Karishma Ali, nacida en la localidad de Chitral, al norte de Pakistán. Incluida en la lista de los “30 bajo 30”, de Forbes Asia en 2019, hoy con 23 años reflexiona sobre la huella que el futbol le ha permitido dejar como herramienta en tan poco tiempo en su comunidad.
“Tenía 19 años y tenía que ir contra todo un sistema”, recuerda la jugadora y activista desde su hogar ahora en Islamabad. Ali se tuvo que mudar tras el octavo grado a la capital para seguir su educación y con ello llegó la oportunidad de convertirse en la primera mujer de su pueblo en jugar profesionalmente a nivel nacional e internacional. Esa fue la primera vez que hizo historia. La segunda fue cuando decidió cambiar la vida de cientos de niñas.
Futbolera desde niña
“Me enamoré del futbol en el Mundial de 2006. En general yo siempre fui una niña atlética, me gustaba la actividad física. Mi papá estaba viendo la Copa del Mundo y como no tenía con quién verla me dijo que lo acompañara a ver el partido. Tenía como 8 años, me explicaba cada cosa, las reglas y estaba fascinada por el juego. Empecé a patear cosas en mi casa, inflé un balón y trataba de hacer trucos en mi cama y mi madre me decía que iba a romper todo. Todo empezó en mi casa”.
Pero como parte de una sociedad patriarcal marcada por la cercanía con la frontera de Afganistán, que por años ha estado bajo la influencia del Talibán, complicó aún más el camino. “La ubicación de la comunidad juega un gran papel en lo que cree la gente. Mucha gente sale y entra y trae esa mentalidad. La mayoría vive bajo la noción de que las mujeres son objetos, que no tiene voz en nada, que son los hombres los que mandan”.
Y sigue: “Si bien nunca vi a una mujer jugar en televisión, yo quería jugar y sabía que era posible. Jugaba con mi papá en mi casa o en los picnis. Hubo una época en la escuela que vi que jugaban niños y llegué y quería jugar pero claro que no fui bienvenida. Literalmente tomaban el balón y se quedaban parados y yo insistía y me quedaba ahí. De pronto se acostumbraron a que estaba ahí, pero solo me dejaban pararme a ver en la orilla, no podía entrar al campo. Ahora que las niñas jueguen ya es más normal, ha habido una evolución y ha pasado recientemente, sobre todo en los últimos cinco años”.
Amenazada de muerte
Esto por supuesto no fue la parte más complicada del camino. Con la libertad llegaron las amenazas. Después de que Karishma convenció al entrenador de futbol de hombres de su escuela para que la preparara en representar a Pakistán en los Juegos Jubilee en Dubái, de llegar cada día a las 7 de la mañana y de practicar con un incómodo uniforme, fue aceptada en el equipo y su comunidad en Chitral se enteró.
“Mi papá en particular nunca me dijo que era un juego de hombres o que solo ellos lo jugaban, pero quería que lo mantuviera en secreto solo para mantenerme a salvo de lo que diría la gente. Como se esperaba, recibí muchas amenazas, había campañas en redes contra mí, donde los hombres pensaban que yo era una amenaza para la cultura, que estaba en contra del islam y que las mujeres no deberían practicar deporte. Me decían que si continuaba me iban a matar, que cuando regresara me iban a cortar las piernas. Tenía tan solo 18 años y no era normal, me preocupaba por mi vida y hubo un momento que compartían información de mi familia. Estaba muy asustada y pensé en dejar de jugar.”
Su padre no la dejó rendirse
El padre de Karishma fue quien le recordó la razón por la que empezó a jugar futbol. “Puedes haber empezado por ti misma pero no te das cuenta que abriste las puertas para muchas mujeres de aquí, si te rindes vas a acabar con el deporte para las mujeres aquí. Estos hombres van a recordarles que te derrotaron, sal de redes sociales y concéntrate en lo tuyo”, recuerda que le dijo en medio del miedo
La figura de su padre ha sido clave en esta historia, desde enseñarle el deporte, incitarla a jugar y no dejarla rendirse ante la presión de la sociedad.
“Gané medalla de plata en Dubái, también participé en la Copa Internacional de la AFL en Melbourne como parte del equipo femenil de Pakistán. Toda la experiencia me hizo darme cuenta de lo importante que era regresar y hacer algo por las chicas en mi comunidad. No necesitaban ser salvadas, no se trataba de ser una héroe, solo necesitaban una plataforma, una oportunidad y por eso empecé la Chitral Women’s Sports Club en 2018, con el objetivo de crear un espacio a salvo para jugar y expresarse.
“Es difícil para las mujeres divertirse. En nuestra cultura, la chica perfecta es la que ve para abajo y no habla, solo escucha a sus padres. Esto crea un ambiente de estrés que ha hecho que el rango de suicidios en el área haya aumentado. Tenemos que empoderar a estas mujeres a través del deporte”.
Inicio complicado
Después de todo ello, pese a las adversidades, Karishma ya no se detuvo y siguió adelante con su proyecto.
“El primer año fue el más difícil, porque incluso la gente que nos apoyaba no lo hacía públicamente por miedo. Había reuniones donde votaban en contra de nosotros. Hoy sé que puedo ir contra todo, tuve que ser persistente. Mi gobierno me da derecho a jugar deportes, ¿quiénes son ustedes para detenerme? Ya hicimos las paces al saber que estas reacciones negativas siempre van a existir, pero soy cuidadosa con las niñas y les comparto mi historia y las educo que sepan que estos hombres no pueden hacerles nada. Siempre amenazan su honor. Las llaman putas solo por jugar futbol. Tienen que ser más fuertes que lo que fuimos nosotras. Entiendo su problema, su lucha y realmente todo es por ellas. Espero cambiar el juego en mi país”.
Al final, Karishma sacó adelante el primer campamento de futbol exclusivo para niñas en su área. No esperaba ni 10, por lo que le faltaron formatos para las 60 que llegaron. Y si bien no contaron con transporte al no tener suficientes recursos, eso no fue impedimento.
“Tuvimos que caminar de 2 a 4 horas cada día para llegar al lugar y de vuelta. Ahí vi la determinación, el número solo crecía y supe que tenía que continuar este trabajo. Logramos introducir nuevos deportes, como voleibol en 2019 y ski en 2020. Ahora son 81 niñas de diferentes villas de Chitran, hemos visto un enorme cambio y en verdad que creo que es por el deporte. Al principio están calladas y al final del campamento gritan y comparten. Ha sido increíble”.
Falta mucho por hacer
Muchos le preguntan: ¿cómo se ganó la confianza de los padres? Al respecto Ali cree que fueron aquellos que siguieron su experiencia desde 2016 y la manera en que peleó por todo. “Entendieron que el deporte eran tan importante para las niñas como para los niños. He visto el cambio en mí, antes era una niña asustada, ahora conozco mis derechos y soy más fuerte, el deporte es útil, lo mismo es para ellas”.
Al año siguiente llegó Forbes y entró a un listado donde compartía espacio con Naomi Osaka y con ello más cambios.
“No lo creía. Para que alguien como yo, de una pequeña villa llegará a Forbes, fue un gran cambio para los padres. No solo son los hombres, las mujeres también pueden lograr algo y traer orgullo. Fue un gran momento para la comunidad, de pronto todos estaban orgullosos de mí…Todavía juego futbol, pero la situación en la federación de mi país es complicada, pero lo amo tanto que trato de mantenerme en el juego, entreno dos veces a la semana. Es una terapia para mí, se me olvidan todos los problemas cuando entro al campo. Tenía grandes sueños, jugar internacional, pero por la situación nada pasa a nivel local, no podemos hacer mucho”.
El objetivo principal ahora de Karishma es hacer el proyecto más sustentable por la falta de fondos. En el futuro buscan trabajar con niñas de todo Pakistán y para ello ya crean alianzas con otras organizaciones.
“El futbol brinda diferentes emociones en cada uno, se trata de los aficionados, los jugadores, la celebración. No es un juego largo como el cricket que en Pakistán todos aman. En el futbol no solo se trata del juego, es acerca de las emociones también. Me gustaba cómo los jugadores trabajaban como equipo y cómo todos conectaban en las tribunas. Es lo que intento hacer ahora”.