La carrera del argentino César Luis Menotti estuvo ligada al fútbol mexicano. La misma Federación apostó por el director técnico campeón del mundo en 1978, para encabezar un proyecto donde el conjunto nacional creciera futbolísticamente y llegara a calificar a la Copa del Mundo que se celebraría en 1994 en los Estados Unidos.
Para esto, el plan consistió en encontrar rivales europeos y enfrentarlos en partidos de preparación en el viejo continente, además de traerlos al país para encontrar el fogueo necesario y también los jugadores adecuados de cara a las eliminatorias para la competición más importante de esta disciplina en el mundo.
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Una de las sedes elegidas fue la zona sur de Tamaulipas. Dos años después del último partido oficial de Primera División, esto en 1990, se programó un encuentro de la escuadra nacional con sus figuras en aquel momento, primeramente ante el representativo de Bulgaria. Irónicamente se verían las caras en el Mundial dos años después, pero por cuestiones logísticas dicho juego no se pudo celebrar antes con este adversario.
Después de buscar a Ghana y tener el rechazo, una tercera opción fue el representativo de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), integrada por aquellas regiones que pertenecieron a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), ya en proceso de desaparición de esta nación.
De esta manera, el 11 de marzo quedó marcado como la última ocasión en que el conjunto nacional sostendría un duelo en la cancha del Coloso de la Unidad Nacional, que registró prácticamente un lleno. La pizarra final fue un empate a un gol y dejó un sabor agridulce entre los aficionados, pues esperaban el triunfo del tricolor.
Con Menotti en el banquillo, será recordada aquella ocasión que el hoy finado entrenador sudamericano aceptó venir a esta plaza, en tiempos donde comenzaba la etapa más oscura en cuanto a la presencia de un equipo en el máximo circuito del balompié mexicano.
SJHN