Hablar del apellido Villeneuve en la Fórmula 1 es mencionar historia pura de la categoría. Por un lado, es recordar a uno de esos denominados “campeones sin corona” que estuvieron en la parrilla de la máxima categoría, Gilles Villeneuve, pero también es nombrar al único campeón mundial canadiense: Jacques Villeneuve, quien perdió a su padre un 8 de mayo de 1982.
El circuito belga de Zolder fue el escenario donde Gilles Villeneuve perdió la vida en una sesión de calificación, donde como en toda su historia, salió a darlo todo, buscando la mejor posición de parrilla, pero en esa ocasión otro vehículo se interpuso en su camino, provocando una de las escenas más trágicas del deporte motor en donde el cuerpo del integrante del Cavallino Rapante salió proyectado.
La escena se dio cuando su hijo Jacques apenas tenía 11 años, cuando su destino en el deporte motor aún no estaba decidido. Tardo siete años después de esa tragedia en debutar en la Fórmula 3 Italiana, donde inició un camino que lo trajo de vuelta a América, donde desde 1993 y hasta 1995, construyó una reputación, incluido un título en la serie CART y una victoria en las 500 Millas de Indianápolis, que lo llevaron a ser contratado por uno de los equipos más ganadores de la Fórmula 1: Williams.
Cuando Jacques llegó al Gran Circo tenía en claro un solo objetivo: cumplir la misión que a su padre le quedó pendiente; el campeonato del mundo. No tardaría en lograrlo, y tras un 1996 en el que finalizó segundo, un año después se alzó con la corona tras un dramático final en el Gran Premio de Europa, en Jerez de la Frontera en España, en donde un contacto con el Ferrari de Michael Schumacher y, que le costó la descalificación de la temporada al teutón, marcaron el camino a la gloria.
Pero Jacques implantó su propio sello. En un mundo donde las reglas de etiqueta como el vestir y que decir eran obligatorias, el hijo de la leyenda llegó y las rompió. Vestido de mezclilla, con cabello pintado y con pocos filtros en sus declaraciones, era un contraste con la imagen de su progenitor.
Las cosas no salieron tan bien después de ese campeonato, y aunque estuvo años más en la categoría no regresó al gran momento que vivió en 1997, aunque tuvo un destello en 2007 y 2008, cuando dejó la Fórmula 1 para integrarse al proyecto de Peugeot en Le Mans, donde estuvo cerca de ganar, demostrando que el talento estaba ahí.
La vida sigue para él, no alejado de los circuitos, ya que ahora se desempeña como comentarista de televisión, donde cada que tiene oportunidad externa opiniones duras contra la categoría y sobre las actuaciones de algunos pilotos.
Algunos consideran que Jacques no hubiera tenido las mismas chances de avanzar en su carrera de no haber sido hijo de Gilles, quien agrandó su leyenda con aquel trágico accidente, en donde como siempre, demostró que no importaba la situación, que había que entregar la vida en cada metro de la pista. Su valentía hace que hoy su nombre sea más recordado que el de su propio vástago.
SFRM