Una oreja a cada caballista

Poco público que aguantó la lluvia donde los rejoneadores echaron para adelante, a pesar de las condiciones del piso

Una oreja para cada caballista en la México (Jorge Matchain)
Octavio X. Lagunes
Ciudad de México /

Mano a mano de rejoneadores. Primera ocasión que se da este tipo de cartel en esta plaza. Poco público que aguantó la lluvia donde los rejoneadores echaron para adelante, a pesar de las condiciones del piso. Curioso fue ver que la mejor corrida de la temporada pasada, fue asignada para rejones. Suponemos que esto disgustó al ganadero, pues su palco estuvo vacío.

Juego del ganado. De Los Encinos parchado con el 6° de Julio Delgado 1° Con son y poca transmisión 2° Poco emotivo 3° Abanto 4° Pegado al piso 5° con poco remate y se acabó pronto 6° Obediente con cadencia

Diego Ventura ante su 1° se vio acertado en todas las suertes que ejecutó. Puso un sólo rejón de castigo y banderillas luciendo su dominio sobre sus jacas. Mató de entera desprendida y el toro se desplomó en la suerte y fue apuntillado, lo que desconcertó a todos inclusive al Juez Ramos, quien dudó conceder oreja. Ante el 3°, Diego recibió en el centro del ruedo pegando un rejón trasero, posteriormente clavó banderillas con acierto. Tomó la muleta para tratar de torear sobre su caballo, con poca fortuna y fue protestado. Mató mal y se retiró en silencio. Ante el 5°, la mayoría de sus banderillas quedaron caídas. Con su caballo “Dólar” le quitó la cabezada y realizó un quiebro con absoluto dominio. Pinchó en dos ocasiones.

Emiliano Gamero vestido de charro mexicano quien usa un bigote estilo mexicano, no muy taurino, salió con decisión. Se vio acertado en la mayoría de sus suertes. El estoque quedó muy defectuoso pues no se rompió el mango, por lo que el Juez le negó la oreja. Dio vuelta al ruedo. Ante su 2° entre muchas otras suertes, pegó dos quiebros sobre su caballo “Adame”; brindó a Diego Ventura. Pincho en tres ocasiones y descabelló sin antes escuchar un aviso. Ante el que cerró plaza, Emiliano supo aprovechar a su noble pegándole buenos quiebros, un par de ellos formidables y otros trompicados. Por perderle la cara al toro, se salvó de milagrosamente de una cornada. Arriesgó demasiado a su cabalgaduras. Gamero también le quitó el bocado a su caballo y puso una banderilla. Mató de una entera muy trasera y descabelló. Cortó una oreja.

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