El apellido Farina tiene una gran tradición dentro de la industria automotriz italiana, y como si el destino lo quisiera, alguien con un linaje de ese tipo tendría que ser el primer campeón de la Fórmula 1 cuando la categoría fue lanzada para su primera temporada en 1950.
Con un gran tiempo de antelación y tras la Segunda Guerra Mundial, la Federación Internacional de Automovilismo lanzó el reglamento de lo que se convertiría en el Gran Circo en 1946. El primer campeonato constaba de siete carreras: Gran Bretaña, Mónaco, las 500 Millas de Indianápolis, Suiza, Bélgica, Francia e Italia.
El 13 de mayo de 1950 una antigua base militar de la Real Fuerza Aérea Británica, ahora conocida como el circuito de Silverstone, albergó el primer gran premio de la historia. Ahí, un italiano nacido en Turín se impuso en la sesión de calificación con un tiempo de 1m50.8s que quedó registrado a nombre de Giuseppe Farina, integrante de la escuadra de la misma nacionalidad, Alfa Romeo.
El talento de Nino, como también era conocido, destacó desde 1930 con otra marca italiana, Maserati, y aunque algunos consideran que su mejor momento se vio cortado por la Segunda Guerra Mundial, la vida le dio una oportunidad con la creación del primer campeonato mundial de pilotos de Fórmula 1.
Así, ante 120 mil aficionados se convirtió en el primer ganador de la F1 al imponerse en Gran Bretaña, derrotando por 2.6 segundos a su compañero de marca y compatriota Luigi Fagioli, recibiendo el trofeo de ganador de las manos del Rey George VI. La victoria le otorgó nueve puntos en el campeonato de pilotos para consagrarse como el primer líder de la tabla en la historia, e iniciar su camino a su primer cetro al conseguir dos triunfos más en Suiza y en su casa Italia, lo que le permitió alcanzar 30 unidades al final, derrotando por tres puntos al argentino Juan Manuel Fangio.
Considerado como un piloto agresivo y, en ocasiones pretensioso, Farina se mantuvo un año más en Alfa Romeo, sin repetir su éxito al finalizar cuarto del campeonato con un triunfo en Bélgica y dos podios de tercer lugar en Suiza y España, cediendo la corona ante el sudamericano.
Viendo el avance de Ferrari en 1951, quienes lo superaron con sus pilotos Alberto Ascari (Italia) y José Froilán González (Argentina), Nino se trasladó en 1952 a la casa del Cavallino Rampante intentando repetir su éxito de 1950. Si bien regresó a la competitividad, finalizó segundo del campeonato perdiéndolo ante su compatriota dentro de la casa de Enzo Ferrari.
La campaña de 1953 fue la última en que corrió de tiempo completo celebrando su victoria fina en la máxima categoría en Alemania, pero consiguiendo además cuatro podios que le valieron para alcanzar el top tres de la tabla de pilotos de ese año.
A partir de ese momento tuvo apariciones esporádicas defendiendo los colores del equipo de Monza, sumando tres podios más en Argentina (1954-1955) y un final en Bélgica 1955, justo antes de que un fuerte accidente en Italia de ese año diera un golpe definitivo a sus aspiraciones para regresar al máximo nivel.
Su vida llegó al final el 30 de junio de 1966 cuando contaba con 59 años. En una época en que ser piloto de carreras era extremadamente peligroso, Nino Farina perdió la vida en una carretera mientras manejaba al circuito de Reims-Gueux para mirar el Gran Premio de Francia donde el australiano Jack Brabham se impuso con su propia organización.