América rozó el ridículo, está en semifinales por su posición en la tabla, pero en el momento menos oportuno apareció la peor versión del equipo. En toda la era de Fernando Ortiz no se había visto una escuadra tan pobre futbolística y moralmente, perdió 1-2 ante un valiente Atlético de San Luis que se fue con la cara en alto, mientras los de Coapa dejaron una imagen tristísima.
Fue increíble como América mutó de un partido a otro, si el miércoles fue un equipo que impuso su jerarquía, en el juego de vuelta fue un bodrio, un grupo irreconocible. Aunque solo hubo dos cambios, el once azulcrema fue un equipo pequeño, que fue superado por el San Luis.
Y hay que decir que los potosinos fueron un equipo valiente, uno que no se dejó impresionar por el Azteca, salió decidido a matar o morir, no especuló, si había un día para demostrar atrevimiento fue en el mejor escenario.
Y sí, San Luis fue capaz de meterle el miedo en el cuerpo al América, lo empequeñeció, le dio toque de balón, le enseñó que el exceso de confianza se castiga, que el estado anímico cambia de un momento a otro con un gol.
Ningún americanista, ni en el campo ni en la grada daba crédito a lo que pasaba, las palabras de Fernando Ortiz, de salir con la misma determinación al juego de vuelta, se quedaron en la sala de prensa. Los potosinos salieron en plan huracán y se llevaron por delante a todo aquel que vestía playera amarilla.
En media hora Unai Bilbao y Leo Bonatini silenciaron el Azteca, que pasó de la fiesta al reproche. El defensa español marcó el primero a la salida de un córner al 17’, y el brasileño hizo lo propio al 30’ con otro cabezazo al aprovechar el letargo de la defensa americanista.
América era un equipo sin forma, no tenía vida, no creaba juego, no acosaba al arco potosino. Todo lo bueno que había hecho en el juego de ida se desmoronó. Del optimismo se pasó a la tensión. No había liderazgo. Malagón, Layún, Araujo, Cáceres, Fuentes, Richard, Fidalgo, Cabecita, Suárez, Valdés y Viñas. Un once que al medio tiempo mereció, con toda justicia por su paupérrima actuación, los abucheos de su grada.
Hizo lo posible por espabilar América, pero el estado anímico no estaba de su lado. La tensión iba creciendo y se le había agotado el margen de maniobra, ahora tenía que tener los nervios a tope y cuando más avanzara el cronómetro sin marcar, mayor nerviosismo en la cancha y en las gradas.
El cierre del partido se jugó a una bala, era gol gana, pero ninguno se lanzó con decisión, era más el miedo al error. La mejor, lo acarició en un par de ocasiones el cuadro amarillo, pero les faltó la eficacia de otras noches, hasta que llegó el gol de Brian Rodríguez, el charrúa cazó un rechace del portero Sánchez a un tiro de Valdés. Brian la mandó al fondo al 88’ y el alma regresó al cuerpo de los americanistas.
Fuerte llamada de atención para América, un equipo que aspira a ser campeón debe ser constante en cada partido de la Liguilla y no mutar de manera tan radical, porque en el Azteca los que salieron con la cara en alto fueron los potosinos, y los que jugaron como equipo pequeño vestían de amarillo.
DAO