Rubén Flores vive en Inglaterra desde hace poco más de cuatro años, llegó ahí acompañado de su familia en busca de un sueño profesional. El ex futbolista, que llegó a tener un paso por el Atlante, pero que después se convirtió en un trotamundos del futbol, es padre de Silvana, Marcelo y Tatiana, tres chicos que hacen carrera en equipos de la talla del Chelsea femenil y el Arsenal.
Rubén ha ido por varios sitios, se convirtió en un trotamundos, el futbol le ha mostrado todo tipo de caras, él desechó las malas y se aferró a las buenas. "Fui un rebelde del futbol, siempre con un carácter fuerte y quizá eso no me ayudó mucho a abrirme camino como futbolista, pero sí como persona. Tuve una carrera con muchos sube y bajas, tuve la oportunidad de llevar a Primera División y alguna vez ser seleccionado juvenil, pero nunca fue como para hacer una vida profesional", cuenta a Milenio-La Afición.
Flores probó suerte en equipos de Primera y Segunda, tenía 30 años y seguía en busca de un sitio, pero ninguna puerta se abría. “Entrenaba toda la temporada sin ser fichado y sin cobrar un sueldo. A los 30 o 31 años me fui a vivir a Cancún, ya decepcionado un poco del futbol. Ahí volví a las ligas amateurs e hice el curso de entrenador a distancia”.
Ese curso fue el que le abrió el camino y fue, también, el primer paso para una aventura que hoy lo tiene en una ciudad viendo a sus hijas e hijo desarrollarse en equipos de élite. La puerta que se le había cerrado como futbolista se le abrió desde el banquillo.
“Al paso de los meses el hambre aprieta, conseguí un trabajo en una cadena hotelera haciendo actividades deportivas. Me hago amigo del dueño de la cadena y me empieza a mover de Cancún a Cozumel y Playa del Carmen. Terminó en un hotel en las Islas de Turcos y Caicos, que es una isla chiquitita en el Caribe, me piden apoyo para iniciar una liga de futbol, para entrenar un equipo femenil y crear lo que fue la selección femenil de la Isla de Turcos y Caicos”.
El asentamiento en Canadá
Rubén se casó con Susan Dorrell, una ex jugadora de origen canadiense. Cuando su hija mayor iba a nacer en 2002, decidió que fuera en el país de la hoja de maple. “Justo me invitan a jugar la última temporada de un futbol semiprofesional. Buscaba trabajo, y hacía los cursos entrenador. Me pagaban a la semana un salario y había un muy buen incentivo de 200 dólares por gol. Esa temporada meto más de 20 goles y esos 200 dólares que me daban por gol me ayudaron bastante para enderezarme, comprar un auto organizarme en mi casa y tratar de proveer como padre de familia. En ese verano empecé a hacer los campos con equipos ahí en Canadá donde me doy a conocer como entrenador y me contrata la Federación y la Asociación de Ontario.
Flores perfeccionó sus conocimientos y echó raíces en Canadá, ahí nacieron Marcelo y Tatiana. “Empiezo a ser entrenador provincial y me voy al Mundial sub 17 femenino de Azerbayán 2014 como scaut de oposición. Regresé a Ontario a hacer el mismo trabajo en un club llamado Wells Soccer Club, mis hijos empiezan a crecer y los llevo a los programas de futbol”.
Fueron 13 años de trabajo en Canadá, Rubén está agradecido con dicho país que le abrió las puertas. En ese tiempo vio crecer las condiciones de sus hijos, pero también formó niños y niñas que hicieron carrera futbolística.
“En mi haber tengo muchos jugadores, algunos están a niveles universitarios, semiprofesionales y algunos en la selección de Canadá y otros ahora ya en Europa, tanto varonil como femenil. Jonathan David, que juega para el Kant (Bélgica) y que fue revelación este año, se dice que Bayern Múnich, y en Francia e Inglaterra lo están buscando; yo lo tuve a los 15 años en el sistema provincial. Como él tuve a Cyle Larin que jugó en la MLS muchos años; chicas que juegan en la selección de Canadá, que jugaron los Juegos Olímpicos y que ahora están en el París Saint-Germain o en el Olympique de Marsella”.
La experiencia en la Isla de Turcos y Caicos y Canadá, la abrieron las puertas de un curso de FIFA, donde la persona encargada del mismo lo invitó a desarrollar un proyecto en las Islas Caimán, alternando su trabajo en Canadá y en otro sitio exótico, que fue la puerta de ingreso a Inglaterra.
El sueño londinense
En las Islas Caimán, Rubén siguió con su desarrollo, fue ahí cuando el Ipswich Town hizo un campamento, Rubén llevaba consigo a Marcelo, que por entonces tenía 10 años, mientras su padre trabajaba con las niñas, él jugaba en la playa. El entrenador Steven Foley lo vio e invitó a participar en su campamento.
“Unos minutos después regresó y me dijo 'tu hijo es un espectáculo, desde que yo Craig Bellamy, aquel jugador del Manchester City, Liverpool Norwich, etcétera, no he visto un jugador así, es un espectáculo, ver cómo lucha, cómo corre, cómo disfruta el futbol’”.
Ambos se hicieron amigos y quedó abierta una invitación para ir a Inglaterra. Por entonces, cuenta Rubén, Silvana ya estaba en el programa nacional de Canadá y los scouts de las universidades de Estados Unidos ya le seguían la pista, pero no quería ir a ese país.
“Se abrió la puerta del cielo para nosotros, le digo a mi mujer que la familia debía estar junta, e Inglaterra es la ruta que podemos seguir. Investigamos y mi esposa tiene una visa ancestral, por antepasados que ella tiene. Me vine a Inglaterra con Marcelo y entrenó ahí con los chiquitines a los 10 u 11 años, me puse a ver cómo estaba lo de los trabajos y ahí en Ipswich empecé a ayudarles haciendo prácticas, les gustó y se abrió la puerta de encontrar trabajo para entrar ahí como entrenador de la Academia”.
La respuesta a la solicitud de la visa llegó, “y nos dicen que estaba la visa para vivir cinco años en Inglaterra, pero teníamos 90 días para llegar. Fue otra vez picar piedra, empacar todo para venirnos a Inglaterra, ya había hablado con los de Ipswich Town de que había una oportunidad de venir a trabajar que si venía podría traer a mis hijos que si me daban la oportunidad porque las reglas de FIFA y UEFA eran difíciles”.
Los chicos ingresaron a sus respectivas escuelas, Rubén a trabajar en la Academia del Ipswich Town. Poco a poco, Silvana, Marcelo y Tatiana fueron ingresando a los equipos locales y llamaron la atención por sus condiciones.
Cumplieron con los trámites y la supervisión de la FIFA, UEFA y la FA, “tenían que checar que no era un cambio de residencia por el futbol. Con los papeles en orden, trabajo, cuenta bancaria, una casa, la visa por cinco años, se dieron cuenta que íbamos a estar aquí para el largo plazo y nos dan la luz verde para empezar a jugar futbol y registran a mis hijos en las Academias”.
Marcelo empezó a jugar en Ipswich Town. Silvana y Tatiana lo hicieron en el pueblo de Colchester, donde la Federación Inglesa, la Essex FA, tenía un programa nacional de niñas. El Arsenal ya las había observado, pero su sitio de residencia estaba muy lejos.
Marcelo llamó la atención de equipos como Chelsea o Liverpool. Entonces “Silvana es seleccionada nacional para ir al Mundial sub-17, era el último año en el que el centro regional de Essex. Regresé al Arsenal, les expliqué que ya no había nada allá, me dijeron que ahí sí, la registran, también a Tatiana con la sub-14 y al momento que eso pasa, decido cambiar mi residencia a Londres, por la cercanía de que mis hijas estuvieran en el programa del Arsenal. Ellos ya habían seguido a Marcelo por año y medio y me dijeron si quería venir. Lo llevé y desde el principio cuando puso un pie ahí con el Arsenal le fue muy bien, hablaron conmigo se hizo la operación necesaria, pagaron un dinero muy grande al Ipswich por derechos de formación y los tres fueron registrados con el Arsenal”.
El sueño de Rubén Flores, de su esposa Susan Dorrell de sus hijos Silvana, Marcelo y Tatiana, daba inicio en la élite del futbol mundial. El viaje valió la pena.
FCM