Maria Kwaśniewska era una talentosa deportista polaca multidisciplinaria. Fue medallista en atletismo, pero también destacó en baloncesto, voleibol y balonmano.
Pero hablemos de la cumbre de su carrera deportiva: la final olímpica de los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín. María superó su propia marca, pero ese día fue superada por dos atletas locales, las cuales, ya en el podio, realizaron el saludo nazi. María no levantó el brazo, protagonizando así una foto que ha pasado a la historia y que debería estar a la altura del célebre podio del “Black Power” de los Juegos de México 68.
Tras la ceremonia, las medallistas fueron llamadas por Adolfo Hitler, que se encontraba en uno de los palcos. El Führer se dirigió a ella y le dijo: “Felicitaciones a la pequeña mujer polaca” y Kwaśniewska, que sabía alemán, le respondió: “No me siento más pequeña que tú para nada”. Y no mentía, pues mientras ella medía 1.66, la estatura del dirigente alemán sólo llegaba a 1.60 metros. Ese hecho fue inmortalizado en una fotografía, que más tarde salvaría vidas.
Pasó el tiempo y María se estaba preparando para los siguientes Juegos Olímpicos, cuando le llegó la noticia de la invasión de Polonia, por lo que decidió regresar a Varsovia para ser útil allí, y vaya si lo fue: se dedicó a conducir una ambulancia; cargó sobre sus hombros soldados heridos, no solo en la capital polaca, sino también en las trincheras situadas en el río Vístula; además, durante la ocupación nazi se dedicó a refugiar en su apartamento a muchos conciudadanos, tanto judíos como polacos sin hogar.
Siguiendo unos métodos de falsificación de documentos gracias a un caricaturista que imitaba la firma de los mandos de la Gestapo y su caligrafía, muchos ciudadanos pudieron salir de los campos de concentración con la excusa de estar enfermos. María se enteró de esto y se presentó a la comisión del Dulag 121, con una maleta como un recuerdo más de los Juegos Olímpicos de Berlín, al fondo, estaba esa famosa foto, junto con la ropa que utilizó y la medalla ganada.
Días más tarde, le asignaron a la escritora Ewa Szelburg-Zarembina y el escritor y columnista Stanisław Dygat. Se acercó a la valla de salida, mostró los papeles que confirmaban que la pareja estaba enferma de y mientras el soldado dudaba, ella le enseñó la foto. Ese movimiento banal resultó definitivo para romper la resistencia del guardia.
A la semana siguiente, otra pareja más cruzó la valla. Y en la siguiente, fueron dos parejas. Y así continuó hasta que, en una ocasión, consiguió sacar a todo un grupo de 9 personas “enfermas”. Se calcula, que en total su intervención salvó a más de 4 mil personas. Rescató, de esta forma, a muchas personas, se calcula que a un total de 4 mil.
Al final de la guerra, María volvió brevemente al deporte. Se convirtió en campeona polaca de jabalina una vez más y representó a su país varias veces en baloncesto. En 1946, se despidió del deporte en activo y falleció en Varsovia en 2007 a los 94 años con la misma serenidad y valentía con la que se encaró la Segunda Guerra Mundial.
DAO