El 26 de agosto del 2004, Óscar Salazar se colgó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, y fue una presea muy significativa para el ex taekwondoín ya que fue la única ocasión que pudo asistir a una justa olímpica.
Para Sídney 2000 se quedó en la semifinal del preolímpico realizado en Miami y donde solo los finalistas clasificaban a la justa olímpica, y tras quedar fuera Óscar relata que fue calificado por la gente como un ‘maricón’.
“Eres un no sé que tanto. Eres un maricón, ya estabas ahí y no ganaste”, dijo Salazar.
En el proceso para Beijing 2008, tuvo que pelear el pase con Guillermo Pérez, quien ganó y posteriormente se convirtió en campeón olímpico, por lo que después de no clasificar a esa justa decidió retirarse del alto rendimiento.
Así, en Atenas 2004 no desaprovechó la oportunidad de competir en el máximo sueño del deporte amateur y sin importar los dolores de la rodilla derecha. Óscar, en la categoría de menos de 58 kilos, venció en la primera ronda al dominicano Gabriel Mercedes por 10-1, en el segundo al ucraniano Oleksandr Shaposhnik con 6-2 y en la semifinal al vietnamita Nguyen Quoc Huan por 8-0, y los marcadores contundentes ilusionaban con el oro.
Sin embargo, en la final ante Yen Chu Mu de China Taipéi cayó por un marcador de 5-1, y Salazar mencionó en ese entonces que perdió esa final por sus propios errores y que la lesión de la rodilla no influyó en ese resultado.
Así, Óscar se colgaba la medalla de plata y la cual sería la tercera presea para México en esa justa olímpica, y la segunda para la historia del taekwondo mexicano. Una medalla con mucho significado para Salazar pero que también le causó momentos de angustia ya que por algunos momentos se le extravió.
El 31 de agosto, el ex taekwondoín ya se dirigía de regreso a tierras mexicanas, sin embargo, en el aeropuerto de Madrid se le extravió la medalla de plata en el intervalo de la documentación y la zona de embarque.
Óscar desesperado comenzó a buscar esa presea que obtuvo con tanto esfuerzo y dedicación. Se hincó en el piso, para buscar en cada rincón de su mochila de viaje ese metal, mientras que su padre y entrenador, Reynaldo Salazar, corrió desesperado a la zona comercial para encontrar la presea pero sin ningún resultado.
Los minutos transcurrían y ya el subcampeón olímpico mostraba algo más que preocupación, y era tristeza y a punto de aparecer una lagrima en su rostro.
Finalmente, apareció Iridia Salazar, quien se había detenido en una tienda, y vio la preocupación de Óscar y su padre, quien le dijo: Óscar perdió la medalla. Sin embargo, la medallista de bronce en esa justa no perdió la calma y se dirigió a la mochila de su hermano e indicó: ¡Aquí está! La medalla estaba envuelta en ropa y guardada en la mochila. Así Óscar volvió a tener su presea que perdió de vista por algunos momentos.