Desde tiempos prehispánicos, la llegada de la mariposa Monarca a los bosques de las comunidades indígenas, ubicadas en el Estado de México y Michoacán, se convirtió en una simbiosis religiosa y cultural que aún se mantiene viva.
La llegada de estos insectos a las zonas boscosas de la entidad, luego de recorrer 4 mil kilómetros desde los bosques de Canadá hasta el centro del país, coincidía con el fin del ciclo agrícola de muchos productos, por lo que su llegada representaba para los indígenas el momento de cosecha, y por ello en algunas comunidades mazahuas las conocen como “cosechadoras.”
En el Estado de México, el grupo mazahua, comunidad indígena a la que pertenecen los bosques de oyamel en los que cada año llegan estos insectos, las conocen también como “Xepje” o “hijas del sol”, por el color brillante de sus alas y porque con el despertar de la Monarca, previo a su regreso a las tierras canadienses, llegaba también el sol de la primavera.
Para los mazahuas mexiquenses, la llegada de los primeros grupos de “Xepje” marcaba también el inicio de la cosecha y era una señal de que el clima sería bueno para sus siembras, y en los meses de febrero y marzo, una vez terminado su ciclo reproductivo y que comienzan su emigración, era la señal propicia para dar paso a la siembra del maíz.
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