La mañana de un miércoles cualquiera consistiría en tráfico y claxonazos, como si eso fuera a hacer que todos llegaran a tiempo a su trabajo. Pero este miércoles no era uno cualquiera. Hoy, la selección mexicana de futbol se disputa su pase a Octavos de Final en un partido contra Suecia.
En las calles, la gente portaba una playera verde o blanca con franjas tricolor como parte de su atuendo de oficina. En el Zócalo, familias completas se reunieron para ver el partido con el ánimo de un domingo.
Con aplaudidores y una que otra matraca, los asistentes celebraron las jugadas que podrían resultar en un gol, pero no fue sino hasta el minuto 16 cuando el primer cuadro de la ciudad se hundió en un grito.
El jugador Carlos Vela estuvo a punto de darle la primera alegría a la afición.
"¡Cigarros, cigarros! ¡Gorras, matracas, playeras de México!" se escuchaba a algunas personas vender cuando no había jugadas de peligro.
Minuto 28, las caras de angustia comenzaron a aparecer. ¿Javier Hernández le daría un penal a Suecia? Como si se tratara del diagnóstico que da un doctor, todos se mantenían en silencio hasta que el árbitro concluyó que el tiro no sería cobrado. El festejo se sintió como el del triunfo.
Los ánimos se bajaron cuando al minuto 50 la selección de Suecia anotó su primer gol. Aún así, los asistentes se mantenían esperanzados “todavía falta, todavía puede anotar”, murmuraban.
Diez minutos después, el árbitro marcaría un penal a favor de Suecia. El silencio reinó en la plancha central. Algunos prefirieron no ver la pantalla. De pronto, el ambiente se sintió totalmente desolado.
Con las manos en la boca, cabezas bajas y rostros de desilusión, los que estábamos en el Zócalo vimos cómo el marcador favorecía a Suecia con un gol más: 3-0. Algunos, prefirieron no seguir más y abandonar el Zócalo.
"¡Gol de Corea!", anunciaron los organizadores del Zocafut y los presentes se emocionaron. Todavía había esperanza. Pero era un error. La selección coreana y la Alemania continuaban cero, cero.
Ochenta y nueve minutos y el ambiente comenzó a tensarse. Los nervios se sentían en cada rincón del Zócalo. Unos vitoreaban a Corea. La derrota de Alemania era indispensable para que México siguiera ilusionándonos.
De nuevo, como si se tratara de una victoria propia, los asistentes gritaron y se emocionaron con el gol de Corea. Las ansias de no poder verlo y escuchar que podría anularse, destrozaba los nervios de todos aquí.
Finalizó el partido y aunque no ganó México, el triunfo de Corea supo a propio. México se salvó de milagro por el país que hace apenas unos días, venció.