Bethany Hamilton estaba destinada a ser surfista. Sus padres eran amantes de este deporte y, antes de que ella naciera, se mudaron a la cuna del surf: Hawaii, con muchas de las mejores playas del mundo para surfear. Allí, en 1990, nació la joven, a la que inculcaron el amor por las olas desde sus primeros años de vida. Aprendió a surfear casi al mismo tiempo que aprendió a caminar y con cuatro años ya practicaba esta disciplina.
Participó en varias competencias. La primera de ella apenas a los 8 años. Ganó en las dos disciplinas en las que intervino: la de shortboard y la de longboard. En 1999, al cumplir 9 años empezó a ser considerada como una niña prodigio.
Poco a poco, el surf fue convirtiéndose en su trabajo y en su pasión. Cuando no estaba entrenando para alguna competición, lo hacía por diversión, pero Bethany estaba siempre dentro del agua.
El 31 de Octubre de 2003 su vida cambió. Como cualquier otro día, a los 13 años, se desplazó a una playa de Kauai con su amiga Alana, el hermano y el papá de ésta.
Tabla en mano, se sumergió en el mar y, a unos 300 metros de la costa, cuando el agua le cubría, se sentó sobre la tabla para esperar las olas. Allí, mientras estaba esperando las olas con la mano izquierda debajo del agua, un tiburón la atacó y le arrancó el brazo por debajo del hombro. La herida que le provocó el tiburón era muy grave, que la hizo perder el 60 por ciento de la sangre del cuerpo.
Sus amigos la llevaron hasta la orilla para poder trasladarla a un hospital. Justo ese mismo día su padre, Tom Hamilton, iba a ser operado por un problema en la rodilla, no obstante la operación se tuvo que retrasar debido a la urgencia de Bethany. La rápida intervención de los médicos salvo su vida, eso sí, no había ninguna solución más allá de aprender a vivir con un solo brazo.
Pero eso no fue un impedimento para que dejara el surf y a pesar del trauma que le desencadenó el accidente, sólo 10 semanas después volvió al mar. Para ello, tuvo que adaptar una tabla hecha a mano para que fuera más gruesa y sencilla de utilizar. Antes que nada, tuvo que aprender a nadar con un brazo y, poco a poco, volvió a surfear como antes.
Además, su papá diseñó unas asas centrales en la tabla de su hija para poder realizar la maniobra del pato. Esta sencilla maniobra que sirve para sumergirse por debajo de las olas a la hora de entrar al pico, era muy costosa para Bethany, al no tener un apoyo que le diese equilibrio.
Tan solo un año después de su vuelta al surf recibió su siguiente galardón: el premio ESPY al mejor regreso de un deportista. Durante los siguientes años continuó obteniendo grandes resultados en numerosas competiciones a nivel nacional e internacional.
Esta historia quedó plasmada en una autobiografía que escribió en 2004. El título de la obra era Soul Surfer: A true story of Faith, Family, and Fighting to Get Back on the Board (Alma surfista: Una historia real de fe, familia y lucha por regresar a la tabla). Este libro terminó en los primeros puestos de ventas según la Revista del New York Times.
Tres años después, en 2007, Becky Baumgartner dirigió un cortometraje basado en su historia (Heart of a Soul Surfer), que se proyectó en varios festivales de todo el mundo. Este pequeño cortometraje fue la antesala de su futura película. En el año 2011. la vida de la joven surfista se llevó a la gran pantalla. El film, Soul Surfer, fue dirigido por Sean McNamara y protagonizada por Anna Sophia Robb. La propia Bethany fue la encargada de doblar a la protagonista en las escenas de surf. La película fue un éxito y recaudó más de 10 millones de dólares el primer fin de semana.
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