No llegan a los 11 millones de habitantes y en cuestión de futbol no olvidemos que ni clasificaron a las Copas del Mundo de 2006 y 2010. Antes no habían pasado de octavos, por lo que la pregunta es válida ¿En qué momento entonces Bélgica dio el salto a cuartos de final en Brasil 2014 y consiguió un tercer lugar en Rusia 2018?
La historia en la Eurocopa es similar. Si bien consiguieron un subcampeonato en 1980, apenas eran ocho naciones participando. En 2016 llegaron a cuartos. En 2014 entró al Top 10 del ranking en cuarta posición y un año después era ya la nación No. 1 del mundo. No ha salido del Top 5 en siete años y ese primer peldaño parece ser su lugar favorito. Le sienta bien. Pero el objetivo es claro, necesitan un trofeo de categoría para traducir su evolución, ya sea la Euro este año o el Mundial de Qatar en 2022.
Fuera de lo que pueda pasar en los próximos 18 meses, tienen mucho que presumir. Quizá la mayor llamada de atención en busca del cambio llegó en el 2000 cuando fueron sede, junto a Holanda, de la Euro. Para vergüenza local, nueve días después se despedían en primera ronda. En ese momento Michel Sablon, a quien sin duda se le puede adjudicar la creación del proyecto que dio como fruto la Bélgica de los últimos 5 años, se puso a trabajar 24/7.
Su estrategia consistió en probar a jugadores juveniles, tuvo el apoyo de cuatro universidades. Organizó más de mil 500 partidos de monitoreo, contrató a 70 entrenadores de distintas categorías y realizó más de 120 presentaciones a los clubes nacionales en un año. Del 4-4-2, pasaron al 4-3-3. Romelo Lukaku, Eden Hazard y Kevin De Bruyne tenían ocho y diez años de edad en aquel entonces, pero la mentalidad de que en un futuro debían representar a la selección marcó su evolución.