Los Juegos Parapanamericanos y su sinfín de historias por contar, nos remiten al mexicano Alejandro Pacheco Castillo, que recientemente ganó dos medallas de bronce en la justa disputada en Lima; se subió al podio en las categorías de 5 mil y mil 500 metros.
En 2018, en entrevista para La Afición, Pacheco Castillo contó su historia y la manera en que encontró un camino de superación mediante el deporte.
A sus 19 años, Alejandro Pacheco Castillo perdió la vista de forma permanente. El mundo de las drogas y el alcoholismo le pasó factura y su condición fue un duro golpe emocional para él. Su visión desapareció en solo tres días a causa de una intoxicación neurocerebral.
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Cuatro años después de quedar invidente, encontró en el deporte un camino para salir adelante y darle un sentido a su vida. Los frutos de su esfuerzo se vieron reflejados cuando se convirtió en uno de los referentes del deporte paralímpico mexicano.
“Cuando perdí la vista me dio mucha depresión y empecé a hacer mucho ejercicio, pero en casa, sin salir”, comentó para La Afición Alejandro, un hombre sencillo de 29 años que encontró en las pistas de atletismo el antídoto para erradicar los vicios. “No es sino hasta que llego a la Escuela Nacional para Ciegos cuando encuentro el deporte adaptado y como a los 22 o 23 años es cuando conozco lo que es una pista, lo que es el atletismo”.
Su acercamiento en el deporte adaptado se dio en junio de 2014, cuando ganó el Campeonato Nacional de Atletismo y Débiles Visuales. Dicha hazaña le valió su viaje a Sao Paulo, donde representó a México en el Grand Prix Lotería Caixa de Atletismo para Ciegos. La experiencia no fue meramente para conocer la ciudad brasileña, sino que trajo sus dividendos. Pacheco Castillo consiguió dos preseas en el certamen: oro en los 800 metros y bronce en los mil 500.
“La gran enseñanza es que mi cuerpo es perfecto, él me da todo, puedo estar corriendo; puedo estar descansando y él es noble, él te da todo, no hay porque maltratarlo”, señaló, añadiendo que también compitió en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y en la carrera del desierto en Arizona.
Pero si algo ha aprendido en todos estos años es que la vida no es sencilla. Para poder pagar sus entrenamientos y tener un sustento económico, Alejandro canta en el Metro de la Ciudad de México por lo menos dos veces a la semana, aunque los operativos realizados dentro de las instalaciones contra vagoneros y limosneros complican un poco el que pueda sacar dinero.
“Pido recursos y apoyos para poder seguir entrenando, ya que por lo mismo del entrenamiento, que es dos veces al día al ser de alto rendimiento, además del cansancio; no me pueden dar trabajo”, explicó. “Además, el deporte es muy celoso; debes de descansar, de estar bien. Es por eso que ocupo de dos a tres veces a la semana para poder juntar un poco de recursos para alimentación, pasaje y renta”.
A pesar de esto, ha salido bien librado y su sueño por seguir compitiendo no se ha truncado. Su hija y su esposa son los motores que mantienen la esperanza en él. “Errores todos tenemos, yo tuve un error muy grandísimo. Pero ahora estoy tratando de salir adelante, no solamente demostrándolo a mí mismo, sino a mi familia, recuperando la confianza y también el respeto a mi persona, que es lo que me ha dejado esto”.
Alejandro aseguró que el deporte cambió su vida por completo, reconoce sus fallos y se hace responsable por ellos. Pero lo toma como una reflexión para agradecer lo que tiene y cuidar su cuerpo.
FCM