El milagro americanista que derrumbó el sueño del Cruz Azul

El 26 de mayo de 2013 dejó un doble tatuaje en el futbol mexicano. Para América es una huella de orgullo; para Cruz Azul una de las jornadas más amargas en sus 93 años de historia

El festejo del América tras empatar en la final del Clausura 2013 (Imago7)
Higinio Robles
Ciudad de México /

Domingo 26 de mayo de 2013. Estadio Azteca. Juego de vuelta de la Final del Clausura 2013. Llueve al sur de la Ciudad de México. Minuto 87 con 52 segundos. Cruz Azul gana por 0-1. El global está a su favor por 0-2. Tiene un hombre de más por la expulsión de Jesús Molina. La Máquina ha logrado contener los intentos de América a los que el tiempo parece agotárseles, pero no la fe.

Esa creencia milagrosa no la pierden algunos americanistas. Otros ya han salido con los ojos llorosos. La cabecera sur es una fiesta. La gloria prohibida está más cerca que nunca. Hay júbilo porque no ven una manera cómo el título se les escape. Ahí arriba hay lágrimas de felicidad.

Los reporteros en el palco de prensa perfilan la crónica de la conquista celeste, se dan los últimos retoques a lo que parece ser un cuento de hadas. En un palco la directiva celeste empieza a ver que la espera ha terminado. En otro palco, la directiva de América empieza a abandonar sus lugares para bajar a la cancha.

El grabador del trofeo empieza a sacar su material para colocar el nombre del equipo campeón, hace los primeros toques. Entonces viene un tiro de esquina, la pelota es rechazada por la defensa cruzazulina, pero Bermúdez recentra, Aquivaldo Mosquera remata con la cabeza y al minuto 88 con 15 segundos la pelota rebasa la raya de gol. América está vivo. Algunos que ya iban camino del túnel regresan. También los que están cerca del estacionamiento.

El cuarto árbitro, César Arturo Ramos, indica que se agregarán tres minutos. Cambio de papeles. El miedo se ha instalado en la cabecera sur. La ilusión ahora viste de amarillo. Miguel Herrera es un manojo de nervios. Otro tiro de esquina se marca al minuto 91 con 35 segundos. Moisés Muñoz sube a rematar es la gloria o nada. La pelota otra vez es rechazada, por la defensa, viene otro centro que Jesús Corona no rechaza, la pelota golpea en Rogelio Chávez y le queda a Raúl Jiménez que remata con la pierna izquierda, pero Alejandro Castro, con una barrida evita que la pelota tome rumbo de gol y la envía a otro tiro de esquina.

Ricardo Peláez (entonces presidente deportivo del América) ya está en el campo, le pide a Osvaldo Martínez que la ponga en el área, Moisés se ha mantenido en el área celeste, le da lo mismo ya un gol más. Minuto 92 con 23 segundo, Muñoz impacta la pelota, ésta no lleva dirección de gol, pero en su camino, Alejandro Castro la golpea con la pierna izquierda en un intento de despeje. Un segundo después la pelota toca las redes. El milagro americanista se ha consumado.

Los cruzazulinos se quieren morir, el éxtasis viste de amarillo, la decepción de azul. El coraje cambia de bando. La felicidad se ha extinguido de la cabecera sur, hay una sensación de pesimismo que les invade el cuerpo.

Unos 40 minutos después, los más grandes fantasmas celestes se hacen realidad. El milagro americanista se consuma. Benditos once pasos para los que visten de amarillo, maldito manchón penal para los que visten de azul. Es lo que tiene el futbol, que en un fugaz instante te lleva del infierno a la gloria y viceversa.

En cinco minutos el mundo se le vino encima a Cruz Azul. En cinco minutos América resurgió de sus cenizas. Para los americanistas es una de las páginas más gloriosas de su historia, recordado con orgullo. Para los cruzazulinos es la jornada más amarga de su historia, la gloria se les escurrió de las manos. 26 de mayo, una fecha imborrable en el futbol mexicano.

ZZM

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