En el último instante del partido en Wembley, en el minuto 101, al borde del final, el Arsenal revivió de repente con el 1-1 de Leandro Trossard para dirigir el duelo hacia la tanda de penaltis, proclamarse campeón de la Community Shield y tomarse la revancha contra el Manchester City, doblegado desde los once metros por los fallos de De Bruyne y Rodrigo y la transformación infalible del club londinense.
Entre la agonía, de forma increíble, inesperada, en la ofensiva final cuando todo está perdido, Trossard conectó un tiro que no aparentaba más que la parada de Stefan Ortega, hasta que rebotó en Akanji y mutó en el principio del fin en la Supercopa inglesa para el Manchester City, que ya se sentía ganador por el 0-1 de Cole Palmer en el 77.
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Los penaltis terminaron de revolucionarlo todo: Martin Odegaard abrió la acción, rotundo en el primer lanzamiento; Kevin de Bruyne estrelló su tiro en el larguero; Trossard agrandó la diferencia en el segundo tramo, con la respuesta del gol de Bernardo Silva, pero después Saka mantuvo la distancia con el 3-1, Ramsdale (notable en esa destreza y antes para sostener a su equipo con el 0-1 en contra) negó el tanto a Rodrigo y Fabio Vieira conectó el tiro de la victoria a la escuadra, sin ninguna opción para Ortega.
El Arsenal rebajó al City. Primero, por contención. Después, por reacción. El grupo de Mikel Arteta entendió su partido. Sometido en todo el primer tramo al absoluto control de la posesión de su adversario, con promedios que rondaron el 85 por ciento hasta la media hora del enfrentamiento, logró reducir a apenas nada la acción dentro de su área. La limitó a remates puntuales, incómodos, nada preocupantes.
Un primer paso que redujo a un tiro desde lejos de Rodri. Fuera. Nada más. Un éxito cuando enfrente está un equipo de la dimensión del campeón de Europa y un goleador estratosférico como Haaland, que no remató -ni tuvo ocasión- en todo el primer tiempo ni en todo el choque, hasta su sustitución, cerradas las vías de los extremos, sin desbordes de Grealish ni Bernardo Silva.
Primordial Ben White antes para interponerse a un centro con destino a Julián Álvarez, apurado Ramsdale en un lanzamiento desde el medio campo del propio Rodri, el Manchester City se fue al descanso sin un solo remate entre los tres palos, con las cesiones atrás de sus compañeros como el mayor peligro sentido por el guardameta de los 'Gunners'.
Todo lo contrario que el Arsenal. No necesitó tanta posesión, sino más verticalidad, para poner en jaque al conjunto de Pep Guardiola, aliviado incluso con el 0-0 al intermedio, imposible de no haber mediado el portero Stefan Ortega, certero y oportuno cuando el encuentro lo exigió, cuando Kai Havertz lo enfrentó hasta en dos oportunidades. Un remate a la media vuelta, otro con la derecha... Dos ocasiones que deben ser gol en este nivel.
Havertz, por el que el Arsenal ha pagado 75 millones de euros en este mercado de verano, no es un goleador. Tiene muchas cualidades, indudables cuando gira, conduce, desborda, se desmarca, se mueve dentro del área... No cuando remata. Los números son una evidencia: 32 goles en 139 choques con el Chelsea, su anterior equipo.
En el regreso de la competición a Wembley, tras la anterior edición en el estadio King Power de Leicester, por la disputa de la Eurocopa femenina, la victoria parcial entonces de Stefan Ortega sobre Havertz resultó el empate al primer tiempo. Y la victoria después, entre la frustración del Arsenal, que reafirmó su capacidad para doblegar al City, pero que desaprovechó entonces su momento. Sí lo hizo después, cuando nadie lo esperaba.
La segunda parte insistió en el mismo escenario. Más allá del comienzo, que devolvió el partido a su fase inicial, con la diferencia de que, ahora sí, el conjunto celeste aparentó más dinamismo en el último tercio. Un cabezazo, otra vez de Rodri, el monopolizador de las ocasiones hasta ese momento del City, provocó la primera intervención bajo palos de Ramsdale. Nada del otro mundo aún. Nada concluyente. Un momento puntual.
Antes de la hora, Guardiola recurrió a Foden. Quitó a Grealish, intrascendente. Tanto como Haaland, desactivado por su oponente, por la desasistencia de su compañeros, por un partido de menos ritmo de los que disputará después cuando avance la temporada, por una vigilancia y un aspecto táctico del encuentro que lo privó de cualquier ocasión. Con 0-0 fue cambiado. En el minuto 64. Entró Palmer... Y reapareció De Bruyne, en lugar de Kovacic.
Tres cambios para dar un giro al partido, que no iba ni para un lado ni para otro, expuesto al mínimo detalle, abierto, en la fina línea del equilibrio, por momentos aparentemente con más control del City, a ratos con las salidas amenazantes del Arsenal, siempre dentro de un marcador tan incierto. Saka no remachó un centro en un lado. Timber salvó el tiro de Palmer en el campo contrario.
Todo pendiente de la eficacia. Fue Palmer quién primero lo cambió todo. No fue suficiente todavía. Su rosca, con la izquierda, en un contragolpe, por encima de la estirada de Ramsdale, noqueó al Arsenal, sostenido después por dos paradas cruciales de Ramsdale, a Foden y Rodri, y renacido en el minuto 101, con el tiro de Leandro Trossard que golpeó decisivamente en Akanji y redirigió todo a los penaltis. El Arsenal fue el campeón.
MGC