El segundo gol de América, en el tiempo de compensación del juego de vuelta de la Final del Clausura 2013, fue una losa para el pueblo de Cruz Azul. Un golpe que aún no se olvida y se recuerda de manera flagelante. A veces resulta increíble que un resultado de futbol deje huellas tan profundas, que señale a jugadores y los sitúe como héroes o villanos según sea el caso.
Aquel partido dejó ambas especies, jugadores que con el paso de los años siguen habitando en la memoria del aficionado para bien y para mal.
Moisés Muñoz
El portero, ya retirado del futbol profesional, fue el héroe más grande de aquel partido, se lanzó de forma suicida para en el último minuto para rematar una pelota que tuvo un cruce fortuito. Da lo mismo, la valentía de Muñoz tuvo un gran premio, pero a lo largo del partido mantuvo con vida al América, pues sacó varias pelotas que amenazaban la cabaña azulcrema. Y en la tanda de penales detuvo el primer disparo de Javier Orozco. Su rendimiento fue notable, con el paso de los años el cabezazo de Moisés ha quedado grabado en la memoria azulcrema, allá donde va se le recuerda por esa proeza. Fue un jugador que desde que llegó al América defendió la playera como si hubiera nacido en Coapa.
Alejandro Castro
El mediocampista fue el gran señalado, esa acción de levantar el pie izquierdo y desviar el balón para marcar un autogol en al última jugada del tiempo regular fue un estigma que le siguió aun después de salir de Cruz Azul. Aquella noche del 23 de mayo, unos segundo antes del cabezazo de Muñoz evitó con una barrida que Raúl Jiménez hiciera daño. Pero vino esa acción, ese querer alejar la pelota. Fue el único fallo que tuvo en el tiempo regular. Sin embargo, hay ocasiones que el destino puede ensañarse con una misma persona en un mismo día. Eso le pasó a Castro, quien fue el segundo tirador de La Máquina en la tanda de penales, y cuando tenía la posibilidad de darle un poco de esperanza a Cruz Azul, se resbaló al hacer contacto con la pelota y ésta se fue por encima del travesaño.
El futbol es mágico y cruel, a Moisés, ese cabezazo, le valió entrar en la gloria del América, quedar impregnado en la memoria azulcrema, que su hazaña pase de generación en generación, que se cuente una y otra vez hasta convertirse en mito. A Alejandro Castro lo marcó también, de una manera dolorosa por el paso de los años.