Los Pequeños Gigantes de Monterrey, el juego perfecto que enamoró al mundo

Llamados los Pequeños Gigantes por su físico y manera de jugar, en 1957 se convirtieron en el primer equipo no estadunidense en ganar la Serie Mundial de Pequeñas Ligas, y lo hicieron poniendo perfección sobre la mesa

Los Pequeños Gigantes 1960 (Especial)
Rodrigo Rocha
Ciudad de México /

No dejarse vencer por las dificultades ayuda a formar el carácter... superarlas siendo perfecto permite entrar en la historia.

Los apostadores le dan probabilidades ínfimas de ser campeón a un equipo físicamente mucho más pequeño que sus rivales y que además es totalmente desconocido. Y así era el equipo creado en la zona industrial de Monterrey que nació en 1956, con jovencitos que además de ser pequeños y sin experiencia, contaban con más carencias que presunciones. Afortunadamente, los apostadores no siempre aciertan.

En la década de los cincuenta, en Monterrey nació la idea de crear una liga infantil de cuatro equipos para los hijos de los empleados de las minas, las refinerías, las fábricas de botellas y las de tuberías, que pudiera competir en los torneos regionales; sin embargo, un equipo de 14 jovencitos tenía prisa por jugar beisbol, se adelantó un poco y comenzó a representar a todas las facciones, por lo que fueron bautizados como los Industriales.

Una vez reunidos los protagonistas, se nombró a César L. Faz como mánager y el resto fue practicar. De inicio ni siquiera tenían todos los materiales que se requieren, pero poco a poco encontraron lo necesario para divertirse. Y así llegó la hora de competir.

La meta de los pequeños sólo era jugar, pero los triunfos fueron llegando uno tras otro en juegos contra equipos de la zona, así que las ambiciones aumentaron y en 1957 su objetivo se fue del otro lado de la frontera.

Aunque el complejo de beisbol juvenil de McAllen, Texas, está a más de 20 kilómetros de la frontera cruzando desde Reynosa (lo que representa alrededor de unas cinco horas caminando), el equipo emprendió gustoso su aventura a pie, pues no tenía dinero para costear el viaje.

Las reglas de aquellos años en las Ligas Pequeñas eran rotundas: si perdías, no podías seguir compitiendo, así que Faz consideró que una visa de tres días sería suficiente para los muchachos, pues podrían jugar en uno el partido que tenían programado y turistear en los otros dos.

Sin embargo, cinco victorias, sobre las novenas representantes de la Ciudad de México, los locales de McAllen, Mission, Weslaco y Western Brownsville los mantuvieron con vida y les dieron el boleto para ir a Corpus Christi a disputar el campeonato del Sur de Texas, el cual también conquistaron para ir después a Forth Worth, donde se consagraron como los campeones estatales al derrotar a Houston en la semifinal y a Waco en el duelo por el campeonato de Texas.

No todo podía ser felicidad porque esos triunfos trajeron un par de problemas: el vencimiento de la visa y la falta de dinero para comer. El primero se resolvió cuando Faz pidió ayuda a la embajada y desde Washington se les concedieron extensiones en el visado; el segundo, en tanto, se solucionó con la ayuda de quienes disfrutaban viéndolos ganar y les daban algún dólar como reconocimiento cuando el equipo pasaba una gorra al término de los partidos.

El racismo en Texas era fuerte en esa época y había muchos marginados; los Industriales, como representación del débil que supera al fuerte, lograron sobrevivir al ganarse el corazón de todos ellos.

Para ganar el título de la Región Sur, los regios tuvieron que viajar a Louisville, Kentucky, pero esta vez ya no se vieron forzados a caminar. esta vez un avión los llevó (el primer viaje en avión para todos ellos). Ahí lograron dos triunfos más, 13-0 sobre el equipo de Biloxi, Mississippi, y 3-0 por encima del de Owensboro, Kentucky, y con ellos ganaron su lugar en Williamsport, Pennsylvania.

Los Industriales, ese equipo sin expectativas por el que nadie daba nada, ya era uno de los cuatro que disputarían el título de la Serie Mundial de Ligas Pequeñas.

Sólo un par de victorias más separaban a los mexicanos del mayor logro que un equipo de niños puede conseguir. El mal clima obligó a posponer un día el inicio de la actividad, pero la suerte decidió que California enfrentaría a Michigan y Connecticut sería el rival de México.

El choque ante los campeones de la Región Este, BridgeportNorth End, el segundo equipo de Connecticut en llegar a la SMdPL, fue muy cerrado. Todas las carreras del juego llegaron en la cuarta tanda, Monterrey tomó ventaja con tres sencillos consecutivos y dos bases por bolas, y aunque Connecticut se acercó con un cuadrangular, los mexicanos lograron la victoria por 2-1 y de esa forma, gracias al estupendo pitcheo de Enrique Suárez, los Industriales estaban en la final.

Ahora todo estaba en las manos del abridor Ángel Macías... literalmente, porque el jovencito que apenas superaba el metro y medio (1.52 m) de estatura y sólo pesaba 40 Kg tenía la peculiar cualidad de ser ambidiestro, o sea, podía lanzar con efectividad con la derecha o con la izquierda, algo útil para impresionar a los rivales, y más en esta ocasión en que los Industriales promediaban 1.50 metros y 42 kilogramos contra el 1.63 y 58 de los californianos.

A sus 12 años de edad, Macías decidió lanzar sólo con la derecha para enfrentar a La Mesa. Su rival en el montículo, LewRiley (quien medía 1.80 m), fue también su primer enemigo aquel día. Éste conectó un batazo por primera que se fue de foulpor muy poco, luego Macías lo retiró. Y después tomó el control.

Alrededor de 10 mil personas en el complejo de Williamsport presenciaban dos cosas nunca antes vistas en la Serie Mundial de Ligas Pequeñas: un equipo no estadunidense estaba ganando el título y el serpentinero mexicano estaba retirando uno tras otro a sus antagonistas, sin permitir que ninguno pisara siquiera la primera base. No obstante, el juego no estaba decidido, pues los de Monterrey tampoco podían batear.

En la quinta, Riley perdió la brújula y caminó a Ricardo Treviño, el primero en turno; por orden de Faz, Baltazar Charles tocó la bola para adelantar al corredor, pero su intento fue tan bueno que se convirtió en un infield hit que puso hombres en primera y segunda sin outs. En seguida, Pepe Maiz (hoy presidente de los Sultanes) conectó un doblete que trajo al plato la primera carrera del partido. Todo el lineup de Monterrey batearía en esa entrada y dejaría la pizarra 4-0 para la última oportunidad de La Mesa.

Macías retiró a su 16° bateador consecutivo y de pronto el título de los Industriales dejó de ser lo más importante. Se fue el 17° y el público pasó del estruendo al silencio esperando la cereza del pastel. Byron Haggard era la última esperanza del campeón de la Región Oeste, Ángel le pasó la primera bola... la segunda... y la tercera. El perfecto, de pronto, pendía de un hilo.

Pero como lo habría dictado un guión de película, Macías vino de atrás con un par de strikes y todo se redujo a un lanzamiento. Ángel escogió una curva, Haggard fue por ella... y falló. ¡Ángel Macías había hecho campeón a Monterrey con un juego perfecto de 11 chocolates en el que nadie le sacó siquiera la pelota del cuadro!

Ese juego inmaculado es el único que se ha visto hasta nuestros días en un juego de campeonato en Williamsport.

Los peloteros que habían dejado Monterrey como un puñado de desconocidos eran ahora a quienes todos querían conocer. Stan Musial pidió conocer a Ángel Macías, luego el equipo viajó a Nueva York para estar presente en un juego de los Dodgers (sus favoritos en la Gran Carpa), recibieron vales de 40 dólares para gastar en Macy’s y luego fueron a Washington a encontrarse con el presidente Dwight Eisenhower y el vicepresidente Richard Nixon.

En México, el presidente Adolfo Ruiz Cortínez y miles de personas les dieron la bienvenida en la ciudad de México, y al llegar a Monterrey, dos meses después de haber partido, el gobernador Raúl Rangel Frías otorgó sendas becas a los 14 peloteros para que tuvieran asegurados sus estudios hasta la universidad.

Ángel Macías recibió en 1961 la oportunidad de lanzar para Los Ángeles Angels, pero sólo tenía 16 años y nunca hizo el equipo; más adelante tuvo un paso irregular y fugaz por la Liga Mexicana, pero su momento lo vivió el 23 de agosto de 1957, cuando escribió su nombre para que la historia siempre lo recordara.


Los Héroes de Monterrey

Ángel Macías

Enrique Suárez

Mario Ontiveros

Norberto Villarreal

Ricardo Treviño

José Maiz

Baltazar Charles

Fidel Ruiz

Gerardo González

Mánager: César Faz


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