El Sindicato Petrolero tuvo una alta influencia en la comunidad de la zona sur de Tamaulipas. Desde edificaciones, espacios de recreación y para compra de alimentos, también tuvo participación en el deporte al involucrarse como dueño y fundador de la Jaiba Brava del Tampico-Madero, a principios de la década de los Ochenta.
Al estar Joaquín Hernández Galicia como su dirigente nacional, la situación que se presentó en el balompié regional, tras los descensos de escuadras locales y animado por su secretario Salvador Barragán Camacho, decidieron entrar de forma directa a invertir en una franquicia de la Primera División profesional al adquirir al Atletas Campesinos, con residencia en Querétaro.
A manera de darle una identidad diferente a la plaza crearon el Tampico-Madero, una propuesta que no cayó bien en un sector de la afición, Se determinó unir a dos equipos antagonistas, la Jaiba Brava y los Orinegros, una rivalidad que de inmediato desapareció.
Bajo la presidencia de Barragán Camacho el conjunto empezó a tener protagonismo en el máximo circuito. El Estadio Tamaulipas se convirtió en una plaza complicada para equipos como América, Chivas, Cruz Azul, Pumas, Tigres, Rayados, entre otros.
Fue una época que generó la aparición de nuevas figuras: Sergio Lira, Benjamín Galindo, Hugo Pineda y sus dos últimas joyas, Joaquín del Olmo Blanco y Mariano Varela. Muchos de ellos pasaron del amateur de inmediato a formar filas del conjunto celeste y debutaron en una cancha.
Detención e incertidumbre
Sin embargo, fue en aquel caótico 10 de enero de 1989 cuando los proyectos deportivos del mencionado gremio se cayeron con la detención de Hernández Galicia y Barragán Camacho, acusados de lavado de dinero y uso de armas exclusivas del Ejército.
Sin recursos económicos y sin un liderazgo en lo administrativo, el plan del Tampico-Madero vino a menos a pesar de que en ese año, con Carlos Reinoso como director técnico, llegaron a la Liguilla y estuvieron cerca de disputar la final.
Las consecuencias se dieron en el siguiente certamen. El propio Reinoso y jugadores claves como Fabián Rosas y Reynaldo Güeldini decidieron irse. Con un conjunto muy novato lograron solventar la zona de descenso y mandar al Atlante a la Segunda División.
Pero para el directivo Paulino Loma Delgado no fue suficiente el capital y tampoco pudo animar a empresarios locales a aportar a la franquicia. Al final fue vendida a Querétaro para no volver más.
Así fue la incursión de los petroleros en el fútbol mexicano, un sueño que se quedó dos veces cerca de ser campeón (Prode 85 y México 86), concluyó con el Quinazo. Desde entonces, la plaza ya no es la misma.
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