Recuerda cuando el motor se apagó y todo quedó oscuro; segundos después, sintió la lluvia fría sobre su cuerpo y un intenso dolor. En un lapso de consciencia, pidió ayuda a gritos hasta ver el destello de una linterna entre los restos del avión.
Pasaron cinco años desde la madrugada del 29 de noviembre en la que Jakson Follmann, hoy de 29, salvó su vida de milagro. El avión que lo trasladaba junto al resto del equipo brasileño Chapecoense a disputar la final de la Copa Sudamericana ante Atlético Nacional se estrelló cerca de Medellín (Colombia) tras quedarse sin combustible, matando a 71 personas.
"Tenía dos opciones: quedarme lamentándome o levantar la cabeza y encarar la vida (...) Tuve que deconstruirme para volver a construirme con mucha paciencia", dice en una entrevista con la AFP el ex portero del conjunto de Santa Catarina (sur), que perdió en el siniestro a 19 compañeros, parte de su pierna derecha y casi toda la movilidad del tobillo izquierdo.
Con la carrera futbolística frustrada a los 24 años, Follmann se reinventó como orador motivacional y cantante.
"De niño siempre tuve dos grandes sueños: el de ser jugador de futbol llegó primero, y el destino quiso que ahora esté realizando mi segundo sueño con la música", cuenta Follmann, que lanzó cuatro temas musicales.
En los dos meses que pasó internado recuperándose de 13 fracturas -incluidas dos graves en las vértebras cervicales- se aferró a la música y a la fe, convencido de que Dios le tenía "algo reservado".
El tatuaje en su brazo derecho lo muestra con la camiseta de Chapecoense, subiendo con la prótesis una escalera rumbo a la Tierra, con la bendición del Espíritu Santo en forma de paloma.
En su nueva vida, el ex guardameta, uno de los seis sobrevivientes, cambió hinchada por público y cancha por escenario. En 2019, ganó el reality "Popstar", donde reveló su talento entonando canciones de "sertanejo", el country brasileño.
Entrenar, también en la música
Follmann comenzó su carrera deportiva en Gremio, fue convocado a la selección brasileña sub-20 y pasó por otros tres equipos locales antes de llegar al Chape en 2016.
Tras el accidente, el club quedó diezmado y con problemas financieros. Incapaz de mantener la regularidad, marcha como colista en el torneo actual del Brasileirao, ya descendido a la Serie B.
Follmann jugó un solo partido oficial con Chapecoense, pero fue embajador del club hasta marzo pasado, cuando se mudó a Sao Paulo.
"La historia con la institución nunca se va a acabar. Jamás me voy a alejar del futbol", dice el ex portero, ahora convertido en hincha.
De los otros dos futbolistas sobrevivientes Neto y Alan Ruschel, solo este último pudo seguir jugando y actualmente integra el América Mineiro de la A.
En su faceta musical, Follmann también tuvo que afrontar desafíos: una operación tras el accidente afectó sus cuerdas vocales y le demanda cuidados. "Como futbolista, entrenaba todos los días; la música no es diferente", señala.
Y se entusiasma: "Quiero llegar a las personas porque la música transforma vidas, como transformó la mía".
Mensaje optimista
Las investigaciones sobre la catástrofe han transcurrido en varios países y una comisión parlamentaria del Senado brasileño investiga la falta de indemnizaciones a familiares.
Follmann publicará pronto un libro biográfico y de autoayuda. Contar su historia como orador en eventos corporativos, dice, le ayudó a convertirla en un mensaje de optimismo y superación.
"Antes del viaje estábamos felices y motivados para ir en busca del título, y de la noche al día acabé perdiendo a mis amigos y mi principal instrumento de trabajo", relata. "Después, mi mayor sueño era tan simple como poder caminar".
El ex atleta suele llevar la prótesis al descubierto y bromear sobre ella en redes sociales. "Las limitaciones a veces están en nuestra cabeza. Nunca hay que desistir", afirma.
Cinco años después de un accidente que conmovió al mundo, Follmann repite lo que para él dejó de ser un cliché: "Hay que vivir intensamente cada día como si fuera el último".
FCM