Mucho más que dolor físico. Cada año, al menos 40 millones de mujeres sufren algún problema de salud a largo plazo a consecuencia del parto. Según un estudio sobre salud materna elaborado por de The Lancet Global Health y publicado en diciembre pasado, existen diversas afecciones posnatales que se prolongan durante meses, o incluso años, después del nacimiento de un hijo, desde el dolor durante las relaciones sexuales (dispareunia), que afecta a más de un tercio (35 por ciento) de las mujeres durante el puerperio y el dolor lumbar (32 por ciento), hasta la ansiedad (9 a 24 por ciento) y la depresión (11 a 17 por ciento).
Si bien las cifras indican que los problemas de salud mental no son los más comunes, sí son los de más difícil detección y tratamiento, pues lo “normal” es que una mujer esté feliz de ser madre, en caso contrario suele considerarse algo políticamente incorrecto.
La prevalencia de la depresión posnatal en el mundo es de 13 por ciento en países con altos ingresos, mientras que en países con ingresos bajos y medios, como México, es del 20 por ciento. No obstante, en este último grupo las tasas de detección son bajas y debe mejorarse la atención en los servicios de salud, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Es difícil el diagnóstico. El baby blues es un padecimiento que suele asociarse con la depresión posnatal, pero esta tristeza materna tiene una presencia leve con síntomas como ansiedad, llanto, irritabilidad que se presentan en los primeros días tras el nacimiento y se disipan solos en un par de semanas.
En cambio, la depresión posparto se manifiesta en cualquier momento durante el primer año tras el alumbramiento y genera tristeza, miedo, ansiedad, insomnio o exceso de sueño; sentimientos de incompetencia y de falta de confianza que reducen su capacidad para atender de forma óptima las necesidades del niño y produce un problema crítico de salud para ambos, ya que las madres no están bien ni son capaces de cuidar a sus hijos en sus años más vulnerables.
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