Desde muy temprana edad, la leyenda del patinaje artístico Scott Hamilton ha perfeccionado el arte de caer y volver a levantarse.
Fue un campeón con pocas opciones de serlo, ya que estuvo enfermo desde que tenía dos años.
Cuando era niño, luchó contra una enfermedad desconocida que le impedía a su cuerpo digerir los alimentos correctamente y atrofiaba su crecimiento. Durante años, los médicos quedaron perplejos por sus síntomas, nunca pudieron determinar su causa o cómo curarlos. Como resultado, Scott pasó gran parte de su primera infancia dentro y fuera de los hospitales.
Tiempo después le diagnosticaron el síndrome de Schwachman-Diamond, un trastorno intestinal que limitaba su crecimiento, pero una dieta especial lo ayudó a superarlo, aunque creció solo alrededor 1.60 metros y 50 kilos, durante su pico competitivo.
Cuando tenía nueve años, Scott pisó el hielo por primera vez, solo por diversión. Pronto comenzó a participar en clases semanales de patinaje sobre hielo para principiantes. Casi de inmediato, su salud comenzó a mejorar y, en poco tiempo, sus síntomas prácticamente desaparecieron. Para el próximo verano, estaba compitiendo. Scott había encontrado su vocación y una cura.
Luego, cuando tenía 18 años, Scott perdió a su madre por cáncer de mama. El dolor fue devastador. Para sobrellevarlo, Scott canalizó su dolor hacia el patinaje artístico, comprometido a convertirse en el mejor patinador que pudiera ser, el que su madre siempre supo que podía ser.
Su determinación lo empujó al oro olímpico siete años después en los Juegos de Invierno de 1984. También acumuló cuatro victorias consecutivas en el Campeonato Mundial y de Estados Unidos para convertirse en uno de los patinadores olímpicos más conocidos y queridos del mundo.
En 1997, Scott estaba de gira con Discover Stars on Ice, el gran espectáculo de patinaje sobre hielo que cofundó, cuando comenzó a sentir molestias abdominales. ¿El diagnostico? Cáncer testicular que había drenado en su abdomen, resultando en un tumor maligno.
“Cuando me diagnosticaron cáncer en 1997, me di cuenta de que esta era la competencia más grande de mi vida. Estaba en un terreno desconocido, lo que significa que no sabía nada sobre el cáncer, la quimioterapia, la cirugía o cómo vencer esta enfermedad, pero al mismo tiempo, me di cuenta de que sabía exactamente qué hacer porque había estado entrenando para este momento toda mi vida. Todo lo que había aprendido sobre ganar y perder, pelear y convertirme en campeón ahora me informaría cómo enfrentar este nuevo desafío. Sólo había una opción: ganar. Esa decisión fue literalmente de vida o muerte”, escribió Scott en su libro Finish First: Winning Changes Everything.
Scott se sometió a cuatro rondas de quimioterapia, además de cirugía, que requirió 38 grapas.
“Nadie podía entrar en mi habitación a menos que me hicieran reír”, contó Scott en una entrevista. “Tuve un gran apoyo durante mi quimioterapia y cirugía. Amigos y familiares me apoyaron… con un amor inconfundible e incondicional que me hizo ver mi vida de manera diferente a como lo hacía antes”.
En 2004, siete años después del diagnóstico de cáncer de Scott, se le diagnosticó su primer tumor cerebral. Luego le diagnosticaron una segunda enfermedad en 2010. Y una tercera en 2016. En este punto, Scott comenzó a sentir que estaba acumulando enfermedades potencialmente mortales. Afortunadamente, estos tumores eran benignos, aunque seguían siendo muy graves.
“El primer tumor cerebral me derribó”, admite. “El segundo tumor cerebral, las cosas no parecían estar bien, y supongo que fue una premonición. La cirugía para extirpar el tumor tuvo una complicación que le generó un aneurisma. Después de la eliminar el aneurisma, volví a la vida más disminuido que mis dos aventuras de salud anteriores. Cuando se encontró el tercero, tenía mucho más control. Había sobrevivido a dos anteriores y al cáncer, así que abordé esta aventura con tranquilidad y una mejor comprensión del proceso”, recordó.
Milagrosamente, según Scott, el tumor más reciente se redujo por sí solo; no necesita tratamiento. Sus médicos lo están vigilando, pero por ahora, Scott se deleita con las buenas noticias y su buena salud.
CREÓ UNA FUNDACIÓN
Desde que enfrentó el cáncer, Scott ha estado muy involucrado en retribuir a la comunidad del cáncer. Ha trabajado con la Fundación Make-A-Wish y en el 2002 fundó Chemocare.com, que ofrece a las personas diagnosticadas con cáncer información fácil de entender sobre la quimioterapia y sus efectos secundarios. También creó el programa de tutoría 4th Angel (4thAngel.org) para conectar a las personas recién diagnosticadas con cáncer, así como a los cuidadores, con mentores capacitados que han pasado por una experiencia similar.
Más recientemente, Scott lanzó la Fundación Scott Hamilton CARES. El logotipo de la organización benéfica es una cinta de cáncer al revés porque quiere que la Fundación "Gire el cáncer al revés". Tampoco es casualidad que el logotipo se asemeje a su característico movimiento de patinaje artístico: la voltereta hacia atrás.
DAO