María Teresa Ramírez recuerda con mucho orgullo la medalla de bronce que obtuvo en los Juegos Olímpicos de México 1968, en los 800 metros libres, pero también tiene muy presente aquel día que llegó tarde a las finales de los 400 metros libres, y por lo cual, ya no pudo realizar un buen calentamiento previo a esa prueba, donde el resultado no fue el esperado y el cual consideró como algo decepcionante.
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El 20 de octubre de 1968 Ramírez disputó por la mañana en la Alberca Olímpica la semifinal de los 400 metros libres, y se ganó su pase a la final, las cuales se diputarían en la noche, por lo que la ex nadadora decidió regresarse a la Villa Olímpica, ubicada en el sur de la Ciudad de México, para descansar y comer, ubicada en el sur de la Ciudad de México, y ya tenía planeado su tiempo para trasladarse con anticipación al área de competencia, y realizar su calentamiento adecuado.
Ya al dirigirse a las instalaciones de la competencia, María Teresa tomó un camión que decía “Alberca Olímpica”, sin embargo, no se dio cuenta que ese transporte pasaría por varios complejos previos antes de llegar a la instalación donde disputaría su final.
“Ese día agarró mis cosas con anticipación, y tomé un camión, pero iba sola, nadie me acompañó, ni mis compañeros y ningún entrenador, y tomé uno que decía Alberca Olímpica, pero no me di cuenta que iba a hacer otro recorrido por otras instalaciones, y era un camino largo. Se estaba haciendo tarde, quería bajarme, además los celulares ni existían, entonces me quedé esperando el momento de llegar, y cuando finalmente arribamos a la alberca, me bajé y pensaba que a lo mejor ya había pasado mi prueba. Ronald Johnson me estaba esperando y cuando me ve me dijo cálmate, ya estás aquí, no ha pasado tu prueba, pero ya falta poco, vete a cambiar y a calentar”, declaró Ramírez.
Ya al disputar la final, la mexicana quedó en el sexto sitio pero no pudo mejorar su marca personal, lo cual era un objetivo que se había planteado. La ex nadadora realizó un tiempo de 4:42 minutos, tres segundos arriba de su mejor marca.
“Al final cuando salgó a la alberca, logré un sexto sitio pero no bajó mi tiempo, y estaba muy enojada ya que me ponía a pensar en que hubiera pasado si todo saliera bien. Ronald me dijo que olvidará esta experiencia porque realmente no me podía sentir como culpable, y que me enfocará en mi siguiente prueba porque podía ganar una medalla, y ya me empecé a sentir mejor”, expresó.
Después de esa experiencia, María Teresa Ramírez optó por quedarse en la casa de sus papás que vivían cerca de la Alberca Olímpica, para así evitar contratiempos y enfocarse en la prueba de los 800 metros libres.
“Ahora si el 24 de octubre mis papás que vivían cerca me llevaron a la alberca con mucho tiempo de anticipación, e hice todo lo que debía de hacer en el calentamiento”, mencionó.
Ese día, la mexicana venció a la australiana Karem Rojas por una décima de segundo, obteniendo el tercer puesto con un tiempo final de 9:38:05 minutos, en tanto Rojas hizo un tiempo de 9:38:06.
“Cuando salimos a la alberca sentimos todo el apoyo y era la locura en esa alberca. Al final salgo, y fue una prueba muy difícil, y podía pasar cualquier cosa, y a final de cuentas, como estaba bien situada en un buen carril podía ver a las rivales, y eso me ayudó. Además escuchaba a la gente gritar y sentía que estaba en la pelea, y a mi miedo que se me olvidará el número de vueltas, pero no se me olvidaron, y en los últimos metros se definieron las medallas, lo cual no pasa en una prueba larga”, dijo.
Así, después de haber pasado esos momentos de angustia y decepción, María Teresa Ramírez vivió el 24 de octubre una noche alegre al haberse colgado esa medalla de bronce en una justa olímpica.
RGS