El 2 de julio de 1994, el deporte vivió uno de sus capítulos más oscuros y lamentables, cuando Andrés Escobar fue asesinado a tiros en su natal Medellín, víctima del control que tienen las mafias en el balompié.
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El Caballero del Futbol, apodo que adquirió por su actitud serena en la cancha y su costumbre a disculparse con el rival por cometer faltas, perdió la vida debido al narcotráfico colombiano y el fanatismo de unos sicarios que no les importó ejecutar a un ser humano por un error.
A pesar de que ha pasado un cuarto de siglo desde aquel fatídico día, el dolor sigue vigente en un país que vivió una de sus etapas más terroríficas en los años ochenta y noventa.
La esperanza de un país
Semanas antes, el 18 de junio, la selección de Colombia se preparaba para su participación en el Mundial de Estados Unidos, donde llegaron con etiqueta de contendientes y mucha presión sobre sus hombros tras una destacada eliminatoria el año anterior, donde golearon 5-0 a su similar de Argentina en la última fecha.
A esto se le sumaba una prometedora generación que llegaba a territorio norteamericano, con jugadores como Carlos Pibe Valderrama, Faustino Asprilla, Víctor Hugo Aristizábal, Adolfo Valencia y el mismo Escobar, por mencionar algunos, así como la dirección técnica de Francisco Maturana, en su segunda etapa al frente de los cafeteros. Una nación entera, que sufría por la violencia del narcotráfico, veía en ellos a un grupo de héroes que podría conseguir el primer título internacional.
Sin embargo, la historia no estuvo de su lado, al presentarse con una derrota 3-1 contra Rumania en el Rose Bowl de Los Ángeles. Días después comenzó el tormento, cuando Luis Fernando Chonto Herrera, lateral derecho, se enteró que su hermano falleció en un accidente de tránsito, en tanto a Gabriel Jaime Barrabás Gómez -de acuerdo al diario El Tiempo, de mayor circulación nacional en Colombia- fue amenazado de muerte junto a su familia si jugaba el segundo partido de la fase de grupos contra los anfitriones.
Ante las amenazas, Maturana puso su renuncia sobre la mesa, pero los dirigentes lo convencieron de seguir y buscar la clasificación a los Octavos de Final, por lo que se mantuvo en el banquillo y decidió sentar a Barrabás para mantenerlo a salvo.
¿Un autogol lo condenó?
El 22 de junio, los cafetaleros enfrentaron a Estados Unidos en el mismo escenario del cotejo anterior, pero el nerviosismo y la presión sobre ellos eran evidentes.
Al minuto 34, ocurrió el momento. En un intento por evitar que el balón entrara en su arco, Andrés Escobar se barrió con las dos piernas pero metió el esférico en su propia meta, ante la mirada atónita del portero Óscar Córdoba.
El autogol afectó mentalmente a los colombianos y le dio un impulso anímico a los estadunidenses, que ampliaron su ventaja con la pierna de Earnie Stewart (52'), y aunque Adolfo Valencia anotó el descuento (90'), los sudamericanos firmaron su eliminación en la Copa del Mundo, despidiéndose con un triunfo 2-0 sobre Suiza en la última fecha de la fase de grupos.
Días después, de regreso en su natal Medellín, Escobar fue junto a un par de amigos al bar El Indio, donde los hermanos Pedro y Santiago Gallón, dos narcotraficantes molestos por el gol en propia puerta, lo insultaron y se burlaron de él.
Tras pedirles sin éxito que lo dejaran en paz, el futbolista salió del lugar y fue seguido por los hermanos al estacionamiento.
De acuerdo con los reportes de la fiscalía local, Santiago Gallón le advirtió: "Usted no sabe con quién se está metiendo".
Fue en ese momento cuando Humberto Muñoz, chofer de los Gallón, se bajó del carro para dirigirse al vehículo de Andrés y acribillarlo con seis disparos en la cabeza. Dejó este mundo a los 27 años.
Han pasado 25 años desde aquella ejecución y la gente sigue pidiendo justicia para el jugador, que jamás pudo llegar a las filas del Inter de Milán y continuar una carrera más que prometedora. Muñoz fue declarado culpable y fue condenado por 13 años, quitándole responsabilidades a sus patrones.
ZZM