Hablar de la afición es hablar del latido de los corazones. Es hablar del eco, de los cánticos que nunca cesan y de la pasión que podrá mutar, pero que jamás morirá. Nada podría concebirse sin ella. Ningún deporte tendría sentido si todo aquello que emana desde una grada o desde la sala de una casa no se hiciera presente cada vez que alguna pelota o un balón esté en disputa. La afición lo es todo. Es parte fundamental de una estructura que le da peso al fenómeno social que genera el deporte.
Siempre hablo de la afición, siempre escribo de la afición y siempre le doy un valor especial a la afición, cuando escribo unas líneas sobre algún suceso. Inevitablemente, cada vez que lo hago, recuerdo mis días colaborando con La Afición.
Así que le tengo un cariño y un respeto muy especial a ambas: A la afición y a La Afición. Van de la mano, han ido de la mano durante décadas y no dejarán de hacerlo por las próximas.
Tuve el privilegio de ser parte de La Afición para plasmar eventos que significaron demasiado para mí. Sobre todo el Mundial de Brasil 2014. Inclusive desde un año antes con la Copa Confederaciones.
Pude escribir sobre el empate a cero goles ante el anfitrión en Fortaleza y la inconmensurable actuación de Ochoa. De cómo un silencio incómodo invadió a la tierra más futbolera del planeta y de cómo la afición mexicana acompañó de tal forma que cualquiera pensaría que nuestro País ha sido al menos tres veces campeón del mundo.
Pude escribir en La Afición sobre nuestra la afición, que cantó noche tras noche serenatas eternas para que los jugadores se asomaran por las ventanas del hotel para que sintieran el cobijo y el apoyo de toda una nación. ¡Qué tiempos! ¡Qué momentos! ¡Gracias, La Afición!
Conductor en TV Azteca.
@CARLOSLGUERRERO