Al borde del final, el Celta logró lo que nadie había conseguido en las últimas ocho jornadas de La Liga, restó al Atlético de Madrid dos puntos y aplacó la pegada de Luis Suárez, cuando el conjunto rojiblanco ya sentía suyo un triunfo, construido por el goleador uruguayo y frustrado por Ferreyra (2-2).acó la pegada de Luis Suárez, cuando el conjunto rojiblanco ya sentía suyo un triunfo, construido por el goleador uruguayo y frustrado por Ferreyra (2-2).
El fichaje invernal argentino regresó a La Liga con un protagonismo que quizá no intuía, como el goleador a última hora y decisivo del 2-2 que reduce la diferencia que sostenía el Atlético en el liderato. Aún es relevante, pero ya no tanto. Son ocho puntos sobre el Barcelona y el Real Madrid, que aún pueden ser once.
La puesta en escena del Celta fue imponente. A la presión alta que lo transforma en un equipo atrevido, agobiante y concluyente cuando la desarrolla con la eficacia con la que lo hizo en el primer tiempo en el Wanda Metropolitano añadió el buen manejo de la pelota, la precisión y la contundencia que en otras ocasiones no ha tenido, porque tampoco dispuso de demasiadas ocasiones frente a Jan Oblak.
Suyo fue el primer tramo. Sin discusión. Al Atlético no sólo lo minimizó, sino que lo devoró con esos mecanismos tan visibles, tan inherentes al proyecto de Eduardo Coudet, que lo postulan para robar la pelota cuanto más cerca mejor de la portería contraria y que lo proponen para desafíos mayores por ambición, como este lunes.
Al minuto 12 vencía por 0-1 -y no resultó nada extraño- con una acción de las que se enseñan en cualquier escuela de fútbol como un modelo: la apertura a la banda, el buen centro de primeras desde la derecha de Hugo Mallo y el desmarque y el remate en plancha, a un metro de Jan Oblak, del certero Santi Mina entre Felipe y Giménez.
Hubo mérito del Celta en todo eso, en todo el primer tiempo de claro color celeste, ganador del duelo que planteó entonces con la presión, pero también muchas deficiencias en el Atlético, demasiadas para un equipo de su calibre, impensables en algunos jugadores de su talla, como Lodi o Felipe (fue cambiado al descanso por Torreira), por ejemplo, aunque hubo otros muchos más, con concesiones que ya ha deslizado en algunos de sus partidos más recientes, aunque los gane.
Porque el Celta fue mejor, sí, todo el primer tiempo, pero ni siquiera tal superioridad le bastó para irse al descanso al frente del marcador. La razón es evidente: el Atlético -o en concreto Luis Suárez- tiene una eficacia tremenda en ataque, juegue como juegue, aunque no aparezca casi por el área rival, no haya tenido ninguna ocasión o el partido apunte a todo menos al gol rojiblanco. No necesita casi nada para anotar goles.
Y no lo necesita porque tiene futbolistas que marcan las diferencias en un instante, en este caso en la última jugada del primer acto. Uno es Marcos Llorente, aunque su circunstancial posición de carrilero derecho apague muchas de sus cualidades. Suyo fue el centro perfecto por la banda. Y otro, sobre todo, por encima del resto, es Luis Suárez. Suyo fue el remate, desde el suelo y al primer toque. La revisión del VAR, por milímetros, validó la ajustada posición del '9'. Era el 1-1.
El empate era lo mejor del Atlético. Y el empate fue lo peor para el Celta. Y cuando pasa eso, ya parece que no hay más margen en el Wanda Metropolitano. No se lo dio entonces el líder de La Liga, que surgió del intermedio para ganar, como hace 15 días ante el Valencia, pero finalmente no lo consiguió, ni siquiera con el 2-1.
A los cinco minutos del segundo tiempo, en la siguiente aparición de Luis Suárez. Dos ocasiones, dos goles. La segunda a centro al primer toque de Lodi, al que le había dado el pase antes Kondogbia, en su estreno atlético como titular liguero, en el que también fue clave para salvar el 2-2 ante Iago Aspas y en el que fue omnipresente en el segundo tiempo en el medio centro.
Pero, de pronto, al borde del 90, Facundo Ferreyra cambió la historia repetitiva de las últimas jornadas, con el 2-2. Esta vez no bastó con la pegada de Luis Suárez.
SFRM