En 2020, la Fórmula 1 brilló por su ausencia en México; el año pasado, lo hizo por un estricto protocolo sanitario dentro del paddock y en las gradas del Autódromo Hermanos Rodríguez, mientras que en la actualidad lo ha hecho por el color, la alegría y el ruido de los motores a más de 190 kilómetros por hora.
El Gran Premio de la Ciudad de México se sumó a la tendencia de la temporada, en la que los aficionados cambiaron los cubrebocas por máscaras, pintura facial y, sobre todo, sonrisas visibles, tal y como era hasta 2019. Por tres días, la capital del país fue el centro de atención para muchas partes del mundo, con la expectativa de ver una carrera emocionante en los 4.304 kilómetros del circuito de la Ciudad Deportiva de Magdalena Mixhuca.
Con expectativas altas
Los aficionados llegaban de todos lados: desde las estaciones de Metro Puebla, Ciudad Deportiva o Velódromo, así como en los transportes de apoyo para llegar a las gradas de la primera curva y el complejo Moisés Solana, incluso aquellos que compraron sus boletos en la zona de la curva 4, una de las preferidas por los aficionados de antaño.
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A diferencia del viernes de prácticas libres o del sábado de la última sesión de entrenamientos y la clasificación, la mayoría de los aficionados se dieron cita en el Autódromo desde las 8:00 de la mañana, pese a que las puertas no abrieron sino después de una hora.
“Mejor llegamos desde estos momentos. Es preferible para evitar largas filas en los accesos”, comentó un padre de familia junto con sus dos hijos, todos uniformados con la ropa de Red Bull y la gorra de Sergio Pérez, quien llegó como la figura absoluta de esta fiesta automovilística. “Queremos ver a Checo, es nuestro orgullo”, añadió.
El público se entregó
Y es que, a diferencia de 2021, el paddock lució mucho más vistoso y ruidoso, en buena parte por el hecho de que permitieron un número mayor de aficionados dentro de las zonas exclusivas, en la que pagaron miles de pesos para tener una experiencia completa, además de tener la oportunidad de estar de cerca de los 20 pilotos y buscar la fotografía o el autógrafo del recuerdo.
Mientras Kevin Magnussen y Guanyu Zhou caminaban, un par de aficionados se acercaban a ellos para tomarse una selfie, con mayor calma vivían su estadía directores de equipo como Otmar Szafnauer (Alpine) o incluso Lawrence Stroll, propietario de Aston Martin… pero la cosa cambiaba con algunos estelares de la parrilla.
El tumulto crecía cada vez que pasaban Charles Leclerc, Carlos Sainz, George Russell e incluso Lewis Hamilton –este último con un paso fugaz, al moverse en el paddock con su scooter de dos ruedas– pero los que más atención llamaban eran Max Verstappen (en su calidad de campeón del mundo) y Sergio Pérez, el piloto que dio un crecimiento exponencial en el último par de años, desde que explotó sus habilidades con el volante de Red Bull.
Entre porras, cánticos e intentos de selfies y videos, los aficionados trataban de seguir de cerca a Checo, quien contaba con personal de seguridad para moverse sin contratiempos al garaje o a su hospitality para mantener la concentración de la carrera más importante del año para el tapatío: aquella en la que corre ante su gente.
Las emociones no eran exclusivas del paddock: todas las gradas se encendieron con aquella largada de 1.3 kilómetros, con el hecho de disfrutar de 20 de los mejores pilotos del planeta competir en un circuito histórico y el ambiente en cada curva y recta, hasta adentrarse en el nuevo ícono de este Gran Premio: el Foro Sol, aquel estadio que ya se ha convertido en el sello característico de la carrera desde que la Fórmula 1 regresó a México en 2015.
Con cientos de carteles, figuras de cartón de sus pilotos favoritos (Checo el más común en las gradas), banderas y mucha algarabía, la afición puso de su parte para demostrar que la Fórmula 1 no se equivocó al renovar el contrato hasta 2025. Porque si algo ha quedado claro en las siete ediciones celebradas en esta nueva etapa de la carrera, es que los mexicanos entienden mejor que muchos el significado de “F1ESTA”.
FCM