Un cinturón de seguridad y tres pinchaduras de neumáticos pusieron un mayor reto al piloto mexicano Roberto González en la edición 88 de las 24 Horas de Le Mans y a sus compañeros del prototipo LMP2, el portugués Antonio Felix da Costa y el británico Anthony Davidson; y aunque al final estuvieron cerca de arrebatarle el triunfo al #22 del equipo United Autosport, esas piedras en el camino les costaron segundos valiosos para cruzar la línea de meta detrás de los vencedores.
Tan pronto González terminó su aventura en el circuito francés de La Sarthe y consiguió su primer podio en esta competencia viajó a París para tomar un vuelo de regreso a América para cambiar su nomex de piloto, sus guantes y su casco y ponerse su traje sastre, corbata y abrir su computadora para estar atento a los movimientos de los mercados económicos mundiales.
“Mi jornada es común y corriente a la de cualquier ejecutivo”, expresó González desde su casa en donde tiene en un lugar especial los trofeos que ha conseguido en el Campeonato Mundial de Resistencia. “Empiezo desde temprano porque me dedico a las inversiones, muchas de ellas en la bolsa. Desde que abre el mercado estoy pegado a los monitores viendo cómo pinta el día. Yo vivo a dos horas del horario de Nueva York, entonces me toca despertar desde más temprano para la apertura del mercado”.
“Cuando me voy a dormir estoy pendiente del mercado asiático y a mitad de la madrugada ya debo estar listo viendo los movimientos en Europa. Toca dormir poco”.
Roberto se alejó de lleno del deporte motor al terminar la temporada 2004 de la serie Champ Car. A partir de ese momento empezó negocios en los que ha sido exitoso, pero que no llenaban el hueco que existía en su corazón por el deporte motor. Desde 2017 regresó de tiempo completo al Campeonato Mundial de Resistencia para saciar su hambre por la velocidad, demostrando que es posible ser exitoso en dos ámbitos.
“Es muy difícil ser empresario y piloto, porque estoy en mucha desventaja contra los pilotos profesionales. Mientras ellos se preocupan por manejar y casi cada semana están arriba del coche, yo no tengo esa posibilidad, así que mi adaptación al prototipo es diferente”.
“Pero siempre he amado el automovilismo, es una pasión que no ha muerto dentro de mí. Gracias a dios los negocios y la situación en la que estoy me permiten regresar y disfrutar del deporte que más amo”.
“Para mí, competir es un desahogo, es mi descanso de todo lo demás. El poder irme un fin de semana, como es el caso de las 24 Horas de Le Mans, que requieren un gran esfuerzo mental y físico no es un pensar, porque a mí me ayuda a alejarme de otros temas”.
Pero si bien es su distracción no toma las competencias a la ligera. Desde que llegó al FIA WEC tenía como objetivo pelear por el campeonato y por el triunfo en Le Mans. En la temporada 2018-2019 finalizó tercero del clasificador de equipos a lado del venezolano Pastor Maldonado y Anthony Davidson.
Este año su equipo Jota puede concluir segundo con una mínima suma de puntos en la última ronda del campeonato que se desarrollará en Bahréin el 14 de noviembre.
“El título por equipos se nos ha escapado. Desafortunadamente la injusta descalificación que tuvimos en Japón nos dejó imposibilitados. Fue algo que no nos pareció, porque en carreras posteriores otros dos cometieron una infracción igual y no los sancionaron”.
“A pesar de ello me siento contento por el segundo lugar en Le Mans y también por la posición que tenemos en el campeonato. Esto ha sido producto de mucho esfuerzo y está redituando. Vamos a la última carrera con la idea de cerrar de la mejor forma un gran año”.
Aunque el podio le dio satisfacción, no quita el dedo del renglón para 2021: “Estamos trabajando para tener continuidad. Ya comenzamos las pláticas y ahora hay que esperar. Mi idea es continuar en el WEC y buscar esa victoria en Le Mans”.