A las 19:30, el peor escenario

CRÓNICA POR AZUCENA URESTI

En este relato la autora, moderadora del encuentro de candidatos junto con los periodistas Denise Maerker y Sergio Sarmiento, comparte sus impresiones del primer debate presidencial.

Cada uno en su atril comenzó a preparar la artillería: cartelones, fotos, apoyos que les servirían para evidenciar a sus adversarios. (Especial)
Ciudad de México /

A las 19:30 horas, el peor escenario del debate presidencial comenzó a hacerse realidad en forma de una tormenta con truenos que azotó la zona del Palacio de Minería, cuando ya todo estaba dispuesto: revisión de audio, imagen, nivel de las sillas, apoyos, distancia de los micrófonos, claridad en las pantallas. Cuando se intercambiaba el deseo de buena suerte para todos, como en el teatro, con la peculiar fórmula francesa: “merde!”.

Así, la tempestad meteorológica parecía presagiar otra, la política. Porque era previsible que había quien acudía a repartir golpes y quien iba a evadirse; quien llegaba con la consigna de revanchas y quien no traía más que ocurrencias. Pero en el Palacio de Minería, del Centro de Ciudad de México, este 22 de abril de 2018 el asunto comenzó horas antes.

El pase de lista

Entrada la tarde se volvía una carrera de obstáculos llegar al Palacio de Minería. Los manifestantes a favor de uno u otro candidatos estaban dispuestos a mostrar su fuerza en las calles aledañas, lo que convirtió aquello en una gran y forzada zona peatonal con presencia, a cada paso, de elementos de seguridad del Estado Mayor Presidencial y de la policía de Ciudad de México.

Cada uno de los candidatos, ya en su camerino individual, con su gente cercana, se preparaba para el momento, mientras personal del Instituto Nacional Electoral iba y venía afinando los últimos detalles. “¿Llegaron todos los candidatos?”, “¿estamos listos?”, se preguntaban quienes tenían sobre sus hombros cumplir con la enorme expectativa que había generado el encuentro.

Los consejeros del INE, quienes estuvieron en cada momento, se aseguraban que todo fluyera. Los ensayos, las negociaciones con los partidos, atender a los candidatos y su equipo, todo debía marchar conforme a lo planeado. Todos requerían atención.

Autoridades e invitados especiales fueron llenando la zona especial donde se trasmitiría íntegro el debate en una enorme pantalla dispuesta para la ocasión. El llamado se dio a las 19:30 horas, cuando ya era inevitable sentir vértigo, la hora había llegado. Y se escuchaba el deseo de buena suerte para todos con el galicismo “merde!”.

El peor escenario parecía cumplirse. Minutos antes de arrancar el debate presidencial, la lluvia irrumpió con toda su furia. Era una posibilidad que habíamos conversado con el equipo, pues al no estar en un set de televisión, la precipitación podía ser el invitado incómodo durante la intervención de los candidatos. Y así fue.

Truenos y lluvia se escuchaban con gran fuerza impidiendo, minutos antes de iniciar, que pudiéramos escucharnos entre los moderadores. Tláloc solo nos puso en guardia y segundos antes del debate la tempestad ya había pasado, solo para dar paso a la otra, la política.

Los candidatos fueron arribando al escenario desde sus camerinos privados, perfectamente asesorados en su imagen y dispuestos unos a ganar al menos algunos puntos y otros a no perder su ventaja. El tablero estaba listo, pero ellos debían mover sus piezas de manera magistral.

Aparecieron con un escueto “buenas noches” y algunos apretones de manos, uno que otro comentario sobre la lluvia. Tensión. Faltaban cuatro minutos. Cada uno en su atril comenzó a preparar la artillería: cartelones, fotos, apoyos que les servirían para evidenciar a sus adversarios.

La primera sorpresa corrió a cargo de Jaime Rodríguez Calderón, quien pegó sobre el podio una cartulina con su número de Whastapp; primero la colocó al revés, pero fue advertido. Esto obligó a los productores a ajustar los relojes que medirían sus intervenciones en aras de la equidad, y por las reglas previamente discutidas y aprobadas por los mismos representantes de los candidatos con las autoridades electorales. La primera sorpresa fue solucionada.

La lluvia había cesado, pero la tensión estaba ahí. La cuenta regresiva llegó: “¡Al aire!”.

El debate se inició. En algún momento Margarita Zavala y José Antonio Meade intercambiaron un par de frases cuando el candidato le ofreció un bolígrafo que ella no aceptó, pero agradeció. Ricardo Anaya lucía sonriente, pero concentrado y medidor absoluto de sus tiempos e intervenciones.

Andrés Manuel López Obrador llevaba en un maletín negro los apoyos que mostró durante sus intervenciones y aunque se agachó algunas veces para alcanzarlos, saliéndose de cámara en un par de ocasiones, se le vio relajado y hasta divertido. El Bronco de hecho se salió de cuadro para retar a sus oponentes y sorprendió, de nuevo, con su propuesta de mochar la mano a los ladrones. Nos olvidamos de la lluvia.

Llegó el final y la no despedida corrió a cargo de López Obrador, quien como apareció en el escenario en un inicio, desapareció al final. Aún no salíamos del aire cuando el candidato ya había tomado su maletín y caminó rumbo a la salida ante la sorpresa de sus contendientes. Cada uno de sus movimientos estaba perfectamente planeado.

Fue una decisión acertada haber tomado la fotografía de los cinco candidatos al inicio del ejercicio. Al final habría sido imposible.

Llegaron los intercambios entre los moderadores, los candidatos y sus equipos. Todos parecían contentos. Al pie de las escalinatas, Anaya nos presentó a su esposa, Carolina Martínez, quien fue una de sus acompañantes. De los demás, nada. Empezó la retirada. Atrás quedaron las largas jornadas de trabajo para lograr que el edificio histórico de la UNAM fuera el marco perfecto del debate, como lo fue.

Al salir al patio donde se presenció el encuentro, el consejero presidente, Lorenzo Córdova, el resto de los consejeros, personal e invitados especiales celebraron el resultado. Sus esfuerzos para cuidar cada detalle rindieron frutos, estaban satisfechos, y pensando ya en los siguientes dos retos: Baja California y Yucatán.

Los candidatos se fueron seguros, cada uno, de haber ganado el debate, un domingo 22 de abril de 2018.

(Crónica: Por Azucena Uresti)

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