca llegó a las Grandes Ligas.
Las dificultades que ambos enfrentaban eran diferentes, pues aunque los dos debían sobreponerse al rechazo de aficionados, rivales y umpires, Wright relató años después que también su propio compañero, el catcher Herman Franks, quien le fue asignado, “les decía a los rivales qué iba a lanzar”.
Wright volvió a la Liga Negra en 1947, y posteriormente llegó a la Liga Mexicana en los años cincuenta, donde recibió el apodo de Conejo y jugó con Tuneros de San Luis Potosí, los Azules de Veracruz, los Tecolotes de Nuevo Laredo y el Unión Laguna de Torreón.
Jackie, en cambio, no ‘nada más’ tuvo la fortaleza para llegar y mantenerse una década en la Gran Carpa, sino que se ganó también un lugar en la historia al convertirse en el pilar del cambio, el eterno número uno de la integración.