El Olympiacos se proclamó este miércoles campeón de la Conference League tras batir al Fiorentina en la prórroga bajo las órdenes del español José Luis Mendilibar, que se ganó su hueco en el Olimpo tras regalar a los griegos el primer título europeo de su historia.
Mendilibar es ya historia en Grecia. Y un entrenador consagrado en Europa. El año pasado levantó la Europa League con el Sevilla y este año asumió en febrero el reto de coger al equipo de El Pireo en una situación convulsa, una historia similar a la que le sucedió con el club hispalense.
Allí, al otro lado de Europa, Mendi creó un Olympiakos a su imagen y semejanza que sorprendió con un recorrido increíble en esta competición ganando a tres favoritos: remontó al Ferencvaros (6-1 tras el 4-1) en octavos, ganó en la tanda de penaltis ante el Fenerbache en cuartos y arrolló al Aston Villa en semis. Un trofeo merecido el que ganó en Atenas, con un protagonista habitual como el marroquí Ayoub El Kaabi, que marcó en el 116 de la prórroga el gol que volvió a dejar en el suelo a la Fiore.
Un amargo sabor de boca, otra vez, el de los italianos tras perder la final de la pasada campaña ante el West Ham, también en los compases finales, es el que deja el rozar un título europeo tras la Recopa de 1962.
Y eso que la Fiore no fue en ningún momento inferior. En una primera parte igualada, en la que ambos equipos salieron a medir fuerzas pero con esa valentía y atrevimiento que les ha llevado hasta esta final, fue la Fiore la que quizá se fue ganando al descanso si este deporte se midiera como en el boxeo, a puntos en caso de empate.
Martínez-Quarta y Milenkovic apagaron por completo a El Kaabi, jugador referencia de los de Mendilibar, y complicaron su manera en ataque sin necesidad de las "cadenas y candados" con los que amenazó Italiano en rueda de prensa y que, a la postre, bien hicieron falta para levantar el deseado título.
Pero lo cierto es que para certificar la superioridad hay que marcar goles y ese es uno de los grandísimos debes de este equipo Viola, al que le cuesta una barbaridad abrir el marcador. Lo pudo hacer en los primeros compases varias veces: primero con un gol que fue anulado por fuera de juego de Milenkovic; poco después con un disparo blando de Boneventura en la más clara del primer acto y, por último, con un mano a mano del mismo protagonista, aunque escorado y mucho más complicado.
No entró el balón en la meta de Tzolakis y cerca estuvo de pagarlo caro el combinado italiano porque vio cómo en el ocaso del primer tiempo, en un saque de esquina, una peinada de Ortega en el primer palo casi se convierte en el primer gol del partido, pero Terracciano estuvo atento para salvar los muebles.
El segundo tiempo fue un calco del primero. Una final clásica. Intensa, pero con mucha precaución. La Fiore volvió a ser ligeramente superior, pero no aprovechó su gran ocasión para ponerse por delante.
Una oportunidad, si cabe, más clara que la de Bonaventura en la primera mitad. Una contra entre Nzola, Dodo y Kouamé que el marfileño, solo dentro del área, no acertó a definir bien en el minuto 68 del partido. Ahí estuvo la final de la Fiore, que poco después sufrió el remate de cabeza de Iborra que rozó el palo.
El partido se fue inevitablemente a la prórroga y ahí, como si la hubiera esperado todo el partido, despertó el Olympiacos. Protestó un penalti por mano de Martínez-Quarta que ni el colegiado ni el VAR vieron ante la incredulidad de Mendilibar y compañía; y Jovetic, un ex de la Fiore, obligó a aparecer a Terracciano con un paradón a un disparo desde fuera del área.
Se vino arriba la afición de los de El Pireo justo cuando empezaron a fallar las fuerzas en ambos equipos. Cada balón, cada jugada, podía ser decisiva y con el paso de los minutos firmar las tablas y llegar a los penaltis no era mala opción para ninguno.
Pero en esas, en una jugada aislada que no parecía conducir a ninguna parte, un centro lateral, emergió la gigante figura de El Kaabi, el hombre decisivo de esta ConferenceLeague, desaparecido durante 116 minutos, para marcar el gol de la gloria de todo el Olympiacos, ese que permitió a Mendi ganarse su hueco en el Olimpo griego.
CGHR