Tom Lasorda fue una leyenda, un hombre de sangre azul como sólo hay pocos. Uno de esos pocos como él nació hace 85 años en Guayaquil, Ecuador, y ha sido la voz en español oficial de Los Angeles Dodgers desde 1959, su nombre y él son legendarios, es Jaime Jarrín.
“Yo tuve el privilegio de estar con él [con Lasorda] durante seis décadas. Recuerdo la primera vez que lo conocí, en 1958”, recordó en entrevista telefónica con La Afición la icónica e inconfundible voz capaz de sonar como el color azul.
“He visto con mis ojos su desempeño maravilloso, como scout, o buscador de talentos, luego como coach, como instructor y finalmente como mánager; luego como ejecutivo, fue por seis meses gerente general de los Dodgers y asesor del presidente de la organización. Tom Lasorda fue un personaje único en Los Ángeles”, dice y resalta: “Recuerdo a Tom Lasorda con mucho cariño porque me distinguió con su amistad”.
Para Jarrín, Lasorda fue “Un hombre que supo codearse con las más altas figuras políticas del país, amigo de presidentes y de las grandes luminarias de Hollywood, pero también, al mismo tiempo, de las personas más humildes".
Y el mánager demostraba su calidad con detalles a los que no estaba obligado, pero lo distinguían como persona: “Se sabía de memoria los nombres de las esposas de los peloteros, y no sólo de las esposas, sino de las mamás y de los papás. Tom Lasorda era una persona única en el mundo del beisbol”, reitera Jarrín.
La memoria del cronista es envidiable, y apunta que Lasorda “visitó 28 países pregonando el beisbol, enseñando lo más rudimentario de nuestro bello deporte. Influyó grandemente en prospectos latinos para que llegaran a Grandes Ligas, trabajó arduamente como instructor de pitchers para desarrollar elementos como Raúl Mondesí, como Pedro Martínez, Ramón Martínez, como César Izturis, [Alex] Cora y tantos otros”.
Y es en este punto que un nombre sale a relucir.
“Lasorda, digamos, refinó el talento de Fernando Valenzuela junto con Ron Perranoski y otros coaches, pero hablar de Fernando es hablar de Tom Lasorda”, dice Jarrín. “Fernando y Tom Lasorda formaron una mancuerna de oro en la historia del beisbol de la ciudad de Los Ángeles”.
La calidad personal de Lasorda es algo que Jarrín recuerda con especial cariño.
“En ciudades tan distintas a Los Ángeles, como Pittsburgh, Cincinnati o Nueva York, después de un juego difícil en que el equipo había perdido una carrera por cero, por un error o por un imparable que no se había podido dar en el momento preciso, [ahí] en una ruta durísima, no me extrañaba que a la 1:30 o 2 de la madrugada golpeara la puerta del cuarto de mi hotel y me invitara a caminar con él por las calles desérticas de estas ciudades extrañas para mitigar el dolor que le causaba una derrota, en verdad, bastante difícil”, relata.
“Muchas veces yo caminé a la una, dos, tres de la mañana, con Tom Lasorda, durante 45 ó 60 minutos, hasta que lograra él regresar al hotel y conciliar el sueño”.
Y del amor que el viejo piloto sentía por los de la novena angelina, también tiene recuerdos: “Él decía con mucha frecuencia: ‘Si me corta usted mis venas, usted va a ver que mi sangre es de color azul, no es de color rojo’”.
“Lasorda fue, en verdad, un elemento extraordinario, quiso a los Dodgers de tal forma que pidió que cuando él muriera, junto al epitafio en su tumba se colocara el horario de juegos del equipo de los Dodgers, para que la gente que vaya a visitarlo allá, llevándole flores o alguna oración, supiera si el equipo estaba jugando en casa. Así quería él a los Dodgers.
Y fue por ello que, aunque gravemente enfermo, Jarrín asegura que Lasorda mantuvo su amor por el equipo durante toda su vida: “’No se preocupen por mí’”, decía, ‘yo no moriré antes de que los Dodgers ganen una nueva Serie Mundial’”.
Y así, cuenta una anécdota que ayuda a sacar una sonrisa en una triste situación como esta: “Ya los Dodgers no permitían que Lasorda asistiera a muchas funciones por su delicado estado de salud, así que cuando se iba a desarrollar la Serie Mundial en Arlington, los Dodgers dijeron que Lasorda no podía viajar porque en verdad estaba en una situación muy precaria, estaba muy delicado; sin embargo, no sé cómo le hizo, los convenció y los Dodgers permitieron que Lasorda se fuera a Arlington, Texas, y presenciara el sexto y último juego de la Serie Mundial que acaban de ganar los Dodgers. Después de eso, Lasorda llegó en verdad feliz, porque había visto a sus Dodgers coronarse monarcas nuevamente después de una espera de 32 años”.
Tal vez hayan tardado mucho tiempo, pero a final de cuentas, los Dodgers supieron ser campeones justo a tiempo.
JMRS