Imagina que te dicen que no vas a poder volver a andar. Eso es lo que los médicos le dijeron a Kieran Behan.
Kieran quiso ser gimnasta desde pequeño. Su ilusión era estar en las competencias más importantes y representar a su país, Irlanda.
La primera vez que Kieran se colgó de una barra tenía ocho años. Desde el primer día quedaba claro que su talento era nato y que su propósito iba más allá del capricho de un niño que quería imitar a los gimnastas de la tele.
Era comprometido y dedicado a esta disciplina hasta que después de quitarle un cáncer en el muslo el médico le dijo que volvería a cambiar. Tenía 10 años.
La operación salió muy mal, tan mal de hecho que se despertó gritando del dolor por el daño masivo que tenía en la pierna. Hasta entonces había estado loco por la gimnasia y estaba decidido a convertirse en un campeón olímpico. Pero ¿cómo podía hacerlo si iba a tener que estar confinado en una silla de ruedas toda su vida?
Kieran comenzó su largo camino de recuperación. Estuvo 15 meses en la silla de ruedas hasta que pudo volver sin ningún tipo de secuela y regresó a la gimnasia.
Cuando parecía que la vida volvía a sonreirle, un accidente le devolvió a lo más profundo del pozo tan solo ocho meses después. Mientras realizaba un ejercicio de rutina con la barra, en un descuido, Kieran se golpeó la nuca con la barra y cayó inconsciente al suelo provocándose un traumatismo craneoencefálico severo y daños en el oído interno. Las secuelas esta vez fueron lo más complicado, ya que apenas conseguía mantener el equilibrio y sufría continuos desmayos.
Perdió dos años de escuela. Tuvo que volver a entrenar a su cerebro y recuperar su coordinación. Regresó con un bastón y sus compañeros de clase se burlaban de él. Le costaron 3 años más volver al estado en el que estaba antes del terrible golpe; además, sufrió varias fracturas.
Debido a su enfermedad y lo prolongado de su rehabilitación, su madre tuvo que dejar su trabajo para cuidarlo. Además, el propio Kieran tuvo que fregar suelos para financiar el regreso a su carrera de gimnasta. Fue entonces cuando realmente elevó su nivel y con ello aparecieron las lesiones.
Se fracturó la muñeca y un brazo, y en 2009, con 20 años ya cumplidos y a un paso de consagrarse como profesional, se desgarró el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Kieran volvió a pasar por la pesadilla del fisioterapeuta durante seis largos meses de rehabilitación y, cuando ya se estaba preparando para su primer Campeonato de Europa, en 2010, una lesión idéntica en la otra rodilla volvió a dejarlo parado. Llegado a este punto el gimnasta llegó a plantearse el dejar su carrera profesional. Por suerte, no lo hizo.
Por fin, en 2011, el destino premió los sacrificios que hizo en todos esos años. Ganó tres medallas en los World Challenge Cup en el ejercicio de suelo y le valió el reconocimiento de la prensa deportiva del país. Aun así, tuvo que desembolsar 12 mil euros de su bolsillo al no conseguir la ayuda necesaria por parte del Consejo de Deportes de Irlanda.
Finalmente, después de casi una década de lucha, el irlandés consiguió su clasificación para los Juegos Olímpicos de Londres 2012 convirtiéndose en el segundo gimnasta de su nacionalidad en llegar a una cita olímpica. Fue una estrella mediática y afianzó su carrera al ganar tres oros en los campeonatos europeos de 2014 y 2015.
Kieran se quedó a las puertas de los Juegos Olímpicos de Río 2016. Un inoportuno fallo en el aterrizaje le arrojó a la posición número 38 y le dejó sin opciones de clasificarse, además de costarle una lesión de rodilla más que sumar a su lista
Con 27 años, y después de demostrarle al mundo que los obstáculos en la vida son una oportunidad para saltar más alto, Kieran lo afrontó con deportividad. A su regreso a Irlanda nadie le recriminó no haberlo conseguido, sino que le felicitaron por haberlo intentado una vez más.
Y es que Kieran se había convertido en un atleta olímpico y dejaba atrás los horribles traumas y reveses.
DAO