No era el 12 de diciembre ni el 28 de octubre. La peregrinación no se dirigía a ningún templo en la Ciudad de México. Recorría la calle Nikolskaia con dirección a la Plaza Roja. La fe de los mexicanos no tiene límites. La que fuera conocida como la “calle de las luces” durante el Mundial de Rusia, escuchó una y mil veces a decenas de tricolores entonando las notas de Adiós amor de Cristian Nodal y Culpable o no de Luis Miguel. Otra Copa del Mundo, una nueva oración por el cuarto partido.
No bastaron los miles de viajeros, de muy diversos estratos sociales, que cubrieron los largos trayectos en avión, tren y hasta en “La Bendición”, un camión que partió del Puerto de Altamira para recorrer el territorio europeo y seguir a la selección. El objetivo no se logró.
Los resultados previos en competencias oficiales bajo el mando de Juan Carlos Osorio no prometían nada (se perdió 7-0 con Chile en la Copa América de 2016, 4-1 con Alemania en la Copa Confederaciones 2017 y 1-0 con Jamaica en la Copa Oro del mismo año), pero la esperanza se mantuvo, decenas de miles probaron un poco de gloria.
Recuerdo bien cuando pasé por la calle Nikolskaia por primera vez, horas antes de la inauguración. Los colombianos y peruanos competían con los mexicanos en número, pero nunca en el ambiente y la euforia con la que viven un evento así.
El clímax llegó el 17 de junio en el Estadio Luzhniki de Moscú; la primera gran sorpresa de la Copa la daba México. Había que ofrecer disculpas por todos los cuestionamientos al entonces director técnico, Juan Carlos Osorio.
La selección dio un partido brillante, una revelación, contra el que se presentaba como campeón del mundo y que además los había goleado un año antes.
La presión en toda la cancha, el temple de los defensores y una jugada perfecta entre Javier Chicharito Hernández e Hirving Chucky Lozano bastaron para que todos se pusieran de rodillas. Una plegaria por el que se llegó a calificar como el mejor partido en la historia de México en los Mundiales.
¿Cómo imaginar un escenario adverso cuando se venció a Corea seis días después y en contra de todo pronóstico se lideraba el grupo con seis puntos?
Alemania tuvo la culpa, era un espejismo. Tardamos tres partidos en darnos cuenta de que no fue un partido tan relevante. Que el campeón del mundo estaba roto por dentro y no era ni un esbozo de su pasado.
El equipo de Osorio recibió seis goles sin respuesta por parte de Corea del Sur, Suecia (en fase de grupos) y Brasil en los octavos, los mismos octavos de siempre, pero ahora sin pretextos.
Sin penales fallados, sin un Raúl Rodrigo Lara para culpar, sin goles en fuera de lugar, sin golazos del rival en tiempo extra ni Arjen Robben engañando al árbitro. México no tuvo ninguna oportunidad ante Brasil.
El mundial de Rusia acabó con varios mitos. Aquel que dicta que la posesión lo es todo, se difuminó cuando Francia goleó a Croacia en la final teniendo la pelota solo 39% del tiempo. Su promedio de todo el torneo apenas superó 45%.
Muy lejos quedó aquella España de 2010. El reinado del futbol directo le trajo a Francia su primer título en 20 años, con un promedio de edad que solo era superado por cinco selecciones en cuanto a la juventud. Ayudada por su crack, Kylian Mbappé, con sus apenas 19 años.
Un equipo cuyo centro delantero se fue sin goles en todo el torneo dejó varias lecciones en la cancha, pero la más importante fue que en el futbol no ganan las ideologías, los planteamientos ni mucho menos la entrega de los fieles aficionados, sino el que hace más goles.