Viví algo más feo que la pandemia... mi secuestro: Rubén Omar Romano

Este domingo se cumplen 15 años del secuestro de Rubén Omar Romano; hoy, el entrenador relata cómo vivió esa época.

Rubén Omar Romano (La Afición)
Eduardo Espinosa
Ciudad de México /

Todos los días, durante los 65 que duró su cautiverio, Rubén Omar Romano nunca dejó de hacer tres cosas: pensar en su familia, rezar y visualizar que tan pronto que terminara esa pesadilla, él regresaría a entrenar.

Y se aferró a ese anhelo para tratar de eludir el miedo y zozobra, esas sensaciones que llegaron de golpe la tarde del martes 19 de julio de 2005, cuando un comando le cerró el paso de manera violenta y lo secuestró; sí, a plena luz del día y a unas cuantas calles de las instalaciones del Cruz Azul, en La Noria, Xochimilco.

“Hoy estamos con vida… mucha gente lo puede contar, pero muchos más no, y hoy yo lo puedo contar porque soy una figura pública, pero hay muchos de los que no se sabe qué fue de sus vidas”, reflexionó Rubén Omar durante una charla que le concedió hace unas semanas a MILENIO-La Afición en un Instagram Live.

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Y es que justo en esta época, en la que la gente se tuvo que enclaustrar en sus casas debido a la pandemia del covid-19, el entrenador argentino recordó este episodio tan doloroso en su vida para tratar de hacer conciencia. “Yo viví algo más feo que esta pandemia, 65 días en un secuestro donde la pasé muy mal, así que esto es la gloria”, dijo sin el menor resquicio de duda.

FOTO: Mexsport

"Siempre estará en mi mente"

Han pasado 15 años desde aquella traumática tarde; sin embargo, Rubén lo platica con una calma y una serenidad propias de alguien que la ha contado infinidad de veces para lograr superarlo.

Lo recuerdo siempre y siempre va a estar en mi cabeza, más allá de que nunca tuve que ir con un psicólogo, nada… solamente hablándolo, sacándolo mucho al principio y regresando al campo de juego”, relata.

Ese día, luego del entrenamiento con Cruz Azul, dos vehículos lo interceptaron a menos de medio kilómetro de La Noria; lo bajaron de forma violenta de su camioneta y lo introdujeron a la cajuela de un automóvil para ser trasladado a una casa de seguridad en Iztapalapa. Ahí empezó el suplicio de 65 días.

En todo ese lapso Rubén Omar vivió esposado y con los ojos vendados, sin saber más del mundo exterior; eso sí, afirma que nunca sufrió violencia física durante el encierro, pero en un momento determinado lo obligaron a decirle a su hija el daño que podría sufrir si no se cumplían con las demandas de los captores. Eso fue lo más duro para él.

“Uno no sabía lo que podía pasar al otro día, lamentablemente estaba con ese temor de lo que pudiera pasar, más allá de que no tuve mala atención, no tuve agresiones, salvo las últimas semanas donde psicológicamente tuve que hablar con mi hija y decirle cosas que eran muy fuertes, que podían pasar, por lo demás no me hicieron nada, me daban la comida que quería, pero siempre esposado y tapado de los ojos, lo más importante es que eso ya pasó”, rememora.

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Durante esos dos meses Romano trató de mantener la calma y no caer en la desesperación; para ello se refugió en el recuerdo de su familia, se encomendó a su fe religiosa y se abrazó del futbol, la pasión de toda su vida.

“En mi encierro me mantenía vivo mi familia, rezaba todos los días y visualizaba entrar a un campo de juego, por eso, en cuanto salí, a los tres días volví al campo de juego, que era lo más importante para mí en ese momento, porque así lo visualizaba”. Y así fue.

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El regreso a las canchas

La noche del miércoles 21 de septiembre de 2005, elementos de la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI) logaron el rescate de Rubén Omar Romano. El entrenador fue localizado en un domicilio de la colonia Agrarista Mexicano (Iztapalapa), justo el día que iba a ser trasladado a otra casa de seguridad. Visiblemente delgado, con el pelo y la barba muy crecidos, en sus primeras palabras, ante la marabunta de medios que ya se habían reunido en el lugar, Romano agradeció a la AFI –gesto que a los pocos días se replicó en su regreso al Estadio Azul– y pidió ver a su familia.

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–¿Después de esta experiencia no sientes miedo?

“No”, dice de manera contundente.

Aunque recuerda que las primeras semanas no fueron nada sencillas. “El primer mes, cuando vine a Guadalajara a ver a mi papá que estaba internado porque le dio un preinfarto por todo esto, cuando salí del hospital, en la noche, me paró una patrulla y asustado lo primero que hice fue gritar ‘soy Romano, soy Romano’ en las primeras semanas sí estaba apanicado en las salidas, pero después ya no, yo nunca me manejé con seguridad ni con nada”, comenta.

El sábado 24 de septiembre, sin mayor preámbulo, Rubén Omar Romano regresó a dirigir a La Máquina en un estadio Azul pletórico. Piso el césped acompañado de su padre y con una playera en la que agradecía a la AFI. “Me la dieron y acepté ponérmela”, ha aclarado en otras entrevistas. Y después del momento emotivo se concentró en el juego; sí, ahí estaba él y el futbol juntos de nueva cuenta, quizá de la misma manera como lo visualizó durante los 65 días que estuvo secuestrado.

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FCM

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